Opinión
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Nosotros ya no somos los mismos

Una explicación a un simple escribidor

Nada sobre la superevidente colusión entre Valencia y sus amigos

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Camioneta Jeep Gran Cheroke que volcó el titular de la delegación Iztapalapa en la colonia Jardines del Pedregal, el pasado 17 de diciembreFoto Luis Carbayo /Cuartoscuro.com
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in, marín de do pingüé: ¿quién va primero: el delegado que pidió licencia o el diputado que sólo dijo: me salgo del equipo blanquiazul, pero de la nómina, ni maíz paloma (y de los embutes, mientras pueda, jamás)? Démosle prioridad a quien se tomó la molestia de querer dar una explicación a un simple escribidor, que en nada puede influenciar su futuro inmediato.

Suena el teléfono. Me dicen: habla la jefa de asesores del delegado… Quisiera saber si el señor O. T. le hace el favor de concederle una entrevista para hablar sobre la información que sobre él publicó… A punto estuve de contestarle: permítame comunicarle con el secretario de audiencias o con el mayordomo, que son quienes se encargan de estas cosas, pero ya aprendí que mis gracejos no cuentan con una amplia receptividad. Me con­creté a contestar: siempre he considerado que quien expresa co­mentario alguno sobre cualquier persona, contrae la obligación de atender su respuesta: aclaración, ampliación o rechazo. El derecho de réplica es, para mí, como para los charlatanes televisivos, inapelable. Le aclaré, eso sí, que un elemental protocolo obligaba al delegado a una llamada personal y no por medio de un colaborador. También que nada de lo que se fuera a conversar debería encubrirse en el subterfugio gringo del off the record: cualquier cosa que él me platicara era susceptible de publicación. Llegamos puntuales y se inició la conversa, que duró dos Perrier y tres martinis.

Breviario. La publicidad di­ce: Perrier, la primera bebida inventada por la tierra es, al mismo tiempo, símbolo de elegancia, de irreverencia y de vanguardia en más de 140 países. Bien por el delegado. Los modestos martinis fueron míos.

Me hubiera gustado escribir una nota de color en la que diera mi impresión del señor Valencia: desde su estructura física, su atuendo, comportamiento, lenguaje corporal, discurso, pero ya dije que estoy escamado y la autocensura me domina. Me habló ampliamente de sus antecedentes escolares, su iniciación en la actividad política en la que se reconoce como un activista de tiempo completo. De sus filias y fobias tribales. También de su desempeño como alto funcionario del GDF: hizo descender a Iztapalapa del lugar número uno en índice delictivo al cuatro (la verdad, el dato no me cimbró). Rescató 265 mil metros de espacios públicos y colocó 50 mil luminarias. No sé si es mucho o poco, pero, en todo caso: ¿qué no para eso se le eligió? Exhibió documentos que demostraban la imposibilidad de que hubiera ingerido alcohol (de haber acatado la prescripción que me mostró).

Igualmente hizo referencia a su situación familiar y, aunque no solicitó confidencialidad al respecto, sobre uno y otro tema soy escrupuloso en exceso. Luis G. Basurto (1920-1990) dictó la pauta: Cada quien su vida. Pero eso sí: no tuvo la más mínima explicación sobre la superevidente colusión entre la autoridad, por él encabezada, y sus amigos: proveedores y contratistas, beneficiarios (aunque sea de a poquito) de sus decisiones. Pronto me resultó evidente que para él lo verdaderamente grave de todo lo ocurrido se agotaba en el accidente automovilístico del que salió providencialmente (dirían mis abuelas) bien librado. Porque si en la camioneta que impactó hubiera estado durmiendo un chofer, seguramente el golpe lo despierta, pero en otro mundo. Sin embargo, el sabor amarguito de la conversa me lo dejó otro detalle, tal vez no importante, pero yo soy sensiblero y muy fijado: no hubo un solo comentario, una opinión de carácter político que me hiciera ver que estaba hablando con un jefe de gobierno delegacional, surgido de un sedicente partido izquierdoso. Con excepción del Verde y del PAN, el señor Valencia podía pasar como miembro hasta del Partido Humanista, si es que no se deshumanizan (eufemismo para no tener que decir se descuartizan entre ellos), en la primera repartinga de candidaturas. En pronósticos políticos soy menos confiable que los deportivos de la Lotería, pero me atrevo a decir: 1) Valencia no será candidato a diputado. Mancera sabe que no goza de sus simpatías, menos de sus lealtades; 2) su expresa filiación ebrardista no le hace gracia a los administradores del PRD; 3) Ebrard tiene bien pocas canicas en ese partido, y 4) a Valencia, Morena le parece algo tan inaceptable como una definición ideológica. Por otra parte, Valencia seguirá cultivando su capital clientelar en Iztapalapa. Dado que dejó todos los enclaves necesarios para cumplir los redituables compromisos pendientes y, dada su innegable influencia (aunque las torres que en el cielo se creyeron… diría Luis Marquetti), negociará con el grupo ganador, sobre todo si éste no apabulla en la elección (vende caro tu amor… diría don Agustín Lara).

Pero lo que más me preocupa, en relación con los múltiples incidentes de corrupción que como hongos brotan en todos los ámbitos sociales: empresariales, financieros, políticos, religiosos, es que si las autoridades gremiales, partidarias, eclesiásticas y, por supuesto, las oficiales, consideran que es suficiente que el responsable renuncie, dizque se arrepienta, dizque manifieste dolor del pecado cometido, jure que nunca volverá a reincidir (o al menos tendrá cuidado de que no lo descubran) y los castigos máximos que les aplican son: te vamos a cambiar de parroquia, te vas a aguantar tres años para tu candidatura, no le vuelvas a llamar Ficrea, porque en estos momentos todo mundo te cree y, el más rudo de todos: como fatigaste sin respiro ni tregua el erario durante varios sexenios, en los próximos seis el país tendrá que prescindir de tus servicios. Ni modo, hermano, tú te lo buscaste: abúrrete en tu yate: ¡qué hueva! de Juneau a Ibiza para bajar hasta las Fiji.

Si las cosas siguen así los resultados serán peores que si nada se hubiera descubierto: cada vez que los actos de corrupción se diluyen al simple paso del tiempo y los transgresores de la ley son exonerados, el ánimo, la confianza y voluntad ciudadanas se mellan, se reblandecen. La abulia, indiferencia y desesperanza corroen la urdimbre social: la impunidad es la savia que nutre y reproduce el uso perverso del poder público: tráfico de influencias, sobornos, fraudes y extorsiones. Corrupción e impunidad son siamesas imposibles de separación. No debemos aceptar que su connivencia siente sus reales y se convierta en el estado natural de la convivencia mexicana, so pena de legar, a los que llegan, un triste y oscuro país de corruptelas sublimadas.

Ya dije, y ahora reitero, que el caso del diputado panista a la Asamblea Legislativa llamado Édgar Borja Rangel es, para mí, el más impactante ejemplo del sicópata empoderado de nuestros tiempos. El caso de don Edgardo es el típico que, cuando aparece la nota roja que relata su performance definitivo, todos los cercanos comentan: ¡se había tardado!, ¡se lo noté desde que lo conocí! Luego ( a posteriori todo mundo es experto) cuentan anécdotas exhibidoras de su desorden mental, de su actitud bipolar de la que vamos a dar prueba irrefutable. Pero ahorita (lunes 26 de enero), mientras usted se entera de la verdadera forma de pensar y actuar de este espécimen que ha sido amo de los cochupos, embutes, chantajista, extorsionador, que con un cinismo intolerable pretende mostrarse como acérrimo defensor de los derechos humanos y la igualdad de género, él se mantiene como presidente de la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Asamblea Legislativa, entre otras cosas, por el apoyo de ese otro caso clínico al que ya haremos referencia: el enemigo número uno de la UNAM: Federico Döring.

Varios, suficientes (más de uno) lectores, me informaron no haber podido, por medio del link que proporcioné, haber logrado acceder a la información sobre el diputado Borja Rangel y otros colegas. Solicité a una joven amiga que me auxilia en estos menesteres, me copiara todo el inconcebible, repito, inconcebible rollo del señor Borja. Lo considero tan importante que le voy a ceder todo mi espacio del próximo lunes para que ustedes lo conozcan y juzguen. Un adelantito. Le pregunta la señora al diputado Borja: ¿O sea, los voy a sacar de la escuela (a sus propios hijos)? Contesta el académico: Me vale verga, ¿a ti te vale verga?, a mí me vale verga. Revira la madre: Pero ¿por qué me dices así, si no es cierto? Concluye el cruzado del respeto a la igualdad y la tolerancia: Bueno, ya te dije qué es lo que quiero, ¡eh! ¡Me vales madres! ¡Me vales madres! ¡Édgar, por favor..!

Twitter: @ortiztejeda