Opinión
Ver día anteriorMiércoles 28 de enero de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Crisis de la movilidad urbana
S

egún un dato mencionado ayer por el titular de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), Jorge Ramírez Marín, en la última década se han triplicado la distancia y el tiempo que las personas deben recorrer e invertir para desplazarse hacia sus centros de trabajo y de vuelta a sus hogares. En el marco de la firma de un convenio de colaboración en materia de movilidad entre Holanda y México, el funcionario atribuyó el origen del problema a un fenómeno cultural que asocia al progreso y prosperidad personal comprar un automóvil.

En el mismo acto, la ministra holandesa de Infraestructura y Medio Ambiente, Melanie Schultz Van Haegen-Mass Geesteranus, dijo que la falta de infraestructura hace inimaginable en nuestro país una situación como la de Ámsterdam, donde 60 por ciento de las personas llegan en bicicleta a sus trabajos. De su lado, Juan Manuel Valle Pereña, director ejecutivo de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo de México, dijo que para desalentar la utilización del automóvil particular se requiere un gran trabajo de restructuración de los espacios públicos y calles.

Ciertamente, una parte del problema de vialidad y movilidad en las urbes mexicanas deriva de un consumismo aprovechado y alentado por los fabricantes de automotores, por los vendedores de automóviles nuevos y por los bancos, todos los cuales mantienen un bombardeo publicitario tan incesante como carente de regulación sobre la ciudadanía para instarla a adquirir vehículos sin más argumento que el manejo de valores aspiracionales. Sin embargo, la gran masa de automovilistas no está compuesta por los consumidores de autos nuevos, sino por compradores de unidades usadas, para los cuales la posesión de un automóvil particular es, antes que nada, una necesidad ante la abismal insuficiencia del transporte colectivo público y la ineficacia, la inseguridad, la incomodidad y el alto precio y la falta de cobertura de los sistemas de transporte concesionado.

Sobre la multiplicación de las distancias, ello se debe a fenómenos de crecimiento urbano descontrolado y falto de planificación, a la voracidad de la especulación inmobiliaria y financiera y a la corrupción de autoridades de todos los niveles, las cuales han sido incapaces de elaborar, aplicar y hacer cumplir planes de desarrollo urbano racionales.

Tomando en cuenta estas consideraciones, es claro que el fomento al ciclismo como medio de transporte, ciertamente recomendable por razones de movilidad, salud y preservación ambiental, resulta del todo insuficiente si se plantea como instrumento principal para resolver las gravísimas carencias de transporte público y la extensión de manchas urbanas como la de la ciudad de México. Atribuir a una deficiencia cultural de la ciudadanía un problema que ha sido generado por vicios combinados del poder público y malas prácticas del poder empresarial del sector de automotores es injusto y frívolo. Lo que puede resultar funcional en una ciudad de las dimensiones de Ámsterdam (219 kilómetros cuadrados y dos millones de habitantes) no necesariamente lo es en la capital mexicana (mil 495 kilómetros cuadrados y 9 millones de habitantes, sin contar municipios conurbados). La mejor forma de reducir el uso de los vehículos particulares consiste en desarrollar infraestructura y redes de transporte público eficaz.