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La Celac en el siglo XXI
S

urgida de las luchas continentales contra el neoliberalismo, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) empezó a tomar forma en la llamada Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe (Playa del Carmen, México, febrero de 2010). Ocasión que algunos recordarán por el incidente entre Hugo Chávez, y el matón colombiano que entonces ocupaba el Palacio de Nariño:

Sea varón y quédese a discutir frente a frente, le dijo Álvaro Uribe al presidente Hugo Chávez, quien lo había acusado de enviar 300 paramilitares para asesinarlo. Entonces, con aquel insuperable y preciso estilo que el líder de la revolución bolivariana se reservaba contra los enemigos de América Latina, le respondió: ¡Vete al carajo!

Casi dos años después, en Caracas (diciembre de 2011), los gobernantes de América Latina se pusieron de acuerdo para que la naciente Celac adoptara la llamada claúsula antigolpe, y así responder de forma enérgica todo intento de ruptura del orden constitucional de alguno de sus miembros, con una interpretación distinta a la prevista en la Carta Democrática de la OEA (2001).

Carta que en marzo de 2004 el gobierno de W. Bush había echado al cesto de basura, anunciando que se reservaba el derecho de oponerse a los gobiernos democráticos electos que a su juicio habían fracasado, proponiendo el cambio de régimen de los que no apoyaban a Estados Unidos. Tal como ocurrió en Haití, cuando la secretaria de Estado Condoleezza Rice declaró que el derrocado presidente Jean-Bertrand Aristide “…había perdido su habilidad de ser líder de su pueblo porque no gobernó democráticamente”.

La reunión preparatoria de la Celac en Caracas resultó premonitoria, pues adoptó en su declaración “…el enérgico rechazo al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto contra Cuba desde 1962”. Según el documento, el bloqueo estadunidense viola el derecho internacional, y afecta no sólo la soberanía de Cuba, sino a toda la región.

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, dijo algo importante entonces: Podemos construir una integración que sea realmente productiva y que nos lleve al crecimiento de nuestras economías, y también que nos lleve a un proceso que no sea la explotación de un país por otro. Y de su lado, Chávez estimó: Estamos poniendo aquí la piedra fundacional de la unidad, la independencia y el desarrollo sudamericano.

La primera cumbre de la Celac tuvo lugar en Chile (Santiago, enero de 2013) y la segunda en Cuba (La Habana, enero de 2014), aunque en un contexto en el que, al decir del periodista Emilio Marín, empezaba a dibujarse el principio maoísta de que uno se divide en dos. De un lado, México, Perú, Colombia, Chile, Panamá, Costa Rica y otros gobiernos renuentes a pensar con independencia de Washington. Y por el otro, Argentina, Brasil y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA, Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Surinam).

Desde La Habana, por ejemplo, la presidente Cristina Fernández de Kirchner envió varios mensajes en su cuenta de Twitter, haciendo referencia a la cortina de silencio de los poderosos monopolios mediáticos de los países latinoamericanos.

En todo caso, la Celac ya existe y promete convertirse en una herramienta estratégica formidable para que América Latina encuentre su propio camino emancipador.

Cosa que, desde ya, no será fácil. Porque el mismo John Kerry, quien hoy parece entusiasmado por visitar La Habana, declaró en abril de 2013 que América Latina era el patio trasero ( backyard) de Estados Unidos. O, para no ir lejos, la visita de Felipe Calderón y Sebastián Piñera (ex presidentes de México y Chile y anfitriones de la naciente Celac) a Caracas, prestándose a las maniobras golpistas de la CIA contra el gobierno de Nicolás Maduro.

Como fuere, para la tercera cumbre de la Celac en San José de Costa Rica, los coordinadores nacionales acordaron la aprobación de un par de documentos estratégicos. El primero solicita al Congreso de Estados Unidos el inicio (cuanto antes) de una discusión en torno a la eliminación del bloqueo a Cuba, y las transacciones financieras, en particular. Y el segundo, pronunciarse enérgicamente contra la inclusión de Cuba en la denominada lista de países terroristas del Departamento de Estado.

La tercera reunión de la Celac no será la vencida en cuanto a extender, de una buena vez, el acta de defunción de la anacrónica OEA. Pero con toda seguridad volverá a confirmarse que la América nuestra empieza a dejar atrás la teología del Destino Manifiesto, el intervencionismo de la Doctrina Monroe, y los diabólicos caprichos imperiales de Washington en un backyard que hoy se extiende por el mundo entero.