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Al menos 150 mil habitantes están expuestos a respirar vapores tóxicos

Jalisco: el tour del horror, para visualizar la contaminación que generan industrias
Enviada
Periódico La Jornada
Lunes 2 de febrero de 2015, p. 10

El Salto, Jal.

En Jalisco no sólo existen tours turísticos, como el del tequila. También está el del horror. Es el recorrido por la contaminación del agua. Comienza en el vaso Las Pintas –que contiene aguas residuales–, en la zona metropolitana de Guadalajara. Sigue por el arroyo El Ahogado, donde confluyen el drenaje municipal y descargas de aguas industriales. Continúa por los cuerpos de agua ocultos detrás de las unidades habitacionales y las fábricas, para llegar al otrora Niágara mexicano, la cascada de este municipio que ahora es una cortina de espuma amarillenta que desprende olores pestilentes.

La ruta evidencia las décadas de infestación del río Santiago –que se inicia en el lago de Chapala–, que comenzó con la expansión del corredor industrial desde los años 60, donde ahora hay alrededor de 400 plantas metalúrgicas, químicas y farmacéuticas, entre otras. Este cauce, desde su nacimiento, pero sobre todo al pasar por la presa El Ahogado –antes de cruzar los poblados de El Salto y Juanacatlán–, se ensucia de aguas residuales provenientes de las fábricas y del drenaje de Guadalajara, de acuerdo con el expediente de hechos Lago de Chapala, de la Comisión de Cooperación Ambiental de América del Norte (CCAAN).

Cerca de 150 mil habitantes de la zona están expuestos cotidianamente a respirar aire sucio y los vapores que emergen del agua, lo cual causa problemas de salud, como cáncer y enfermedades renales; en los pasados 15 años ha crecido el número de enfermos. En El Salto hay alrededor de 2 mil 600 personas enfermas. De ellas, 524 padecen insuficiencia renal y 236 cáncer. De febrero de 2008 a 2014 se documentaron 576 fallecimientos y no hay seguimiento a los casos por parte de la Secretaría de Salud, apunta Raúl Muñoz, del Comité Ciudadano de Defensa Ambiental.

El río Santiago atraviesa Jalisco para desembocar en San Blas, Nayarit. Forma parte de la cuenca Lerma-Chapala-Santiago, la más grande del país. Tras años de que ciudadanos han presentado denuncias, quejas, protestas y recursos ante los gobiernos estatal y federal, así como ante organismos internacionales, como la CCAAN, se puso en marcha en 2012 una planta de tratamiento de aguas residuales en la presa El Ahogado, que procesa alrededor de 2 mil litros por segundo. Pero esto no refleja que haya avances en la calidad del agua. No se eliminan los metales pesados, los más dañinos para la salud, sostiene Rodrigo Saldaña, del Instituto Vida, de Juanacatlán.

Lo que se hace en el río Santiago es un trabajo estético. Veinte por ciento del agua del cauce es industrial, pero ésta genera 80 por ciento de la contaminación. Cuando es temporada de calor, hay polvo, malos olores. Con las lluvias hay movimiento en el agua, por lo que se forma la espuma y aparecen los zancudos. Entre diciembre y enero los hedores nocturnos son más fuertes, señala Enrique Enciso, de la agrupación Un Salto de Vida.

Las casas tienen las ventanas cerradas, selladas; debajo de las puertas se ponen trapos húmedos para evitar la peste. Lo peor ocurre en la temporada de calor, porque el clima obliga a abrir las ventanas, pero el hedor nos hace cerrarlas, señala Graciela González, de la misma organización. Aunque aparentemente el agua del río se ve limpia, el horror continúa y las consecuencias se ven: hay gente enferma.

Uno de los puntos del tour del horror, de la estela de contaminación, es la colonia Azucena, donde viven unas 11 mil personas. Detrás de las casas pasa el río Santiago. Es el área donde en 2008 el niño Miguel Ángel López cayó al cauce, bebió agua y murió. Detrás de unos montículos, al final de las viviendas, está el río. De éste emergen fugas de aguas negras que inundan las calles. El sol quema, no hay árboles que den frescor. Todo es tierra, cemento y el líquido verdoso pestilente.

Otro punto es entre los límites de los municipios Tlajomulco y El Salto. Hay un arroyo que se desprende de la presa El Ahogado y se junta con las aguas que vienen de la planta de tratamiento. Kevin y Valeria López, dos niños de menos de 10 años, juegan dentro del riachuelo maloliente. Mientras, don Luis lanza una malla para pescar. Los menores dicen que van unas dos veces a la semana a nadar. No hay ninguna señal de precaución sobre el uso de ese líquido, ni mallas ciclónicas que impidan el acceso al sitio.

El tour del horror lo han hecho estudiantes, investigadores y expertos en temas ambientales. Es una forma de visualizar y entender la problemática que se sufre en los pueblos a partir de la contaminación industrial, que no es controlada por el gobierno ni se ha eliminado, explica Sofía Enciso, la guía del recorrido.

No es un problema sólo de El Salto, es de toda la zona conurbada. Es para poner nombre y apellido a quienes contaminan. Señala que ahora es más difícil observar los puntos de las descargas industriales al río, porque las empresas han puesto cercas y tienen guardias, pero eso no significa que hayan dejado de infestar el agua. Se ven las consecuencias: el río contaminado, la devastación de la cuenca. La idea es armar el rompecabezas de la destrucción del territorio, indica.

Rodrigo Saldaña apunta que pese a que el gobierno no habla de la contaminación, la vemos, la olemos, la sentimos. Recuerda que volvió a vivir a la zona en 1979, y el agua ya estaba así. Quien nace aquí se hace la idea de que así es la vida, pero uno ve que esto no es normal. Me admira la resistencia del ser humano.