Opinión
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Ciudad Perdida

La línea 12 del Metro

Otro pretexto del priísmo

P

ase lo que suceda en el caso de la línea 12 del Metro, la intromisión del Poder Ejecutivo federal para culpar desde el PRI al ex jefe de Gobierno Marcelo Ebrard ha desvirtuado cualquier viso de verdad en la investigación y la ha llenado de los odios de Enrique Peña Nieto y sus venganzas.

El gobierno del mexiquense encontró en la investigación que realiza su homólogo del Distrito Federal sobre la situación de la llamada línea dorada, el punto débil por donde se podía atacar a Ebrard y, más allá de sus culpas o inocencia, ha ido blindando con lajas de acusaciones injuriosas a quien hoy aparece como otra víctima del poder de Los Pinos.

El problema en todo este sainete es que la línea 12 del Metro sigue parada; que mientras la administración del jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, se ocupa de reparar los problemas técnicos que presenta este pedazo del Sistema de Transporte Colectivo, el tinte de venganza política nubla lo que debería ser una visión clara y certera sobre el asunto.

Por ejemplo, ¿quién podría creer que Marcelo Ebrard es culpable de lo que sea, en el asunto de la L-12, si el que lo acusa, o quienes lo acusan, en este caso los muy ofendidos diputados del PRI, cargan historias recientes y pasadas de gran impunidad?

El primer problema para que la acusación tuviera algún punto de credibilidad tendría que ser algo por lo pronto casi imposible, es decir, que se aclarara, con toda certeza, que los bienes que posee Peña Nieto y su secretario de Hacienda, Luis Videgaray, fueron adquiridos cumpliendo con todas las normas de legalidad y de moral pública. Y decimos que eso es casi imposible porque resulta que Peña Nieto decidió que uno de sus empleados sea el que lo investigue.

Para que la cosa fuera pareja, entonces lo conducente sería que a Marcelo Ebrard lo investigara, por ejemplo, José Ángel Ávila, quien fue su secretario de Gobierno. Total, lo que nos parece muy preocupante es que las ganas de venganza desvirtúen las posibilidades de que la gente afectada por el cierre parcial de la línea 12 sepa qué fue y qué pasará con ese medio de transporte que le es tan necesario.

Nadie debe tener dudas de la culpabilidad o inocencia de Ebrard y su ex secretario de Finanzas Mario Delgado. Asimismo, todos deberán tener la certeza de que la esposa de Enrique Peña Nieto obtuvo la casa de Las Lomas sin los beneficios que le puede reportar en una transacción financiera ser la consorte del Presidente de México. Pero hay que empezar por lo mero principal, y eso apunta directamente a Peña Nieto.

Hasta ahora, Marcelo Ebrard ha negado, en todos los espacios a su alcance que nosotros tengamos en la memoria, que él hubiera sido quien ofreció los datos que condujeron a la investigación que puso al descubierto los enjuagues de la empresa constructora favorita de Peña Nieto –eso está absolutamente documentado– y la señora Angélica Rivera, aunque desde Los Pinos o desde la Cámara de Diputados –escandalizada recientemente por los problemas de la línea 12 del Metro– tampoco exista una declaración que acepte la venganza como el motor de su súbita preocupación por ese asunto de la ciudad de México.

En fin, ya veremos en qué termina todo este sainete.

De pasadita

Hay quienes aseguran que en la etapa más difícil de salud de Miguel Ángel Mancera, poco después de la operación que casi le costó la vida, el presidente del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, Édgar Elías Azar, planteó que era el momento de señalar que los poderes Judicial y Legislativo estaban prestos a tomar las riendas del gobierno de la ciudad. Lo malo es que Elías Azar se llevó entre las patas a Manuel Granados, líder de la ALDF, que ahora, nos dicen, sufre las consecuencia de aquel mal paso. ¡Qué cosa!