Sociedad y Justicia
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Aunque trabajan más cerca de la gente que los curas, aún son consideradas servidoras

El machismo frena el creciente papel de las monjas en la Iglesia

Ni sirvientas ni cuidadoras; Jesús consideraba a las mujeres personas con derechos: religosa

 
Periódico La Jornada
Sábado 7 de febrero de 2015, p. 29

En México y el mundo hay más religiosas que sacerdotes, viven de su trabajo, no de limosnas dominicales y son mejor reconocidas entre los feligreses. Pero en la Iglesia católica no suelen ocupar ámbitos de decisión y la mentalidad patriarcal y machista de muchos religiosos las ubica sólo como colaboradoras y servidoras. Así, sufren abusos de autoridad e incluso algunas, atropellos físicos y sexuales.

El Anuario pontificio 2014 refiere que a escala global existen 702 mil 529 religiosas. Su número decayó 1.5 por ciento en relación con el reporte anterior, de 713 mil.

Pese a que las vocaciones femeninas han decrecido, pues en 2001 las religiosas eran 792 mil, las masculinas aún no las superan.

En México existen 28 mil religiosas y unos 16 mil sacerdotes.

Ilse Mayer Watty, secretaria general de la Conferencia de Su­periores Mayores de Religiosos en México, indicó a La Jornada que, aunque las religiosas estamos donde nos necesiten, son más cercanas a los problemas sociales; trabajan con migrantes, víctimas de trata, indígenas y en zonas de violencia, realizando labores de reconciliación y paz, en obras educativas y de salud, tienen poco reconocimiento en la Iglesia.

Esto contrasta con lo que ocurre fuera de ese ámbito. La encuesta Creer en México, del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, refiere que a las religiosas la población las percibe más confiables que curas y obispos en respeto y promoción de derechos humanos, solidaridad y honestidad.

Mayer Watty, de la congregación de las Hermanas de San José de Lyon, señala que en el ámbito institucional las religiosas cuentan con un espacio muy restringido y la regla es no ocupar ámbitos de decisión. Eso debe cambiar.

Comenta que en la población y sacerdotes prevalece una visión estereotipada de la vida y misión de las religiosas, las cuales ni viven su vocación como castigo ni son sirvientas de sacerdotes y obispos.

Nuestra misión es servir a la gente, no a los sacerdotes ni a los obispos, aunque ellos lo vean normal. Podemos dar un servicio en un momento dado, pero la religiosa no está para barrerles la casa ni hacerles la comida ni para lavarles la ropa. Eso no es un carisma (don divino), no es nuestra misión ni es la finalidad de la vida religiosa. Si Jesús viniera y viera eso, no lo soportaría.

La teóloga y religiosa, Marilú Rojas, de las Misioneras de Santa Teresa del Niño Jesús, lamenta que la vida religiosa femenina se supedite a la jerarquía de varones. Añadió que en México por la mentalidad patriarcal prevalece la visión de servidora sin derechos.

Deplora que sea terreno vedado el ministerio sacerdotal femenino y dice que es importante que muchas religiosas reflexionen sobre su papel. Esperamos que muchas superen su propio patriarcado, porque algunas creen que deben servir a los sacerdotes y jerarcas.

Agregó que la vida religiosa de México debe abrirse a los postulados de la teología feminista, que es la reflexión de Dios desde la experiencia de las mujeres; somos personas, no colaboradoras; no somos sirvientas ni cuidadoras; Jesús consideraba a las mujeres personas con derechos.

Eugenio Lira Rugarcía, secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano, precisa que la idea de que las religiosas sólo colaboran y sirven a los curas proviene del desconocimiento de la vida consagrada y del gran papel de las mujeres en la Iglesia.

Acota: la labor de las monjas ha cambiado; ahora tienen mayor preparación y presencia, estudian carreras universitarias: son abogadas, licenciadas en ciencias de la comunicación, contadoras, ingenieras. Tienen maestrías y doctorados. Hay doctoras en sagradas escrituras dando clases en seminarios.

Mayer Watty coincide en que existe una imagen muy errónea de la religiosa. No es la de las películas y telenovelas. No somos unas improvisadas. Muchas estamos preparadas académica y profesionalmente en teología, administración, contabilidad, arte, literatura e historia. Bastantes estudian en universidades católicas y en instituciones públicas y reconocidas, como la UNAM, agrega.

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Religiosas de la congregación Guadalupanas de la Reparación que asistieron a misa en memoria del papa Juan Pablo II, celebrada el 8 de abril de 2005 en la Basílica de GuadalupeFoto Francisco Olvera

Gabriela Juárez, secretaria ejecutiva del Observatorio Eclesial, coincidió en que existe una percepción de las monjas reducida al servicio, sufrimiento y sacrificio, lo que responde al papel histórico de la mujer y a que la Iglesia no le reconoce la igualdad. Ellas están en las luchas sociales, defienden derechos de migrantes y de indígenas. Trabajos que hacen sin protagonismos.

Comenta que la jerarquía intenta tener sometidas a las religiosas y recuerda el problema que enfrenta la Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas, que aglutina a 80 por ciento de las 57 mil religiosas de Estados Unidos.

La Congregación de la Doc­trina de la Fe del Vaticano ordenó una reforma integral de la agrupación por graves desviaciones doctrinales, debido a la defensa de temas feministas, su visión del sacerdocio y por la pastoral para personas homosexuales.

Rojas apunta que dichas religiosas tienen una línea liberal, que ante una iglesia conservadora y patriarcal, representa un peligro. Resalta el compromiso y liderazgo social que tienen las monjas estadunidenses; ellas se pusieron del lado de las víctimas de pederastia.

Congregaciones patito

En la vida religiosa existen congregaciones de derecho pontificio y de derecho diocesano y pueden ser de vida contemplativa, cuyas labores principales son la oración y la consejería, o de vida apostólica o activa, que trabajan en la sociedad.

La mayor parte de las monjas viven en comunidad. Ca­nó­ni­camente la edad mínima para ingresar a una orden es de 18 años y toman votos de pobreza, castidad y obediencia.

Como las masculinas, las congregaciones femeninas se rigen por constituciones que definen el gobierno de la orden y marcan las diferencias, deberes, obligaciones, libertades o restricciones.

Sobre el hábito, Mayer dijo que muchas no lo usan. Ello depende de la labor que desarrollen. La formación de una religiosa puede ser un proceso largo de nueve hasta 13 años.

Pero no siempre ocurre esa preparación, porque también en la vida religiosa hay versiones irregulares, “congregaciones patito”, señalan Mayer y Rojas, agrupaciones donde no existe verdadero carisma.

Explican que los problemas suelen darse en las de derecho dio­cesano, que son creadas por los obispos. Para Juárez, éstas no siem­pre surgen con los mejores propósitos y las rige un seudocarisma como el servicio doméstico.

A veces hay obispos que consagran a grupos de mujeres y les dan un carisma inexistente; es como tener un harén de servicio, en los que pueden darse abusos de todo tipo, expone Rojas, además de que existen falsas religiosas, como algunas que venden galletas, visten hábitos, pero no pueden responder de qué orden son.

Los abusos sexuales

Hace 13 años el Vaticano reconoció los abusos sexuales contra religiosas cometidos por presbíteros, luego del informe que en 1995 presentó ante la Congregación para la Vida Consagrada del Vaticano, María O’Donohue, monja estadunidense que, como coordinadora del programa sobre el VIH/sida de Caritas Internacional, documentó que ante la epidemia muchos sacerdotes veían a las religiosas como seguras desde el punto sanitario.

Esa información fue respaldada por el informe de 1998 de la religiosa Marie McDonald.

En marzo de 2001, el ex vocero pontificio, Joaquín Navarro Valls confirmó el problema, pero aseguró que estaba restringido a una zona geográfica determinada. El periódico estadunidense National Catholic Reporter sacó a luz las violaciones y embarazos de religiosas, hechos que –dijo– ocurrían en 23 países.

Juárez y Rojas manifiestan que estas situaciones y la pederastia clerical ocurren en todo el mundo, pero no existen cifras, pues es difícil denunciar por el control jerárquico y temor al descrédito.