Editorial
Ver día anteriorMiércoles 11 de febrero de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ucrania: negociaciones y combates
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ientras en el este de Ucrania se recrudecían los combates entre tropas leales al régimen de Kiev y separatistas pro rusos, en Minsk se negociaba bajo presión un cese del fuego en un encuentro al que asistieron representantes de Rusia, la misma Ucrania, Francia y Alemania (el llamado Cuarteto de Normandía) y de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).

Con ese telón de fondo, el presidente estadunidense, Barack Obama, se comunicó con su homólogo ruso, Vladimir Putin, para instarlo a aprovechar la oportunidad que presentan las actuales conversaciones entre Rusia, Francia, Alemania y Ucrania para alcanzar una solución pacífica, según afirmó un vocero de la Casa Blanca, el cual agregó que Obama desea que Moscú suspenda sus acciones agresivas en Ucrania, incluyendo el envío de tropas, armas y financiamiento para apoyar a los separatistas.

Según puede verse, los asesores de política exterior del mandatario estadunidense no han logrado hacerle comprender que la dramática situación de Ucrania deriva fundamentalmente de un conflicto interno y no es ante Moscú, sino ante el gobierno de Kiev y ante la dirigencia de los rebeldes del este que se debe insistir en la construcción de una solución pacífica negociada en la república ex soviética.

Esa falla en la percepción de Washington ha provocado, por lo pronto, una grieta inocultable entre los aliados occidentales, pues mientras la Casa Blanca insiste en enviar armamento al régimen ucranio, los gobiernos de Europa occidental –particularmente el alemán– privilegian la vía del diálogo y han decidido esperar los resultados de la reunión de ayer antes de adoptar sanciones en contra de Rusia.

Más allá de la incapacidad estadunidense de comprender la raíz del conflicto ucranio, es claro que el gobierno de Obama se empeña en ver a Rusia en la clave de la guerra fría –es decir, como superpotencia militar enemiga resurgida de las cenizas de la antigua Unión Soviética–, mientras los europeos occidentales prefieren llegar a entendimientos con un país con el cual mantienen estrechos lazos comerciales y comparten el continente, por lo que es y seguirá siendo su vecino. Llevar las relaciones con Moscú al borde de la ruptura, o más allá, sería, por ello, desastroso para la Unión Europea.

Cabe esperar, en suma, que la Casa Blanca sea capaz de comprender al menos la posición de sus propios aliados y socios, pues difícilmente podría entender la del Kremlin, y deponga la hostilidad contra Rusia que se expresa en la estrategia de segu- ridad nacional presentada el pasado viernes 6 por la asesora de Seguridad Nacional, Susan Rice.

De no hacerlo, las consecuencias para Europa y para la comunidad internacional en general pueden ser desastrosas y desembocar en un nuevo ciclo de abierta enemistad y competencia bélica entre el Este y el Oeste.