Opinión
Ver día anteriorJueves 12 de febrero de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Grecia global: días decisivos
E

stá por verse cuál será la posición final del gobierno estadunidense ante la nueva fase de la crisis griega desplegada a tambor batiente con la victoria de Alexis Tsipras, abanderado de la oposición a las políticas de austeridad impulsadas por Bruselas con el respaldo de la canciller alemana, Angela Merkel y el Fondo Monetario Internacional, pero una declaración de Obama sub­rayando el derecho de Grecia a una solución que no sea la de perpetuar las obligaciones impuestas por Europa con magros resultados causó malestar en los círculos que se niegan a flexibilizar la doctrina oficial asumida como única alternativa. Al señalar que No se puede seguir exprimiendo a los países que están en medio de una depresión, Obama recordó sus propias divergencias frente a los planteamientos de quienes, con su ortodoxia y ausencia de fiscalización financiera, desbarrancaron la economía global a la gran crisis de la que Grecia resultó ser una de sus mayores víctimas. Estas diferencias, visibles en los resultados de las estrategias puestas en marcha, no son nuevas, pues enlazan con la memoria rooseveltiana, pero como reconoce Ashoka Mody, investigador de la Universidad Princeton, los comentarios de Obama representan un quiebre con la tradición de larga data de un silencio estadunidense oficial respecto de los asuntos monetarios europeos. Mientras que los académicos en Estados Unidos solían denunciar las políticas de unión monetaria de Europa, su gobierno siempre miró para otro lado. Y añade: el alejamiento de Obama de la insularidad intelectual de Europa es mucho más destacable porque incluso el Fondo Monetario Internacional ha cedido a la ortodoxia impuesta por Alemania (Project Syndicate).

Hasta qué punto estas diferencias podrían marcar un nuevo curso es imprevisible, aunque algo está pasando tras décadas de unanimidades públicas y divergencias privadas, pues no es casual que economistas como Paul Krugman o Thomas Piketty miren hacia Estados Unidos al requerirle a los negociadores griegos no escuchar los cantos de sirena de la troika y sí, en cambio, replantearse los compromisos presentes y futuros en una perspectiva de crecimiento real, capaz de permitirle a la economía y la gente afectada volver a vivir, restaurando los derechos humanos extraviados en el camino, cosa que Tsipras ha planteado con sus primeras acciones a favor del empleo y otras inaplazables medidas de urgencia. El mismo Mody, citado arriba, que no es un radical, apunta: “Un análisis reciente demuestra que el perdón de la deuda oficial de Grecia es inequívocamente deseable, ya que otro acuerdo malo mantendrá deprimida a la economía griega –una garantía de que el problema pronto se repetirá–. Si es necesario calmar las sensibilidades europeas, el pago de la deuda de Grecia podría prolongarse en un lapso de 100 años”. Luego de entrevistarse en Washigton, Merkel y Obama mantuvieron ante la prensa sus posturas a la espera de que la reunión del eurogrupo con Grecia, programada para esta semana, tome decisiones. El primer ministro griego anunció que descarta una prórroga del actual programa de rescate y que quiere un programa puente hasta mayo que asegure financiación al país una vez que expire su rescate a finales de este mes. Merkel repitió lo dicho: “Las tres instituciones de la troika han acordado una serie de programas. Estos programas son la base de cualquier conversación que tengamos”. Antes de reunirse, Obama se mostró más abierto y dijo: Espero escuchar la evaluación de Angela sobre cómo Europa y el FMI pueden trabajar con el nuevo gobierno griego para encontrar una vía que devuelva a Grecia a un crecimiento sostenible dentro de la eurozona, donde el crecimiento es crucial tanto para Estados Unidos como para la economía global.

Es obvio que la probabilidad de salir de este pantano no implica soluciones mágicas, como las prefiguran las versiones ideologizadas del inminente fin del capitalismo, tan en boga en ciertos sectores. Tsipras sabe que tiene que negociar en el marco de austeridad necesaria como posibilidad de incidir en la construcción de una nueva economía política, fundada en la evolución y las necesidades de las sociedades que hoy se hallan sin horizontes, agravando la desigualdad y la decadencia de la civilización humana. Los principales protagonistas del cambio, como Yanis Varoufakis, saben que el problema es global, no sólo griego, pero no venden ilusiones. En una entrevista previa a los comicios, el actual ministro de Economía se refirió al futuro diciendo: Para mí, el factor decisivo será el del nacimiento de una nueva Ilustración. Grecia puede suponer un atisbo de oportunidad. No somos lo bastante grandes para cambiar el mundo, pero podemos obligar a Europa a que cambie.

Sería una torpeza negar la difícil complejidad de la situación, pero frente a los alegatos tecnocráticos vertidos como dogmas, los griegos nos han devuelto la urgencia de no olvidar que lo importante es el derecho de la mayoría a tener una existencia decente, por lo cual la reivindicación racional de la política como actividad transformadora, portadora de una nueva Ilustración es, si acaso, la gran aportación a la degradada sociedad contemporánea.