Opinión
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American Curios

La docena trágica

H

ace 12 años este domingo, millones marcharon en cientos de ciudades por todo el planeta contra la inminente guerra en Irak, incluidos cientos de miles en Estados Unidos, en lo que algunos consideran fue la movilización mundial antiguerra más grande en la historia.

Ya se había proclamado la guerra contra el terrorismo inmediatamente después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 para defender a la civilización de los salvajes que odian las libertades y los derechos fundamentales. Con ello se amplió el gobierno secreto a dimensiones sin precedente, incluido el espionaje masivo a nivel mundial, así como una persecución de disidentes de estas políticas así como contra medios y periodistas que se atrevían a delatar los abusos de los nuevos poderes asumidos por Washington tanto dentro como fuera de Estados Unidos.

Aunque ya se ha declarado concluida la guerra de Irak en por lo menos dos ocasiones (primero con Bush que proclamó: misión cumplida, sólo para multiplicar la presencia de tropas y, más recientemente, por Obama), así como la de Afganistán, el presidente, quien resultó electo en parte por su promesa de poner fin a las guerras, acaba de solicitar la semana pasada al Congreso una nueva autorización bélica para continuar las operaciones militares contra el Estado Islámico (EI) en Irak y Siria, y contra otras agrupaciones terroristas. Parece que no se cansan de la guerra.

Mientras tanto, las libertades y los derechos que Estados Unidos afirma defender con estas guerras han sufrido sus mayores ataques no por terroristas, sino por las mismas autoridades.

La lista es larga, pero incluye violaciones de privacidad por el espionaje masivo de las comunicaciones de millones de civiles por todo el planeta, la instalación de un campo de concentración en Guantánamo y el uso de tortura violando los derechos y libertades establecidas por leyes nacionales e internacionales, operaciones encubiertas de asesinatos y secuestros como encarcelación clandestina en varios países, el espionaje policiaco a comunidades musulmanas y agrupaciones pacifistas, e intentos por sofocar la libertad de expresión tanto en las calles como en los medios.

Si el objetivo del terrorismo es sembrar el terror, la respuesta política se ha basado en fomentar el temor.

Con eso, las políticas justificadas por la defensa de las libertades y los derechos han logrado lo opuesto. Los resultados han sido denunciados a lo largo de los últimos 12 años por las principales organizaciones nacionales e internacionales, desde Amnistía Internacional, Human Rights Watch, el Center for Constitutional Rights y el American Civil Liberties Union hasta la Organización de Naciones Unidas.

La semana pasada, Reporteros sin Fronteras emitió su índice anual sobre la libertad de prensa en 180 países, y ubicó a Estados Unidos en el lugar 49, tres lugares más bajo que hace un año. Indicó que Estados Unidos continúa su tendencia a la baja por lo que llama guerra sobre información y señala varios casos de periodistas sujetos a persecución legal por el gobierno federal, desde James Risen del New York Times hasta Wikileaks.

De hecho, la organización cita a Risen, quien dice que Estados Unidos “es un Estado orwelliano que se proclama como el más transparente”. Reporteros sin Fronteras denunció que el régimen estadunidense ha usado el pretexto de seguridad nacional para suprimir la libertad de información, igual que varios regímenes autoritarios. Fue con ese pretexto, señala, que el gobierno estableció el sistema de vigilancia masiva revelada por Edward Snowden y otros. Recordó que en el gobierno de Obama, por lo menos ocho filtradores de información al público, incluidos Snowden y Chelsea Manning, han sido acusados según la Ley de Espionaje, comparado con un total de sólo tres en todos los gobiernos anteriores, desde que se adoptó esa ley en 1917 (http://index.rsf.org/#!/ )

Leonard Downie, ex director del Washington Post, quien fue uno de sus editores durante el escándalo Watergate, encabezó la investigación del Comité de Protección de Periodistas sobre la libertad de información en este país en 2013, y escribió en su conclusión: la guerra del gobierno sobre filtraciones y otros esfuerzos para controlar información son los más agresivos que he visto desde el gobierno de Nixon.

También es cierto que los medios –con notables excepciones– no evitaron caer en la trampa oficial. Dean Baquet, actual director del New York Times y ex director de Los Angeles Times reconoció hace un par de semanas en entrevista con Der Spiegel que esos medios, entre otros, fracasaron en su misión: después del 11-S la prensa tradicional no fue suficientemente agresiva para hacer las preguntas sobre la decisión de ir a la guerra en Irak, ni para hacer las preguntas difíciles sobre la guerra contra el terror.

Pero sigue sucediendo. Hace unos cuantos días, en el noticiero local de NBC en Nueva York, una reportera informó sobre la nueva autorización de guerra solicitada por Obama, afirmando que era para enfrentar a grupos que no valoran para nada la vida humana. Ese tipo de frase se repite incesantemente, presentado como hecho, no como opinión.

En marzo se cumplirán 12 años de guerras. Entre 135 a 152 mil civiles han muerto sólo en Irak (https://www.iraqbodycount.org ) y millones han sido desplazados, heridos y aterrorizados en varios países atacados en la guerra contra el terror. Más de 6 mil 800 militares estadunidenses han muerto en Irak y otros 2 mil 356 en Afganistán, y, según algunos cálculos, 900 mil estadunidenses han sido heridos (al parecer, nadie sabe cuántos civiles muertos o heridos en Afganistán y otros países).

Frente a esto es difícil saber quién valora o no la vida humana, y mucho menos las libertades y derechos por los cuales oficialmente se sacrificó tanta vida humana.

¿Dónde están los millones que llenaron las calles del mundo hace 12 años?