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Barros Sierra, a 100 años de su nacimiento
Su legado en las artes sigue dando frutos

Encabezó el renacimiento de la Ofunam, de la mano de Eduardo Mata

Los cineclubes e infinidad de actividades en el teatro Carlos Lazo, entre sus herencias

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Barros Sierra acepta la venera de oro en su toma de posesión como rector de la UNAM, el 5 de mayo de 1966Foto Cortesía Cristina Barros
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Javier Barros Sierra, en la marcha contra la violación de la autonomía, que partió de Ciudad UniversitariaFoto Cortesía IISUE/AHUNAM/cu4626-17
 
Periódico La Jornada
Miércoles 25 de febrero de 2015, p. 5

El ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Javier Barros Sierra construyó en los años 60 del siglo pasado un enorme legado cultural en México que continúa dando frutos.

Impulsor de una política cultural nacional, encauzó talentos y vocaciones para consolidar un espíritu universitario alimentado por las artes, libre, abierto y generoso, del cual se han nutrido varias generaciones de mexicanos.

La punta de lanza de la labor que emprendió el maestro Barros Sierra, en el seno de la máxima casa de estudios, fue el renacimiento de la Orquesta Filarmónica de la universidad (Ofunam), de la mano del inolvidable director Eduardo Mata (1942-1995).

Con apenas 70 músicos, que pronto pasaron a 100, se conformó en 1966 el programa de una primera temporada que debía llevarse a cabo, por instrucciones del rector Barros Sierra, en la propia universidad. Así fue como también arrancaron las actividades del auditorio de la Facultad de Arquitectura.

A ese excelente primer concierto acudieron tan sólo unos 50 estudiantes y dos o tres profesores, narran las crónicas de la época. Barros Sierra tuvo voz de profeta al comentar a su director de difusión cultural, Gastón García Cantú: Esperemos. El día que los jóvenes no alcancen boleto y tiren la puerta para entrar, habremos triunfado.

Así lo narra Guillermo Fuentes García en el libro Gastón García Cantú. Recuerdo en breves trazos, en donde deja testimonio de la anécdota completa, en voz del propio Gastón: Sería en el cuarto concierto cuando eso ocurrió. Cerraron la puerta a las ocho de la noche, y los estudiantes que deseaban oír la música que jamás habían escuchado, la abrieron por la fuerza cuando iniciaba el concierto.

Para satisfacer la naciente sed estudiantil de conciertos de la Ofunam, se mejoró acústicamente el auditorio Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y Letras, que pronto también fue colmado.

Pero los jóvenes al cabo en unos siete u ocho conciertos ya no cabían más, a tal punto que decidimos hacer dos conciertos, uno los viernes de ocho de la noche en adelante, y el otro los domingos a las 12 del día repitiendo el programa. Y aún así fue insuficiente el auditorio, continúan los recuerdos de García Cantú. “Mata dio al año 114 conciertos, incluyendo algunos en la Preparatoria de San Ildefonso y, a solicitud de algunas escuelas incorporadas a la Universidad Nacional, otros en escuelas privadas, que entonces no eran tantas como hoy.

“Hay un episodio que confirma lo que la música fue para esa generación. En cierto día, me dieron cuenta que un grupo de estudiantes de la Facultad de Medicina harían una protesta interrumpiendo el concierto para que el rector, los alumnos y los profesores conocieran cuáles eran sus demandas. Advertí al rector lo que ocurriría, pasé el viernes por él (todos los viernes hacia el cuarto para las ocho, bajaba de la Dirección de Difusión Cultural en el décimo piso de la Torre de la Rectoría, al quinto piso, donde estaba el rector, e íbamos los dos al concierto), llegamos al auditorio y ocupamos nuestros asientos que, por una atención que nosotros no solicitamos, el departamento de música nos tenía apartados.

“Estábamos en la sala cuando vimos que entraban seis o siete estudiantes con la insignia de medicina: las pequeñas batas blancas. Se detuvieron en el pasillo y desde allí miraban al rector. Cruzados de brazos no dejaban de mirarlo. Entonces Javier me dijo: ‘Preparémonos, a ver a qué hora interrumpen el concierto’. Comenzó a tocar la orquesta, los jóvenes estaban oyendo en una absoluta quietud. Llegó el intermedio, no se movieron de los sitios que tenían. Inició la segunda parte, terminó, y los vimos aplaudir y salieron. Entonces Javier me dice: ‘Ve usted como la música tranquiliza hasta las fieras’”.

La semilla estaba en tierra. A partir de ese momento, la cultura se expandió en la UNAM con iniciativas tan memorables como los cineclubes y la renovada programación del legendario teatro Carlos Lazo de la Facultad de Arquitectura, así como un nuevo planteamiento para las exposiciones del Museo Universitario de Ciencias y Artes, ubicado en esa misma escuela y comandado por la artista Helen Escobedo, el cual se convirtió bajo la rectoría de Barros Sierra en un espacio dinámico y de vanguardia, siempre con las puertas abiertas de manera gratuita.