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IPN: abrir la ventana al porvenir
N

o podía ser más atinada la evaluación que al cierre de 2014 presentó Hugo Aboites, rector de la UACM, sobre el profundo contraste histórico entre la huelga 1999-2000 de la UNAM y el paro estudiantil 2014 del IPN. Mientras la protesta en la UNAM duró nueve meses y terminó con mil estudiantes en la cárcel, el movimiento espontáneo estudiantil politécnico paró el instituto por tres meses y obtuvo un Congreso Nacional (CNP) con carácter resolutivo y refundacional. Ayotzinapa fue la clave de ese contraste histórico. El escenario nacional, sobre la acumulación durante década y media de una enorme cantidad de agravios contra la juventud mexicana por los impactos de una política neoliberal que la condena al olvido, el desempleo y la violencia decadente de la economía narco, no permitió que se desplegara represión sobre el movimiento politécnico. La coyuntura nacional ha abierto una ventana de oportunidad inédita para la historia del IPN: la posibilidad de su democratización global. Lo que –si se habla en serio– significa independencia del Poder Ejecutivo, elección mediante votaciones de la comunidad politécnica de directivos (desde el director general hasta los directores y subdirectores de las escuelas) y conformación de consejos paritarios que doten a estudiantes y profesores de capacidad real de intervención en la toma de decisiones. Sólo así demos (la comunidad politécnica), podrá ser genuinamente kratos (una autoridad política efectiva). Ese es el reto de alcanzar la autonomía democrática para el IPN del nuevo siglo.

Esta coyuntura nacional es justo la que no entienden fuerzas políticas de la derecha politécnica que insisten en mano dura, en su afán de pretender acceder a la dirección general desestabilizando el IPN. Son incapaces de entender que cualquier intento de represión detonaría la respuesta inmediata del movimiento estudiantil de múltiples universidades a escala nacional. Apuntaron a confundir a la opinión pública, cuando plantearon que en la ESIA Zacatenco fue designado un nuevo director con base en un procedimiento que viola la normatividad vigente del instituto. ¡Falso!

En la ESIA sucedió un acontecimiento sumamente positivo para la democratización del politécnico, un suceso inédito en nuestra historia política. Luego de la exigida renuncia del ex director de la ESIA, Pino Durán –quien con su política neoliberal detonó el inicio del movimiento estudiantil–, en protesta al nombramiento de un miembro de su equipo como sucesor, en asamblea general la comunidad estudiantil, docente y no docente, con base en el ejercicio de votaciones democráticas, conquistó espontáneamente su derecho a elegir la terna de candidatos para la dirección. Esa terna no se definió en el Consejo Técnico, o sea al margen de la comunidad, se integró con base en un ejercicio ejemplar de democracia espontánea pero real.

Pretendiendo cerrar paso a las amplias demandas de democratización del IPN, se descalificó demagógicamente ese proceso como si hubiera sido violatorio de la ley orgánica. Nada más falso. La legislación exige que cuando se designa director interino sea nombrado por el director general, para nada prohíbe que un director interino sea nombrado a partir de admitir la terna de candidatos que democráticamente elija la comunidad de una escuela superior. Sólo a una mirada históricamente obtusa se le ocurriría que no hay que generar equilibrios. La experiencia política de la ESIA Zacatenco es ejemplar: en ella las demás escuelas tienen un prototipo de democracia real.

El IPN del siglo XXI únicamente nacerá si se dejan atrás las prácticas del verticalismo autoritario que definieron al IPN del siglo XX. El principal desafío del CNP reside en formalizar los procedimientos democráticos de elección de directivos y garantizar su cumplimiento regular con base en una nueva ley orgánica. Para avanzar en ese rumbo, es decisivo el modo en que se organice el CNP. Si el CNP se organiza ampliamente con base en principios de democracia real, de él podrá emerger el proyecto refundacional de democratización global del IPN.

Para hacer de la democracia real fundamento permanente del CNP, cabe poner énfasis en dos factores históricos cruciales.

Primero, lo más sano sería que la representación al CNP fuera lo más amplia posible, le imprimiría mucha fuerza histórica. La propuesta que desde la ESIA ciertas fuerzas políticas han planteado es muy atinada: cinco estudiantes - cinco docentes - dos no docentes. Es decir, cuatro representantes estudiantiles de licenciatura (dos por cada turno), más uno del posgrado; cuatro representantes docentes de licenciatura (también dos por cada turno), más uno del posgrado; y dos no docentes. De ninguna manera constituye una representación que suscite inviabilidad. Dotando a todas las escuelas superiores de idéntico estatus de legitimidad, una representación de esta medida sí corresponde a un CNP operativo, con debates amplios y fundamentados que garanticen pluralidad. Da sustento a la creación de una nueva ley orgánica.

Segundo, la dialéctica de la relación entre representantes y representados requiere ser real. La democracia formal –elegir representantes que se distancian de sus bases– sería peligrosamente contraproducente. Los representantes no deben tomar decisiones por sí mismos, al margen de las bases. La organización del CNP necesita garantizar la exigencia de que los representantes sean promotores y genuinos voceros de debates fundamentados en sus escuelas. La voz de los representantes debe expresar la toma permanente de decisiones sustentada en asambleas o consejos de representantes.

La coyuntura nacional e internacional del México contemporáneo es muy compleja. La democratización del IPN constituiría un significativo paso histórico adelante. Las fuerzas democráticas del IPN y su comunidad están convocadas a abrir una ventana de oportunidad al porvenir.

* Profesora de la ESE

**Profesor de la ESCA [email protected]