Opinión
Ver día anteriorMiércoles 4 de marzo de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Campañas y soberanía
L

a andanada mediática continental ha sido intensa aunque repetitiva en sus contenidos. Se la acompaña con ejemplos de alarmantes carencias de alimentos y otros artículos de primera necesidad. Los indicadores que muestran la marcha de la economía también entran, como pruebas que pretenden ser determinantes, para enjuiciar a un gobierno e, inmediatamente, calificarlo de desastroso: elevada inflación –la más alta del mundo– hoy en día, se alega. La caída de los precios de los hidrocarburos situó al gobierno venezolano en un aprieto, afirman. La crítica se acompaña, a veces, con la abultada contribución al presupuesto de los ingresos petroleros. La devaluación de su moneda da cuenta del torpe manejo de las finanzas públicas, concluyen. Habrá que dejar sentado, que mucho de esa catarata de datos es cierta, actual y que, en efecto, describe una situación de serias dificultades. Nada se difunde de sus logros sociales, por ejemplo, ser el quinto país del mundo por el número (relativo a población) de estudiantes en nivel universitario.

Pero no queda ahí el andamiaje que ha sido ensamblado para tachar al gobierno del presidente Maduro no sólo de ineficiente, sino de un variado repertorio de epítetos. Se citan, desde prominentes foros, centros de análisis, columnas periodísticas y famosos programas radiofónicos y televisivos, otros muchos referentes para apuntalar la inhumana, despótica y perversa, conducción de la política general en ese país. Los derechos humanos de los oponentes, violados, a la vista de todos, por distintos órganos policiacos es lugar común. Los renombrados opositores que han pasado a ser presos políticos conforma un renglón al que sólo se le atan, en las numerosas citas, los ilustres nombres de esos personajes. Se eliminan, del espectro difusivo, sus pasadas historias: Leopoldo López ha sido líder de un grupo pequeño de ruidosos y organizados protestantes (Voluntad Popular) íntimamente ligado a los disturbios estudiantiles; el alcalde Caracas (Jorge Rodríguez), detenido con lujo de violencia y sin previa orden judicial, es otro ejemplo de los arranques autoritarios de Maduro. Se evitan, con cinismo disfrazado, que ambos fueron actores estelares en el fallido golpe de Estado contra el presidente Chávez. A este reducido núcleo de activistas, siempre presentes o alentando las protestas callejeras, habría que añadir la actuación protagónica del varias veces candidato perdedor a la presidencia del país: el señor H. Capriles. Este joven político, permanente candidato derrotado de la oposición, fue el que alentó y dirigió el asalto a la embajada cubana en Caracas en paralelo con el citado golpe de Estado. Se presumía, con pretendida certeza y de manera por demás escandalosa, la existencia de un arsenal ahí oculto y que se usaría para imponer un régimen dictatorial Castro-comunista. El despliegue de las relaciones con países estigmatizados, como Irán, Rusia o China, alebresta, sobremanera, a la derecha venezolana y sus simpatizantes continentales. En tiempos recientes se viene tratando de ligar a ciertos líderes de Podemos, el creciente partido político español, con el patrocinio financiero venezolano. Maduro, para tales supuestos, alienta la oposición en la España de Rajoy (PP). Se trata, en resumidas cuentas, de esparcir esa clase intangible de rumores que incitan al miedo colectivo, en especial del electorado de clase media siempre temeroso a los avatares de la economía: harán de España, a través de los líderes de Podemos, un remedo chavista, se concluye después. Las más de 14 elecciones ganadas por el chavismo se ocultan siempre. Maduro, al que tratan de tirar, es un presidente electo. Los procesos electorales en Venezuela han sido celosamente vigilados por variados organismos internacionales y siempre han aprobado su validez.

Nunca, en las andanadas organizadas por la oposición venezolana y calcada por sus homólogos de la derecha y derecha extrema continental, se exhibe la enorme serie de indicadores sociales que han logrado los gobiernos de Chávez y Maduro. La salud universal, la educación para cientos de miles que antes, en el periodo dominado por los partidos que se turnaban en el poder, no podían terminar primaria. La preocupación constante por el bienestar popular y no, como antes se hacía, por los de arriba. Quizá el indicador más importante que se puede exhibir, como prueba de éxito gubernativo, es el de la igualdad (Gini). Este indicador apunta hacia una sociedad tan igualitaria, como la de Uruguay o Canadá, y muy distante de la mexicana, colombiana u hondureña, que son de las más desiguales, no sólo del continente, sino del mundo.

Todos los críticos de Maduro y su administración, casi al unísono, ignoran la intervención estadunidense en toda esta campaña de desprestigio. No elaboran sus análisis reconociendo el persuasivo diseño imperial que trata de recobrar la influencia perdida, tanto en Venezuela como en Bolivia, Brasil, Uruguay, Argentina y Ecuador. Es el gobierno de Obama el que, repetidamente, induce, a través de sus numerosas agencias de espionaje y comunicaciones, a los medios difusivos de toda América Latina y buena parte de Europa, en especial en España ( El País, El Mundo, ABC y TV Española). Hay que recordar que, casi la totalidad de los medios masivos, radio, televisión (CNN es la más activa) y prensa, están en manos de grandes empresarios, firmes, solidarios aliados de las respectivas derechas de sus países, todos con marcadas pulsiones golpistas.