jornada
letraese

Número 224
Jueves 5 de Marzo del 2015


Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate


 

Una vida en pausa
por la homofobia


Leonardo Bastida Aguilar

Este lugar tiene dos vidas: la institucional y la de la prisión, asegura Óscar Manuel Ramírez Siordia, joven de 28 años que ha pasado los últimos cinco entre las rejas del Reclusorio Oriente de la ciudad de México, debido a que ningún juez creyó en su inocencia aunque Noé confesó haber asesinado a la pareja de Óscar, aquella lejana noche del 6 de julio de 2010.

Aferrado al teléfono, su único vínculo con este mundo pausado por su ausencia durante un lustro, narra que su día institucional comienza entre las 7:00 y 7:30 de la mañana cuando va por agua a un tambo que él y sus compañeros del ala de personas de la diversidad sexual usan para recolectar el líquido y calentarlo con un resistencia eléctrica para poder bañarse.

Desde que fue admitido en la licenciatura en derecho en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, que tiene un programa de estudios en recintos penitenciarios de la capital mexicana, se aleja por unas horas de ese espacio, de esa vida de prisión, en la que todo el día se suscitan pleitos, intentos de confrontación, violencia y robos como consecuencia de que sus compañeros no se ven como una comunidad.

Esto aunado al machismo, prejuicios y discriminación contra ellos en casi todas las áreas del penal, que en algunas ocasiones ha provocado que los desnuden, los llamen constantemente jotos o maricones, les quiten la comida o el agua pero también les externen su amor, intenten conquistarlos o los busquen para obtener algún mimo, recordatorio de que hay humanidad. Sin embargo, ninguna experiencia ha sido tan mala como la hubiera imaginado antes de llegar al reclusorio.

Tiempo detenido
Pausa es la palabra utilizada por Óscar para definir esta etapa de su devenir, alejado de aquella vida en la que comía casi todas las tardes con su pareja, estudiaba comunicación e incluso, confiesa, estaba un poco alejado de la hostil realidad. El inicio fue esa mañana en que encontró el cadáver de su novio tirado en medio del departamento que compartían. El desconcierto de la situación, el saber que alguien desconocido había estado con su pareja y la indignación por el crimen no impidieron que llamara a la policía y a los vecinos.

La realidad lo golpeó de inmediato cuando la policía se la pasó interrogándolo desde su arribo al lugar de los hechos, recalcándole lo del robo de la computadora de su pareja y preguntándole si no se había encelado por lo ocurrido entre su novio y otra persona.

Ahora ya puede contar la historia con más tranquilidad. Le ha quedado claro que siempre hubo prejuicios en su contra, partiendo de que los jueces y agentes ministeriales, quienes siempre creen que el homicidio de una persona gay se debe a cuestiones emocionales porque "son muy apasionados", no agotaron las líneas de investigación y no cambiaron su parecer.

Todo lo que él dijo ante el Ministerio Público fue cambiado y ratificado por los diferentes juzgados en los que se ha revisado su caso. En su versión, él es culpable de haber asesinado a su pareja a pesar de haber un asesino confeso que les robó y se dedicaba al sexoservicio.

Una obra para la vida
Coraje es el primer sentimiento que tuvo Óscar al ingresar a prisión, derivado del abuso del que fue objeto. Miedo es la segunda palabra que pronuncia y recuerda los prejuicios que tenía sobre la cárcel.

El teatro fungió como su salvavidas. Fue la primera actividad en la que participó. Ésta le significó volver a conectarse con lo humano. Hasta el día de hoy, las horas de ensayo del grupo de teatro son “sagradas”; les dedica todas sus tardes. Por la fecha, están trabajando en la representación de la Pasión de Cristo, un viacrucis que muchos internos han vivido al intentar obtener justicia.

Óscar no es la excepción. Su caso fue retomado por la Clínica de Interés Social del Centro de Investigación y Docencia Económicas para interpelar la actitud homofóbica de los jueces, quienes determinaron que él mató a su pareja y que sus motivos para hacerlo eran de “carácter pasional”, confinándolo por 27 años y seis meses a prisión.

La estrategia legal hizo que el expediente fuera turnado al Quinto Tribunal Colegiado en materia Penal del Primer Circuito debido a que en los dictámenes periciales hubo discriminación y violación al principio de igualdad en razón de la orientación sexual.

A más de seis meses de dicha acción, no hay respuesta por parte del tribunal. El siguiente paso ha sido pedir a la Suprema Corte de Justicia de la Nación la atracción del caso, en espera de que sea revisado a la luz del Protocolo de actuación para quienes imparten justicia en casos que involucren la orientación sexual o la identidad de género, promovido por los propios magistrados del Tribunal Supremo, aunque todavía no utilizado.

#JusticiaParaOscarR
Saber que podía quedar en libertad le dio un vuelco a su sentir. Óscar confiesa que con eso su existencia volvió a tener rumbo, su personalidad se fortaleció y no volvió a creer que si estás preso no vales nada. La visión la obtuvo al comenzar a tomar clases de Derecho y por el apoyo de su familia, que nunca lo ha abandonado.

Mientras su vida transcurre en dos escenarios, la familia de Óscar ha lanzado la campaña #JusticiaParaOscarR. Él desea que el sitio web, el Facebook y el Twitter creados para apoyarlo, sean una fuente de información para que la gente que “caiga” en algún centro de reclusión, sea inocente o no, sepa que sigue teniendo derechos como el de la información, que pueda acceder a Códigos y a la Constitución.

El tiempo podría parecer muerto pero Óscar tiene un proyecto: aportar su experiencia y conocimientos a fin de que personas inocentes no pisen cárceles por delitos que no cometieron. Confiesa que es una de las mejores maneras para evitar “que te vean la cara” porque muchas personas en el sistema judicial, incluyendo abogados defensores, sólo buscan el lucro.

“Si saliera quiero darle continuidad a mis estudios de derecho, dar testimonio de todas las experiencias que he vivido, más allá de las injusticias que ya se sabe que ocurren acá, hablar de las experiencias humanas, de la gente que está adentro y tiene valores. Esto debe ayudar a quitar las etiquetas –una pérdida de tiempo– y propiciar que prevalezca lo humano”, dice en tono reflexivo y calmado. Al fondo se oye el bullicio de un espacio donde las rejas no merman su libertad para pensar y mirar al futuro.



 

 


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