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Ver día anteriorJueves 5 de marzo de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Bibi el travieso
E

l primer ministro de Israel es un travieso. Benjamín Netanyahu (cuyo apodo es Bibi) suele patinar por la libre y lo hace con éxito. Casi siempre se sale con la suya. A últimas fechas, sin embargo, no ha conseguido su cometido. He aquí un par de ejemplos.

A raíz de los ataques contra el semanario satírico Charlie Hebdo y un supermercado kósher, el presidente francés, François Hollande, convocó a una manifestación masiva en Francia para condenar esos actos terroristas. En París salieron a la calle un millón de personas, incluyendo a unos 50 jefes de Estado y de gobierno.

Netanyahu anunció que iría a la manifestación. El gobierno francés le pidió que no asistiera pero Bibi viajó a París. Hollande decidió entonces invitar al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas.

El próximo de 17 de marzo habrá elecciones en Israel y Netanyahu está enfrascado en una apretada contienda con Yitzhak Herzog, el líder de la oposición laborista. Con su viaje a Francia quiso dar muestras de su vigorosa oposición al terrorismo y ostentarse como un hábil diplomático. Pero el tiro le salió por la culata cuando, estando en París, invitó a los judíos franceses a emigrar a Israel. Su oportunismo político se puso en evidencia.

Hace dos días Netanyahu se vio aún más oportunista al comparecer ante una reunión conjunta de las dos cámaras del Congreso de Estados Unidos. Desde luego que no tiene nada de extraño que un jefe de Estado o de gobierno extranjero hable ante el pleno del Congreso en Washington. Pero en esta ocasión fue un error.

Primero, Netanyahu está en plena campaña electoral en su país. Tanto es así, que un juez pidió que se transmitiera el discurso en Israel con un retraso de cinco minutos para que las autoridades electorales pudiesen censurar alguna parte del discurso que incidiera en la contienda electoral.

Segundo, la invitación a Netanyahu la hizo el presidente de la cámara baja, el republicano John Boehner, sin consultar a los diputados demócratas ni a la Casa Blanca. El presidente Barack Obama enfureció y más de 50 representantes demócratas se ausentaron.

Tercero, lo que hizo enojar a Obama no fue sólo la forma sino el fondo del contenido del discurso.

En noviembre de 2013 los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia) y Alemania acordaron un plan de acción para negociar con Irán el fin de las sanciones contra ese país a cambio de asegurar que su programa nuclear se limite a fines exclusivamente pacíficos. La idea es levantar las sanciones económicas en función de muestras fehacientes de que no existe una intención por parte de Teherán de construir una bomba nuclear.

Las negociaciones han entrado en su fase final y se espera un acuerdo a finales del presente mes. Aún no se sabe si habrá o no un acuerdo. Y Netanyahu fue a Washington para alertar a los congresistas estadunidenses sobre los peligros de cualquier acuerdo con Irán. Sea cual fuere el pacto que se concluya con Irán –dijo–, será un acuerdo malo.

Su presencia en el Congreso estadunidense fue todo un éxito. Fue ovacionado continuamente y, para efectos del electorado israelí, apareció como un estadista. Se mostró dispuesto a desafiar a cualquier país que pretenda negociar con Irán. Según Netanyahu, es imposible negociar con el diablo.

El primer ministro israelí conoce bien a Estados Unidos. Vivió en Estados Unidos, en las afueras de Filadelfia, unos seis años en dos etapas (cuando era chamaco y luego como adolescente). De ahí su inglés impecable. Eso fue una de las cosas que me impresionó cuando lo traté bastante entre 1984 y 1988. Él era el representante de su país ante la ONU en Nueva York y yo el alterno del mío.

Me pareció un tipo inteligente aunque chocante. Tenía una agenda clara aunque en esa época Israel ya había perdido su encanto: había dejado de ser el Estado socializante y secular conducido por el Partido Laborista.

Con Menajem Begin y luego Yitzhak Shamir el partido Likud, con sus aliados religiosos, inició una política muy dura contra los palestinos, tanto dentro de Israel como en Cisjordania y Gaza. Netanyahu es el heredero de esa política cuyo propósito fundamental es evitar la llamada solución de dos estados. Como representante de esos gobiernos a Netanyahu le tocó remar contra la corriente en la ONU. El aislamiento de su país en la Asamblea General era ya patente. Mas no en el Consejo de Seguridad, en el que Estados Unidos recurría a su veto para defender a su aliado.

Resulta imposible aquilatar el impacto que tendrá el discurso de Netanyahu en Israel. Los comicios dentro de 15 días nos dirán si logró cambiar el debate político de la campaña de los temas económicos que plantean los laboristas a los temas de seguridad nacional y la amenaza nuclear iraní.

Tampoco se puede saber cómo incidirá el discurso en el Congreso y la opinión pública estadunidense. Por lo pronto ha introducido un elemento de política partidista que ha ahuyentado a no pocos demócratas. Se pone en peligro así lo que han sido décadas de un apoyo irrestricto del Congreso en torno a los temas de Israel. Y en materia de seguridad, el respaldo del Congreso estadunidense a Israel ha sido total. Sólo cabe recordar el respaldo unánime de ambas cámaras en julio del año pasado a los ataques contra Hamas en Gaza.

Hace un cuarto de siglo que Netanyahu viene diciendo que Irán está a cinco años de adquirir armas nucleares. Hoy dice que está a un año. ¿Hasta cuándo lo seguirá diciendo?

Para mí, lo más curioso del debate sobre la presencia de Netanyahu en Washington es que en los medios de comunicación no escuché ni leí una sola mención al arsenal nuclear israelí.