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Jorge Alberto Gudiño publica en Alfaguara una novela difícil de clasificar

Justo después del miedo explora la violencia desde un nivel más personal y brutal

Nos acercamos a ese acostumbrarse a que haya veintitantos mil desaparecidos, y a ciento y tantos mil muertos en la guerra contra las drogas, lamentó el escritor en entrevista

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También es autor de Los trenes nunca van al este, Instrucciones para mudar un pueblo y Con amor, tu hija, con el que obtuvo el Premio Lipp de Novela Foto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Domingo 8 de marzo de 2015, p. 4

La violencia. La maldad. El instante preciso en el que el miedo se transforma en otra cosa y es capturado en una fotografía. En medio de todo, un asesinato y un misterio, la relación entre un hijo y su padre, de oficio relojero, que optó por abandonar a su familia. Hasta ahí la trama de la novela Justo después del miedo, del escritor Jorge Alberto Gudiño, que queda fuera de cualquier intento de clasificación en alguno de los géneros literarios.

Es parte terror, parte novela negra, parte novela sicológica. Me parece que de mis novelas es la más difícil de definir. Quise explorar el miedo, no como el terror, no dentro de ese género, sino el miedo que sentimos cuando a las personas comunes y corrientes nos pasan cosas.

Jorge nació en la ciudad de México en 1974, y ha escrito otras novelas, entre las que se encuentran Los trenes nunca van al este, Instrucciones para mudar un pueblo y Con amor, tu hija, que obtuvo el Premio Lipp de Novela. Es profesor universitario y conduce el programa de radio La tertulia, al lado de Mayra González.

Esta nueva novela, publicada por Alfaguara, es la exploración del miedo, pero también de la violencia desde un nivel más personal y brutal. “Uno de los grandes problemas de la violencia que vivimos en México es que es masiva y muy cotidiana, coincido contigo en que no hay que acostumbrarnos, porque es lo peor que nos podría pasar, pero de alguna forma nos acercamos a ese acostumbrarse a que haya veintitantos mil desaparecidos, que haya ciento y tantos mil muertos en la guerra contra las drogas y siempre están un poco lejos.

“Lo que ha dado sonoridad al asunto de Ayotzinapa es que los estudiantes desaparecidos tienen cara y que las personas que empezaron a buscarlos eran sus familiares, sus padres, ya no eran 43 desaparecidos sin nada que los pudiera vincular con nosotros. Tienen nombre y era muy fácil encontrar alguna relación o alguna forma de empatizar con ellos. Ese tipo de violencia es lo que hace que uno reflexione en torno a estos temas, pero uno no puede hacerlo de forma masiva, no puede tener una novela con 25 mil desaparecidos.

Una de las cosas que me preocupan como escritor es intentar entender qué pasa por la mente de los demás. Finalmente, toda esa violencia que está pasando va permeando nuestra vida cotidiana, y a la larga, al menos en mi caso, va permeando la literatura. Aunque debo decir que escribí la novela antes de que ocurriera lo de Ayotzinapa.

En el libro la fotografía deja de ser un mito. La fotografía como engaño.

–Eso podría decirse también de la literatura.

–Sí, por supuesto, pero la literatura, siempre hemos sabido, es un engaño que nos cuenta historias falsas, nos dice cosas que están claramente escritas para provocarnos sensaciones, emociones o confrontaciones con uno mismo, pero también tenía esta intención de desmitificar la fotografía como registro fiel de la realidad, porque no lo es. La fotografía cuenta una historia muy parcial y también es un engaño, porque captura un instante y no sabemos qué pasó antes o después.