Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 8 de marzo de 2015 Num: 1044

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El cuento de
Amaramara

José Ángel Leyva

Sexo y literatura
Jorge Bustamante García

Yo a usted la amé...
Alexandr Pushkin

Clanes y caudillos
en la Revolución

Sergio Gómez Montero

Bei Dao, una isla
sin mar

Radina Dimitrova

Poemas
Bei Dao

Hermann Nitsch
en México

Ingrid Suckaer

Leer

Columnas:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 
 

Hugo Gutiérrez Vega

Avatares de la política exterior mexicana (III Y ÚLTIMA)


John F. Kennedy y Adolfo López Mateos

La embajada de México en Gran Bretaña estaba acreditada también ante el gobierno de Islandia. Tuve la fortuna de acompañar a nuestro embajador, Vicente Sánchez Gavito, a presentar credenciales a la capital islandesa. El viaje estuvo amenizado por una tormenta invernal que nos obligó a aterrizar en Oslo. Ahí nos recibió el embajador Rodolfo Usigli, que tenía ya cinco años de vivir al lado de su amado dramaturgo Ibsen. Pasamos tres días en la capital noruega que fueron muy agradables a pesar del intenso frío. Vimos en el Teatro Nacional una seria y profesional puesta en escena de El pato salvaje, comimos bacalao y arenques preparados de distintas maneras y, cuando nos despidió en el aeropuerto el querido Rodolfo, nos dijo: “Pues aquí me dejan ustedes, en mi osledad.” Llegamos a la isla de los Eddas y las Sagas y el excelente Halldör Laxness y nos alojamos en el Hotel Saga. Había pasado la tormenta, pero el paisaje nevado contrastaba con el cielo de un azul cobalto. Después de la comida nos sentamos en la terraza del hotel y Vicente bebió en pequeños sorbos su ración de escocés. Fue entonces cuando le pregunté sobre el papel desempeñado por México en la OEA en defensa de Cuba. Vicente era nuestro embajador ante el organismo panamericano y Adolfo López Mateos ocupaba la Presidencia de la República. Vicente me contó en detalle lo sucedido en la sesión nocturna del organismo mangoneado por el imperio. Nuestro embajador luchó contra viento y marea, argumentó, hizo un llamado a la conciencia de los pueblos americanos y mantuvo su posición de defensa de la Isla agredida, hasta poco antes de la votación definitiva. Recordarán los lectores que el gobierno imperial había decidido expulsar a Cuba de la OEA e iniciar una serie de siniestras sanciones. Me contó Vicente que se hizo un receso y él lo aprovechó para comunicarse directamente con López Mateos. Le explicó la situación y le pidió instrucciones. López Mateos, tranquilo y decidido, le dijo las siguientes palabras: “Vicente, en ese voto va de por medio nuestra soberanía y la autonomía de todos los pueblos de América. Tenemos que mantenernos firmes. Vote en contra de la propuesta de Estados Unidos y defienda usted a Cuba con sus mejores armas retóricas.” El embajador Sánchez Gavito se sentó tranquilamente en su escaño y esperó la andanada del buque insignia de la diplomacia de la Casa Blanca. La catilinaria anticomunista fue terrible y ominosa. El embajador mexicano escuchó con calma la perorata imperial y los discursillos hueros y sumisos de los representantes de las repúblicas bananeras y de los grandotes de América del Sur. Todos, por supuesto, se adherían a la propuesta de Washington. Llegó el turno de México y Vicente tomó la palabra. Recuerdo que era un orador sabio y prudente, muy alejado de las florituras retóricas y de los lugares comunes de la demagogia internacional. Dio una breve lección, sin tono magistral, sobre la autonomía, la soberanía y la autodeterminación de los pueblos; recordó la doctrina Estrada, que es la base de nuestra posición en política internacional; señaló que era indispensable que los países representados ante la OEA mantuvieran una posición independiente y no cayeran en la sumisión. Terminó su discurso y dio el voto de México en contra de la propuesta de Estados Unidos y en defensa de Cuba. Fue el único voto a favor de la Isla asediada, pero, a pesar de su precariedad, fue suficiente para salvar un poco de la vulnerada dignidad del sumiso organismo internacional. Vicente recordaba los rostros enfurecidos de los emisarios imperiales. Terminó la reunión, nuestro embajador abandonó el salón, llegó a su residencia, se sentó en una butaca, sacó su medida de plata y se preparó su escocés con un poco de agua natural. “Fue el mejor trago de mi vida”, me comentó Vicente Sánchez Gavito, ejemplar embajador de México.

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