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Ver día anteriorLunes 9 de marzo de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La reforma energética está en marcha en la industria petrolera
D

esde inicios de este siglo se ha producido una serie de cambios en la industria petrolera mundial que ha modificado radicalmente el entorno en que las empresas deben operar. El cambio tecnológico acelerado se ha dado no sólo en el aspecto más difundido –la fracturación hidráulica y la perforación horizontal, que han dado lugar a la revolución del shale– sino también en materia de perforación en aguas profundas y ultraprofundas, lo mismo que en lo que hace a técnicas de recuperación mejorada.

Estos cambios son de particular relevancia para México, dado el perfil de los recursos potenciales de hidrocarburos con los que contamos. La mayor parte de nuestra producción futura deberá provenir de recursos no convencionales, como los que se encuentran en Chicontepec, de características similares a las del shale, así como de aguas profundas y del mayor aprovechamiento de los campos que hemos explotado por décadas.

La estructura de la industria predominante hasta antes de la reforma energética, con Petróleos Mexicanos (Pemex) como participante único, no era la más adecuada para afrontar la transición hacia este tipo de yacimientos.

En aguas profundas y ultraprofundas, los elevados montos de inversión y el perfil de riesgo de cada proyecto han llevado a que el modelo de explotación involucre consorcios de grandes empresas asociadas por proyecto, para compartir la inversión y el riesgo.

Las técnicas de recuperación mejorada, que elevan el porcentaje de los recursos que se pueden recuperar, por su parte, requieren tecnologías no sólo muy avanzadas, sino adaptadas a cada tipo de yacimiento, lo que implica que ninguna empresa en lo individual las domine todas.

En suma, dada la realidad geológica de México y las implicaciones de la tecnología requerida para aprovechar cabalmente nuestros recursos de hidrocarburos, el presidente Enrique Peña Nieto presentó, con visión de futuro, la iniciativa de reforma energética que el Congreso afinó y aprobó; una transformación radical de la estructura de la industria petrolera que nos permite asegurar, ahora sí, el aprovechamiento óptimo del petróleo mexicano. El interés despertado por la ronda uno de asignaciones para producción y exploración, a pesar de la caída reciente de los precios, muestra que la reforma de la industria comienza a surtir efectos, en un proceso en el que, por su propia naturaleza, la nueva producción se concretará necesariamente a largo plazo.

Si la reforma energética abrió el mercado a nuevos actores en la industria, elemento esencial para fomentar la creación de empleos y las inversiones en nuestro país, al mismo tiempo apuntó, certeramente, a otro cambio imprescindible para lograr el objetivo de maximizar el aporte del petróleo al desarrollo del país. En efecto, al cambiar la estructura de mercado de un monopolio a una situación de competencia, el brazo productivo del Estado, Pemex, debía transformarse también para poder prosperar en un entorno competitivo.

La reforma energética ha dotado a Pemex con los instrumentos necesarios para encarar la competencia. Al mismo tiempo, a la mayor empresa del país le corresponde transformarse en lo interno para estar a la altura de las circunstancias.

En este terreno, la reforma energética comienza también a dar resultados. Se ha puesto en marcha el proceso de transformación de Pemex. El nuevo modelo de gobierno corporativo, con cinco consejeros independientes, ratificados por el Senado, está ya en funcionamiento. Luego de cumplir los requisitos que la propia reforma le fijó en materia de transparencia, fiscalización y rendición de cuentas, Pemex se convirtió ya, formalmente, en una empresa productiva del Estado.

Dado el nuevo carácter de la empresa, y luego de analizar las mejores prácticas a escala mundial y de adaptarlas a las particularidades de México, se aprobó la nueva estructura de la misma, que está diseñada para facilitar la colaboración entre las distintas áreas, eliminar duplicidades y centralizar la procura para generar ahorros, lo que nos está permitiendo avanzar hacia un esquema administrativo mucho más eficiente de gestión por procesos.

Como resultado de la reforma, Pemex dispone de autonomía presupuestal, operativa y de gestión, de mayores mecanismos de control interno propios de una empresa moderna, así como de facultades para estimular a sus trabajadores, que son de hecho su principal activo, bajo criterios de productividad y eficiencia. Es por ello que estamos poniendo en marcha un sistema meritocrático de compensaciones, que genere los estímulos y proporcione las herramientas a los trabajadores para desarrollar sus habilidades y contribuir a los objetivos de la compañía. De hecho, la transformación de Pemex en una empresa competitiva supone, y estamos empeñados en ello, el desarrollo de una nueva cultura corporativa; una cultura orientada al trabajo en equipo para alcanzar el objetivo que la Constitución le fija a Pemex: generar valor para los mexicanos.

La reforma energética ha desatado un proceso de transformación radical de la industria y de Pemex. La industria petrolera mexicana está llamada a convertirse en una palanca de desarrollo económico de México, no sólo por las previsiones sobre contenido nacional en el nuevo marco legal, sino por el aumento sustancial en el volumen de actividad, de inversión y de generación de empleos, que será el resultado de la entrada de nuevos participantes y del fortalecimiento de Pemex.

* Director general de Pemex