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Ver día anteriorMartes 10 de marzo de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Para qué se niega el Holocausto y se justifica a los nazis?
L

as respuestas que recibió mi anterior artículo, sobre la negación del Holocausto, prueban cuan vigoroso es el antisemitismo en México y muestran que estoy en lo correcto al denunciar las formas y los orígenes de esa variante de racismo, que Hanna Arendt definió como un insulto al sentido común.

La primera réplica a mis críticos consiste en explicar algo elemental: mi artículo anterior y los dos precedentes sobre los crímenes del Estado de Israel en Palestina, son reseñas, es decir, la presentación de algunas ideas centrales de los libros y la invitación a leerlos. Debe entenderse, entonces, que las pruebas y los fundamentos están en aquellos libros, no en las reseñas que invitan a leerlos.

En segundo lugar, es completamente antihistórico suponer que una atrocidad elimina por sí misma la verdad de otra atrocidad. Pensar que los crímenes de lesa humanidad del Estado de Israel contra el pueblo palestino (posteriores a 1948) invalidan el Holocausto (1941-1945) es, por lo menos, un insulto a la inteligencia. En fin, el argumento según el cual los nazis únicamente defendieron a Alemania de la amenaza sionista y del racismo judío es igualmente antihistórico, además de profundamente racista. Quizá habría que hablar de ello, pero es otro el tema en que quiero detenerme hoy.

Una vez más con base en Pier Paolo Poggio (Nazismo y revisionismo histórico) quisiera invitar a leer sobre los mecanismos mediante los cuales algunos revisionistas niegan el Holocausto: el negacionismo no es más que la radicalización fanática de una postura que ha gozado siempre de un consenso muy amplio, que incluye a cuantos niegan las políticas de exterminio (no sólo de judíos) a manos de la Alemania hitleriana. En sus orígenes está basado en su totalidad en la presentación sugerente de datos cuantitativos ­inventados.

El documento más antiguo, que citan todos los negacionistas, es un cómputo oficial inexistente de la Cruz Roja, según el cual el total de víctimas de la persecución racial, política y religiosa de los nazis no habría superado 300 mil. Entre 1946 y 1950 en diversas revistas, algunas de ellas con supuestas fuentes judías, se jugó con esa cifra, extendiéndola hasta no más de un millón 500 mil. Con ese documento falso (y aunque no hubiese sido falso), los pro nazis lanzaron una campaña de desinformación basada en la cifra de 300 mil. La operación tiene éxito, porque numerosos periódicos y revistas retoman la cifra aparentemente de buena fe, a pesar de los desmentidos del Comité Internacional de la Cruz Roja. En los años setenta, otros negacionistas, fundados en cifras oficiales de la ONU (falsas, una vez más), rebajan la cifra a 200 mil.

La técnica de los negacionistas es muy eficaz ante un público desinformado y prejuicioso: Se construye una fuente alternativa, recubierta de neutralidad y objetividad, y no se dejan de repetir sus supuestas afirmaciones hasta que se vuelven aparentemente parte integrante del material documental, ya sin necesidad de remontarse al original. A la falsificación y su repetición, se suman testimonios posteriores igualmente falsificados o que presentan una parte como el todo. Así, se construye una realidad paralela, alucinatoria y fantasmagórica, que retroalimenta los prejuicios antisemitas.

A eso le siguen ejercicios intelectuales más complejos, que Poggio desmonta cuidadosamente. La relativización de la historia (y la negación de la posibilidad de verdad) permite minimizar el Holocausto y justificar al nazismo, con una intencionalidad política muy precisa: la versión de la historia de estos nuevos radicalismos nacionalistas busca acabar con Auschwitz y la particularidad del Holocausto, y colocarse por encima de la izquierda y la derecha tradicionales presas de una crisis de identidad sin salida. Así, la normalización histórica del nazismo toma distancia de la ultraderecha neonazi, porque busca la confrontación y el diálogo constantes con la izquierda, sobre la base del anticapitalismo y el rechazo al sistema liberal-democrático, así como un fuerte discurso nacionalista étnico que, con un lenguaje aparentemente progresista, revive el racismo y confluye con la ultraderecha en su relanzamiento de la conspiración judía como el enemigo a vencer.*

Ahora bien: por supuesto que el Holocausto ha sido usado desde 1948 por el Estado de Israel, y desde 1967 por los lobbies judíos en Estados Unidos, para justificar los crímenes de lesa humanidad cometidos por israelíes en los territorios palestinos. Pero esa es otra historia, que requiere su propio espacio.

Pd. De jueves a domingo iniciaré la discusión de mi libro recién publicado, 1915: México en guerra, en diversas localidades de Oaxaca. Informes en mi cuenta de Twitter.

* Ya hemos mostrado la irrupción de ese discurso en México

Twitter: @PASalmeron