Aj tóojol: espejismo astillado
de la memoria

La heridas abiertas de la memoria siguen sangrando en nuestros padres y nuestros abuelos porque las generaciones que vienen han olvidado y reproducen los prejuicios que trajeron los ts ’uules. Urge sacar esas astillas de la memoria colectiva por la reconstitución de nuestros pueblos porque la memoria resulta ser el medio más efectivo para recorrer el camino de la autonomía y la libertad.

 Janil Yumil Uc Tun  

Frente al espejo se cubre las mejillas torpemente con polvos de colores prestados. En tanto los pronunciados pómulos se tiñen de carmesí, así como sus robustos labios, se fija de que a sus cejas le falta acentuarse de negro. Un vestido rojo que apenas le queda en los hombros y le sobra en las caderas le cubre partes de su cuerpo, dejando expuestas sus piernas recién rasuradas y rasposas. En el centro del pueblo se escuchan los voladores que marcan las festividades del carnaval. Apura el paso que resulta torpe y poco grácil a causa de la altura de los tacones. No está acostumbrado a usarlos. Camina y suda debajo de su vestido rojo. La gente se va concentrando en un espacio muy reducido, que dificultaría a cualquier infante respirar con facilidad. En el centro hay demasiada gente y demasiados flashes y reflectores. Junto a él, otros jóvenes vienen acercándose a la tarima donde todos los concursantes portan vestidos cortos y peinados extravagantes. El furor de la gente no se preocupa por ser discreto y pide a gritos que inicie el evento. Los muchachos caminan por una alfombra roja hasta llegar a un tubo de aluminio, donde desafían a la gravedad ejecutando acrobacias que demuestran su destreza y sensualidad con la música a todo volumen. Así pasan los demás jóvenes. Al cabo de esa sección, inicia otra donde son mujeres las que visten de pantalón y saco. Las carcajadas y fotografías de la gente impulsan a los jóvenes a bailar y exhibirse en un evento que forma parte de las festividades de muchas comunidades mayas, conocido como Xtoles.

Muchas veces suele pasar que el espejismo de la memoria nos pone trampas cuando realizamos ritos, costumbres o tradición sin entender exactamente por qué lo hacemos. Éste es el caso de los Xtoles. Pasa como los racimos de flores que venden en las calles para consumo instantáneo y que si tienen suerte acabarán en un florero para prologar su agonía y finalmente secarse y dejar caer sus pétalos. El término Xtoles es como ese racimo de flores al que se le han cortado las raíces porque sólo así, cuando lo escuchamos los que entendemos un poco de la lengua maya, no logramos encontrarle sentido a la palabra. Pero cuando le preguntamos a los abuelos, ellos nos iluminan y nos dicen que en realidad la palabra viene de toojol y esta refiere a un verbo, el cual trasladado al español tendría su significado más cercano en alertar. Esta cuestión lingüística nos acerca un poco más a la astilla de donde el dolor brota, pero aún no sabemos con exactitud dónde se encuentra para poder sacarla.


Tlatongo, Oaxaca. Foto: Luis Jorge Gallegos

Durante la colonia, los indígenas mayas ya sometidos bajo el dominio español todavía conservaban algunas actividades rituales, entre ellas el Balmts ’am, que en español sería traducido como teatro. En esta época de locura desbocada de los ts ’uules se le permitía a los indígenas sobrevivientes representar danzas y obras para el entretenimiento del patrón. Es entonces donde los abuelos aprovechaban para hacer obras satíricas en las que se mofaban de los vicios y falsos moralismos de los hombres blancos antes del miércoles de ceniza. Aquí es donde se daba esta danza de los aj t óojolo’ob, y consistía en que los jóvenes llevaban a cabo un plan para derrocar la figura del rey feo. A mí parecer, es la reconstrucción a través de una pequeña rendija de la memoria sobre el Popol Vuj en que los jóvenes Xbalamque y Jun-Apju vencen a Camazotz y los señores del Xibalbá por medio de una danza.

En el tiempo antes de la llegada de los hombres de armadura reluciente, los abuelos mayas habían desarrollado un sistema de comunicación muy organizado que consistía en la asignación de un cargo político a un joven que pudiera tener habilidades para la lengua y el lenguaje, así como hermenéutica y prudencia para llevar de pueblo en pueblo mensajes que alertaban sobre huracanes o sequías, guerras o invasiones. Además de todo esto el joven tenía que tener, a su vez, gran velocidad y habilidades de orientación para andar en caminos difíciles. De este modo, el joven aj Tóojol lleva el mensaje a otro pueblo, el cual le entrega al Aj Tóojol de ese pueblo para que la cadena continúe.

¿Qué pasó en el tiempo para que el término Aj Tóojol, que refiere un heraldo de la rebeldía, cambie a xtoles que es aparentemente una palabra sin sentido?  En la lengua maya el prefijo aj se utiliza para masculinizar y sustantivar un verbo. Es decir, el término toojol refiere a lo antes dicho, un verbo que significa advertir, pero al anteponerle el prefijo aj se convierte en heraldo o mensajero. Pero ¿qué pasa cuando ponemos x en lugar de aj? El término sigue conservando su carácter de sustantivo, pero pasa a ser femenino. Hacer este tipo de cambios era muy común entre los ts’uules (y lo sigue siendo) para feminizar a los hombres, lo cual desde la visión que trajeron los invasores era caer en lo más bajo y ofensivo. Además de esto, la palabra también sufrió la castellanización al pasar del plural en maya (o ’ob) al del español (es), así es el caso de muchos verbos como ts’alear, apescar o chalear, que son verbos originalmente mayas que han sido castellanizados. Como es el caso de muchos nombres de pueblos como lo son Tekit de Regil, Suma de Hidalgo o Tekal de Venegas. Términos que son originalmente mayas que perdieron su raíz por la falta de buen pronunciamiento del ts’uul o por malicia que deja una astilla más en nuestros pueblos.

Hoy en día la importancia de los aj t óojolo’ob ha sido relegada a la memoria de los abuelos y abuelas que aún nos platican de los tiempos de antes de la colonia y durante ella. Los jóvenes ya no saben ni lo que festejan y degradan la memoria de estos expertos hermeneutas que lograron avisar a los pueblos a los que llegaban los ts ’uules y eran una extensión de la rebelión indígena de Jacinto Kan Ek, Cecilio Chi o el general May. La función que cumplían los aj t óojolo’ob ha sido sustituida por los teléfonos celulares. La memoria de los pueblos a las USB, y los ritos a la televisión. La conquista ejecutada en Yucatán ha sido casi perfecta porque nosotros mismos como indígenas nos burlamos y segregamos la lengua y las costumbres, la cual sigue construyéndose con la ayuda de las instituciones de gobierno. La heridas abiertas de la memoria siguen sangrando en nuestros padres y nuestros abuelos porque las generaciones que vienen han olvidado y reproducen los prejuicios que trajeron los ts ’uules. Urge sacar esas astillas de la memoria colectiva por la reconstitución de nuestros pueblos porque la memoria resulta ser el medio más efectivo para recorrer el camino de la autonomía y la libertad.

Mientras tanto, los jóvenes travestidos regresan a sus casas muy entrada la noche  con los tacones rotos, pero con un premio en efectivo y con su rostro esperando ser impreso en los periódicos locales del día siguiente. El carnaval ya terminó.

Janil Yumil Uc Tun, joven escritor maya yucateco.