Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 15 de marzo de 2015 Num: 1045

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Los vajilleros
desaparecidos

Agustín Escobar Ledesma

Ritos expiatorios y
consenso social en
la postmodernidad

Michel Maffesoli

Ajedrez en la Plaza
de Santo Domingo

Christopher García Vega

Blanca Varela y
Guillermo Fernández

Marco Antonio Campos

Olvidar para aprender
Manuel Martínez Morales

Charlie Hebdo, la libre
expresión y la ética

Didier Fassin

En contra de la
irresponsabilidad

Annunziata Rossi

El Nuevo año
José María Espinasa

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Cinexcusas
Luis Tovar


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Hugo Gutiérrez Vega

Palabra preliminares para archipiélago de mujeres

En 1943 la unam publicó Archipiélago de mujeres, de Agustín Yáñez. Este libro contenía siete novelas cortas y un prólogo, en el que el autor describe los rasgos principales de su tiempo histórico. La edición se enriqueció con los excelentes grabados en madera del escenógrafo y pintor Julio Prieto. Unos años más tarde, la legendaria Colección Austral, de Espasa Calpe, publicó tres de las novelas de Archipiélago con el título de Melibea, Isolda y Alda en tierras cálidas.

En el prólogo, Yáñez hace un ingenioso juego pirandelliano en el que la ficción sobre la ficción enfrenta la problemática del autor y sus personajes. Don Agustín nos informa que quien escribió las siete novelas fue su compañero y amigo Mónico Delgadillo, a quien llama “autor de estos sueños con diferentes aires de mujer”. Mónico nació en Guadalajara en 1904, y murió en Yahualica en 1935. Lo describe como un estudiante tímido y como una persona insignificante, desde el punto de vista literario, según lo decretó uno de los pontífices de la revista Arte y Letras, “su prosa no tiene ni pies ni cabeza”. Yáñez intenta defenderlo, más la granizada de “peros” hizo imposible la solidaridad. Estas fabulaciones buscan ubicar las siete novelas en un género nuevo y, al mismo tiempo, describen el tiempo real de la pequeña ciudad en la que nació una de las revistas fundamentales de nuestro país, Bandera de provincias. El personaje de Yáñez recorre las calles de la “clara ciudad” y conversa con sus intelectuales: Cueva, González Luna, Gómez Robledo, Palacios, Cardona y el propio Yáñez; escucha música en las casa de José Arriola Adame y Enrique Díaz de León y, ya estudiante de medicina, se relaciona con los excelentes facultativos tapatíos.

En la vida de Mónico aparecen los enigmas de Elea, los castillos de Kant, las voces de Platón y Plotino, los místicos medievales, Bergson, el “fatigoso laberinto de los sistemas” y los remansos de Epicteto, Pascal y Nietzsche. Envía a su personaje a Nochistlán y, más tarde, a la capital de la República en donde intentó “hacer que la vida rindiera”. Ahí desaparece.

En las siete novelas ya se anuncia el esplendor de la prosa de Yáñez, que llegará a su momento culminante en el acto preparatorio de Al filo del agua. Esa prosa, sin duda una de las más ilustres de nuestro siglo XX, dio sus primeros frutos en Flor de juegos antiguos y Genio y figura de Guadalajara, texto narrativo que recuerda, en algunos aspectos, a los Dublineses, de Joyce.

Las mujeres de estas novelas, que giran en torno al misterio de lo femenino, son arquetipos literarios y, al mismo tiempo, invenciones que trascienden la realidad cotidiana. Alda, Melibea, doña Endrina, Desdémona, Oriana, Isolda y doña Inés son los personajes de un breve ciclo novelístico que, además de su ingenio, tiene ya las características de una búsqueda de nuevas formas de lenguaje y de construcción narrativa.

Cuenta don Agustín que, poco después de la muerte de Mónico Delgadillo, se encontraron apuntes en los que analizaba algunos aspectos de la personalidad de Antígona, Cordelia y Helena de Troya. Este hecho indica que el malogrado Mónico pasó sus últimos años pensando en lo femenino y admirando sin medida a las mujeres emblemáticas de la historia literaria. Tanto el personaje como su autor nos entregan en estas narraciones su visión del mundo a través de la sensibilidad, la intuición, la belleza, y la bondad que forman la esencia de lo femenino.

No exagero al decir que con estas novelas se inició la literatura mayor de ese genial prosista, de ese ingenioso fabulador que fue Agustín Yáñez.

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