Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 15 de marzo de 2015 Num: 1045

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Los vajilleros
desaparecidos

Agustín Escobar Ledesma

Ritos expiatorios y
consenso social en
la postmodernidad

Michel Maffesoli

Ajedrez en la Plaza
de Santo Domingo

Christopher García Vega

Blanca Varela y
Guillermo Fernández

Marco Antonio Campos

Olvidar para aprender
Manuel Martínez Morales

Charlie Hebdo, la libre
expresión y la ética

Didier Fassin

En contra de la
irresponsabilidad

Annunziata Rossi

El Nuevo año
José María Espinasa

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Luis Tovar
Twitter: @luistovars

Guadalajara XXX (I DE III)

Hará bien el Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG), que en esta edición cumple treinta años de celebrarse –incluida su transformación de Muestra de Cine Mexicano a festival internacional–, si porfía en el empeño de volverse referente ineludible para pulsar el estado en que se encuentra la cinematografía iberoamericana, condición que hasta la fecha todavía le corresponde a otros eventos fílmicos, no necesariamente más longevos pero sí de vocación más claramente definida desde sus inicios, como el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de la Habana, el colombiano festival de Cartagena y el argentino en Mar del Plata.

Hará bien porque con esa intención seguirá abonando, como lo ha hecho desde hace poco menos de una década, a la difusión de un cine virtualmente desconocido en México –situación que no es diferente, por cierto, a la de muchas otras partes del mundo, comenzando por Latinoamérica misma–, máxime considerando que, como sucedió en años anteriores, hablando del caso local en el pasado 2014 el pastel de la exhibición fílmica se repartió, grosso modo, de esta suerte: ochenta y tantos por ciento para la estadunidense máquina miasmática, alrededor de un veinte por ciento para el cine mexicano, y un menos que escuálido uno por ciento para filmes provenientes de otras geografías, pero con énfasis en Europa. Eso deja al cine iberoamericano, en los hechos, apenas con un puñado triste que no llega siquiera a la decena, desde luego sin que su calidad ni su potencial sean el motivo de la anemia exhibidora sino, como ya se sabe, las tercas distorsiones de mercado que, puestas a preferir entre calidades o ausencia de las mismas, o bien entre fórmulas resabidas en inglés o en español y de repente portugués, invariablemente prefiere las estadunidenses.

Hará bien el FICG, en última instancia, si continúa en el empeño de dirigir su mirada preferente a lo que se filma en la “patria grande” que dirían Bolívar y Martí, más que en querer recuperar lo que tuvo y que perdió por su propia voluntad, es decir, la condición de principal ventana por la cual asomarse a lo más valioso de la producción fílmica mexicana reciente pues, para decirlo rápido y sin regateos eufemísticos, los largometrajes nacionales incluidos en la programación –particularmente ficciones– dan la sensación irremediable de ser lo que quedó disponible después de que otros festivales tomaron lo que sí valía la pena o, en palabras más directas, aquello que otros certámenes prefirieron rechazar; las sobras, pues, aunque por fortuna no sea exactamente así en todos los casos. Empero, desde una perspectiva de conjunto que abarque al mismo tiempo lo que aquí está pudiendo verse tanto de cine iberoamericano en general como mexicano en particular –esto se escribe cuando el ficg va por su sexto día, a falta de tres jornadas más–, este último es el que sale peor parado.

Por infinidad de razones –culturales, por principio, pero también económicas y de otra índole–lo anterior no debería ser materia para el saco roto si se toma en cuenta otro dato: 2014 fue un año de particular abundancia en la producción fílmica nacional, que rebasó la centena de largometrajes, tanto de ficción como documentales, superando así lo que en el mismo período logró hacerse en la mayoría de las naciones que integran al área, aunque al parecer, y juzgando por la programación de este FICG número treinta, sólo en cuanto a cantidad.

Más allá de la certeza lamentable de que un porcentaje altísimo de esa centena y más de cintas mexicanas ni siquiera fueron exhibidas, mientras que, de las que sí lo fueron, muy pocas contaron con el favor de la presencia masiva del público en las salas, queda el fondo: incluyendo a la nacional en el conjunto al que pertenece –bien sea que quiera o no, que conceptualmente lo ponga en práctica o en los hechos concretos lo desdeñe–, la que está generándose en Iberoamérica es una perspectiva cinematográfica múltiple, plural, diversa, inclusiva y creciente, pero ni con todo eso consigue alcanzar una visibilidad real más allá de eventos como este FICG.

Filmes como la guatemalteca Ixcanul; las argentinas El patrón, radiografía de un crimen y Choele; la brasileña El otro lado del paraíso, la cubana Venecia y las mexicanas La delgada línea amarilla y El Jeremías, o bien el conjunto de cortometrajes plurinacional El aula vacía, dan testimonio de lo anterior, y de ellas se dirá algo aquí en las próximas dos semanas, así sea brevísimo por cuestiones de espacio.

(Continuará)