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En mayo, el cantautor español presentará en México La llamada, su disco más reciente

Ismael Serrano canta a esa otra realidad que también emociona

Ante la crisis de España, la sociedad busca espacios de encuentro; no sé si estas canciones contribuyen a lo que se está gestando o es fruto de esa dinámica, señaló

No creo que todos los temas tengan que ser comprometidos, pero tampoco que se deba imponer la evasión

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Hay que ser capaz de tener la ambición real de cambiar las cosas, señaló el compositor en entrevistaFoto tomada del Facebook del artista
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 17 de marzo de 2015, p. 9

Madrid.

El cantautor español Ismael Serrano canta al amor y al desamor con la misma vehemencia y profundidad que cuando canta a la ignominia de una ejecución hipotecaria (desalojo de una vivienda) o de las miserias que arroja a diario la crisis que vive España desde hace siete años.

Su disco más reciente, La llamada (Sony Music), y su nuevo concierto-espectáculo (que estará en mayo próximo en México) se sumergen en la mirada atónita e indignada de un poeta que asiste a la muerte de una era y, al mismo tiempo, al nacimiento de una convocatoria ciudadana que va a cambiar las cosas.

Serrano (Madrid, 1974) es una de las voces más celebradas de los cantautores de su generación, que forman parte de una rica tradición en España de la que han formado parte figuras como Joan Manuel Serrat, Lluis Llach, Luis Eduardo Aute y Joaquín Sabina.

Tituló La llamada su noveno disco en homenaje al carnaval uruguayo y su irrupción popular. En entrevista con La Jornada, en plena gira de conciertos, en los que ha logrado lleno absoluto en prácticamente todas las plazas, Serrano explicó que le gusta pensar que las canciones del disco tienen ese mismo carácter de convocatoria, para salir a la calle y deshacerse de la inmovilidad, de la resignación.

Este tiempo tan convulso que vivimos en España lo merece. De hecho ya está ocurriendo: la ciudadanía está buscando nuevos espacios de encuentro mediante plataformas ciudadanas o partidos políticos. Estas canciones no sé si son para contribuir a ese nuevo relato que se está gestando o es fruto de esa dinámica, que son señales de que un tiempo nuevo se puede vivir.

En sus nuevas canciones tienen un lugar las estrellas y sus misterios, el amor y el desamor, el desengaño y la libertad, pero también figuras que ahora forman parte de la sociedad españolas y mundial actual: el desempleado desesperado porque no encuentra alternativas, la familia desahuciada o lanzada de su vivienda por un juez que acató la petición de un banco acreedor, el ingeniero o abogado o periodista que emigró a otro país para buscar un futuro mejor o el trabajador que cada día labora más y cobra menos.

El precariado, una nueva clase social

“La llamada es un homenaje al precariado. Ya hay quien habla del precariado como nueva clase social. Un grupo de gente cada vez más numerosa y emergente que está tomando identidad y conciencia de su situación y que, por tanto, requiere de una mirada diferente a la ortodoxa.

Que pone de manifiesto que vivimos en una sociedad de riesgo en la que es difícil hacer planes a largo o mediano plazos, porque uno de los pilares del sistema es precisamente esa precarización; entender los derechos como privilegios, señaló Serrano.

Añade: Ahora, mires hacia donde mires, ves los efectos de la crisis. No digo que toda canción tenga que ser comprometida, pero tampoco se puede imponer el escapismo de manera hegemónica y estética. Me parece muy bien que haya un momento para la evasión, de hecho la mayor parte de mis canciones son de amor. Lo que pasa es que hay una sensibilidad que te lleva a cantar a otra realidad que también genera emociones.

Una de las inspiraciones de Serrano son precisamente los nuevos movimientos sociales que se han volcado en denostar la decadencia del régimen imperante y, al mismo tiempo, de impulsar con vehemencia un nuevo tiempo, con cimientos limpios de corrupción, nepotismo y abuso de poder.

Por eso habla con ilusión de las mareas ciudadanas que se han creado para defender la sanidad pública o la educación pública. Así como los nuevos partidos políticos que intentan aprovechar el desencanto para destruir el actual modelo.

–¿De verdad cree que algo va a cambiar, o estamos de nuevo ante la posibilidad de que todo va a ser diferente para que nada cambie?

–Es posible, pero estoy cansado de esa vocación a la fatalidad con la que ciertos sectores de la sociedad han abordado la transformación social. Es una postura acomodaticia de ciertos sectores de la izquierda que se resignan a ser faro moral sin asumir los riesgos que supone ocupar las instituciones. Hay que ser capaz de tener la ambición real de cambiar las cosas; creo que todos hemos pecado mucho de esa estética del fracaso, del perdedor.

Desde el punto de vista de la música, de la literatura o del cine es una idea muy atractiva la de las causas perdidas, que a veces es casi como una pose estética. Es verdad que muchos de estos procesos y liderazgos nuevos pecan mucho de adanismo, que creen que lo están inventando todo y están echando tierra encima de toda tradición con la idea de que nada de lo que se ha hecho hasta ahora es válido.

Hay una soberbia natural en las nuevas generaciones

Serrano se refiere al partido político emergente Podemos, que defiende como idea matriz de su discurso la de destruir el que llama régimen del 78; precisamente, el régimen al que hace referencia el cantautor madrileño en una de sus canciones más popular, Papá, cuéntame otra vez.

“Yo creo que hay que hacer un reconocimiento a la gente que se jugó el tipo en aquellos años y que lleva toda la vida en la lucha social y en el activismo. Además es un capital que no nos podemos permitir perder. Pero también hay que reconocer que hay un cambio de ciclo y una soberbia que es natural en las nuevas generaciones.

Ese choque generacional es inevitable, por eso lo inteligente es la construcción de algo nuevo sin la renuncia de una historia maravillosa de activismo que, entre otras cosas, ha logrado que hoy surjan estos nuevos movimientos sociales. Por eso canto que hay que asumir la disidencia como valor en positivo y no como síntoma de debilidad. La diferencia, la disidencia, el debate, son síntomas de fortaleza, aunque hay que estructurarlo para que camine.