Opinión
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Del nerviosismo al terror

Fed y capitales golondrinos

Récord de la deuda pública

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El gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, durante la presentación de un informeFoto Carlos Ramos Mamahua
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finales de octubre pasado, el normalmente impávido gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, se decía nervioso y dibujaba un panorama más que inquietante, ante la inminencia, dijo, de que la Reserva Federal de Estados Unidos comenzara una carrera alcista de tasas internas de interés cuyo efecto inmediato para México sería la reversión de capitales que provocarían una fuerte sacudida en las finanzas nacionales.

Por aquellas fechas el susodicho lo explicó así, durante su participación en el foro México Cumbre de Negocios: cuatro de cada diez dólares de la deuda emitida por el gobierno federal en el mercado interno está en manos de extranjeros, lo que en principio es bueno, pero el problema es qué va a suceder cuando la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) revierta su política de reducción de tasas de interés (puesta en práctica después de la crisis de 2008). Lo que puede suceder es que haya una reversión de capitales. Y ante tal panorama, uno se pone nervioso.

Pues bien, la Fed aún no da el banderazo de salida, pero ya comienzan a sentirse los efectos que desde aquel entonces mantienen nervioso al doctor catarrito: sólo en febrero pasado, a medida que aumentó la volatilidad en los mercados financieros, salieron del país 16 mil millones de pesos (unos mil 100 millones de dólares) de inversión extranjera en bonos soberanos emitidos por el gobierno federal, informó el Grupo Financiero Santander con base en datos del Banco de México (La Jornada, Israel Rodríguez).

Víctima de su propia política de puertas abiertas al capital especulativo foráneo, el gobierno federal sufre como Pedro Infante, porque suman miles y miles de millones los dineros especulativos invertidos en deuda pública mexicana, y en cuestión de horas éstos pueden mudarse al vecino del norte sin restricción alguna en busca de mejores ganancias. Así, en la clásica, se juntarían roto con descosido: alza de tasas de interés en el vecino del norte (lo que generaría mayor ganancia a los capitales golondrinos) y un peso en declive (o, como diría el ministro del año, un dólar empoderado), en una economía destartalada con finanzas públicas desinfladas.

Cuando el gobernador del Banco de México hizo público su nerviosismo, el saldo de la deuda interna del gobierno federal rondaba los 4 billones 146 mil millones de pesos (645 mil millones más que en diciembre de 2012, cuando Enrique Peña Nieto arribó a Los Pinos). Así, con las proporciones ofrecidas por Carstens, alrededor de un billón 660 mil millones de pesos (el 40 por ciento referido por el funcionario) correría el peligro descrito, toda vez que esta cantidad está en manos de inversionistas (léase especuladores) extranjeros. Por esos días, felizmente, la Fed no inició su carrera alcista de tasas de interés.

Sin embargo, lejos de difuminarse, el nerviosismo se incrementó a la par de la deuda interna del gobierno federal. El dato más reciente –enero de 2015– proporcionado por la Secretaría de Hacienda es que la deuda interna del gobierno federal se incrementó a 4 billones 375 mil millones de pesos, es decir, casi 230 mil millones más que en octubre de 2014. Así, el monto susceptible de ser remitido a Estados Unidos (siempre de acuerdo con las proporciones manejadas por Agustín Carstens) se incrementó a un billón 750 mil millones, monto representativo de 40 por ciento del presupuesto de egresos de la federación para 2015. Más que entendible, pues, es el nerviosismo del gobernador del Banco de México.

Desde que Enrique Peña Nieto se instaló en Los Pinos, y junto a él, el ministro del año (o al revés), la deuda interna del gobierno federal se ha incrementado 25 por ciento, al pasar de 3.501 a 4.375 billones de pesos, un brinco cercano a 900 mil millones que sólo se ha destinado a refinanciar el propio débito. Si se incluye al conjunto del sector público, entonces el saldo de la deuda interna asciende a cerca de 4 billones 800 mil millones de pesos, o lo que es lo mismo, un billón adicional entre diciembre de 2012 y enero de 2015.

Sirva de dato adicional que con Peña Nieto en la residencia oficial la deuda total del sector público se ha incrementado 31 por ciento, al pasar de 5.35 a 7.02 billones de pesos. Y más allá de refinanciar débito y poner a parir a las finanzas públicas, ¿dónde quedó esa extraordinaria cantidad de dinero?, porque por ninguna parte se ve para fines de crecimiento y desarrollo.

Ante esas proporciones, el mundillo del sector público financiero no debería estar nervioso, sino aterrorizado. El gobernador del Banco de México considera que en principio es bueno que una buena parte de la deuda interna esté en manos extranjeras. Sin embargo, la duda es con qué responderá el gobierno mexicano si la premonición de Agustín Carstens llega a cumplirse, y todo indica que así será, toda vez que los voraces capitales especulativos (nacionales e internacionales) sólo buscan mayor ganancia y ante esto no tienen preferencias geográficas.

Entonces, ¿con qué responderá el gobierno federal ante un movimiento de las dimensiones señaladas por el gobernador del Banco de México? Si un recorte presupuestal de 124 millones de pesos de nueva cuenta ha puesto a parir a la economía mexicana, habrá que imaginar qué pasaría con una desplumada de un billón 750 mil millones de pesos, y contando, por la salida de los capitales golondrinos.

Como en octubre pasado se comentó en este espacio, la zarandeada interna que se avizora pone los pelos de punta, pero el siempre sereno Carstens cree tener en la mano la fórmula mágica: México debe prepararse para crecer más con estabilidad financiera; tener fortaleza en las cuentas externas del país, porque puede haber una reversión de los flujos de capital que han llegado; mantener la estabilidad macroeconómica y generar fuentes de crecimiento interno. Y para eso van a funcionar las reformas.

Las rebanadas del pastel

Como en agosto de 2012, Joaquín Vargas reivindica su chamba como como soldado del Presidente (El Tigre dixit), con la única diferencia de que Peña Nieto sí le cumplió y Calderón no. Así, el empresario reitera su disposición a cortarle la cabeza a Carmen Aristegui o a quien se le ponga enfrente con tal de no afectar sus intereses, que para él los de sus radioescuchas son lo de menos. Sabiéndose presa de cacería, el error de la colega fue confiar en la buena fe de este personaje. Para ella, solidaridad plena… Un fuerte abrazo, con el cariño de siempre, para Enriquito en su quinto aniversario.

Twitter: @cafevega