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Ignacio Mariscal ejecutó piezas del autor alemán en tres estaciones

Celebran a Bach en el Metro

Decenas de personas se reunieron a escuchar, entre curiosas y conmovidas

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Durante casi cuatro horas, las estaciones Ermita, Zapata y Mixcoac se transformaron en sala de concierto, con motivo de los 330 años del nacimiento del genio de la música, en una iniciativa emprendida desde el año pasado por músicos de diversas latitudes para celebrar la efemérideFoto Guillermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Domingo 22 de marzo de 2015, p. 4

Fue un sábado inusual en el Metro de la ciudad de México. Por lo menos en la controvertida Línea 12, la dorada, cuyo trayecto recorre de Mixcoac a Tláhuac y la cual se encuentra cerrada desde hace un año en más de la mitad de su recorrido, por deficiencias en su construcción.

Durante casi cuatro horas, tres de las estaciones de esa ruta, Ermita, Zapata y Mixcoac, fueron transformadas en sala de concierto para recordar a uno de los grandes genios de la música universal, Johann Sebastian Bach, con motivo del 330 aniversario de su nacimiento.

Esta es una iniciativa emprendida desde el año pasado por músicos de diversas latitudes para celebrar tal efeméride del compositor alemán y que en esta ocasión, la primera en nuestro país, correspondió al violonchelista Ignacio Mariscal llevarla a buen puerto.

Como Joshua Bell, en Washington

Esta experiencia recuerda también el experimento que en 2007 realizó el afamado violinista Joshua Bell quien, armado con su Stradivarius de varios millones de dólares, tocó de incógnito en los andenes del Metro de Washington, sin que nadie lo reconociera y obteniendo sólo unos cuantos dólares.

No fue ése, ayer, el caso de Ignacio Mariscal, quien para sus actuaciones en la Línea Dorada, sí, llevó un instrumento histórico, una copia de un Montagnana (un luthier italiano de los siglos XVII y XVIII, de nombre Domenico), fabricado con una madera de más de 500 años de antigüedad.

La diferencia es que el concertista mexicano, originario de Monterrey, Nuevo León, sí tuvo a su disposición cierta infraestructura para realizar su trabajo.

Ésta consistió en una pequeña tarima, una silla y un atril para las partituras, así como un equipo de sonorización electrónica, con dos bocinas. A ello se sumó un par de mamparas institucionales.

Ante el azoro de algunos, la mirada atónita o interesada de otros, la indiferencia de muchos y el andar a las prisas de varios de los usuarios de ese medio de transporte, Mariscal ofreció la primera de sus tres presentaciones en el andén de la estación Ermita.

Fueron poco más de 20 minutos en los que el intérprete logró captar la atención de un máximo de 30 personas, muchas jóvenes y niños, que, entre curiosas y conmovidas, escucharon por vez primera la cuarta sonata para violonchelo de Bach.

Algunos sonrientes, otros serios, comiendo una paleta de hielo, un helado, chicharrones de harina o un mango, la concurrencia respondió con calidez la labor del violonchelista, sin importar uno que otro resbalón en la ejecución.

Ante esa reacción, fuera de programa, obsequió el preludio de la primera suite de Bach, para enseguida guardar su instrumento en el estuche. No apremiaba tanto el tiempo, pero había que trasladar todo el equipo a la siguiente estación, Zapata, donde tanto el equipo técnico como el propio músico llegaron en Metro.

El ritual se repitió en ese punto, aunque ahora fue la quinta sonata, y los usuarios respondieron a esa inusual presentación de manera un poco más numerosa, con entre 20 y 30 personas más.

Terminada la pieza, nuevamente los trabajadores recogieron de forma rápida todo ese equipo, pues aún faltaba la última actuación, en la estación Mixcoac, en cuyos andenes resonó la suite número seis.

Así fue el viaje de cumpleaños de Bach, ayer, en el Metro defeño.