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Ver día anteriorDomingo 22 de marzo de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Un plato que se come frío
U

n viejo dicho francés dice que la venganza es un plato que se come frío.

A diferencia de lo que pasó con el ex presidente Calderón, la confrontación actual de Carmen Aristegui con el presidente Peña Nieto, la Oficina de la Presidencia y el PRI es de otro tenor.

En aquella ocasión Aristegui hizo un comentario a la acusación, por parte del diputado federal del PT Gerardo Fernández Noroña, de que el presidente Calderón era aficionado al alcohol y que ponía en riesgo a la nación. A Fernández no le pasó nada con el atrevimiento, por aquello del fuero. Pero la Oficina de la Presidencia pidió la cabeza de Aristegui.

En la Oficina de la Presidencia reaccionaron en caliente y exigieron que la periodista se disculpara públicamente. Presionaron a los dueños de MVS y al no darse la disculpa pública, Carmen fue despedida. Pero la sensatez de ambas partes permitió que la sangre no llegara al río y se pudo restablecer la relación.

Hay que reconocer que, a pesar del gesto autoritario y la exagerada reacción de Felipe Calderón, que consideró el comentario como una afrenta a la investidura presidencial, el enfrentamiento, hasta donde cabe, fue derecho y transparente. Se supo, con toda certeza, que la Oficina de la Presidencia presionó a los directivos de MVS y que se exigía una disculpa pública.

En el despido de Aristegui de 2015 no hay transparencia, improntus, reacciones primarias o intempestivas. Es una trama fría y calculada, un golpe bajo de alguien que esconde la cara. Es un plato frío que han devorado con fruición, regodeo y satisfacción.

El manejo mediático de MVS y sus argumentos pretenden ocultar precisamente la trama que está detrás. Reaccionaron de manera exagerada, como ha señalado el ombudsman de la emisora, ante un diferendo cotidiano, que pasa todos los días en los medios, donde las posiciones de la empresa y los periodistas pueden diferir, y en ocasiones se confunden.

Curiosamente, no atacan de manera directa a Carmen Aristegui sino a sus colaboradores cercanos, encargados de las investigaciones especiales. Se ensañan con los responsables directos de las denuncias en contra del que fuera dirigente del PRI capitalino Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, acusado de prostitución y abuso sexual con sus edecanes, en las propias oficinas del partido. Y el posible conflicto de intereses del Presidente y su secretario de Economía por las casas de Las Lomas y Malinalco.

Ciertamente fueron dos misiles que impactaron en la línea de flotación del PRI y la Presidencia. El Partido Revolucionario Institucional ni siquiera se inmutó, se trataba de un asunto particular y de un presunto caso de abuso que debía transferirse y perderse en los tribunales. Para lo cual contaban con la tradicional impunidad en este tipo de casos. Pero el escándalo de la Casa Blanca fue mucho más allá, tocó a la familia del Presidente, sus amigos y colaboradores.

Curiosamente, cuando el escándalo por la Casa Blanca ya había pasado, y se habían realizado los operativos políticos y mediáticos de control de daños, vuelve el tema a resucitarse con el despido de Aristegui. Como dijo Víctor Trujillo, Brozo, en su programa El Mañanero: si creen que ganaron, están equivocados, perdieron.

En efecto, pierde el país un espacio radiofónico conducido por una periodista valiente, incisiva, crítica y perspicaz. Pierde la empresa MVS su mejor programa de noticias y su primerísimo lugar en los noticiarios matutinos. Pierde la Presidencia, que se encamina peligrosamente hacia la senda del autoritarismo. Pierden tantos mexicanos que encontraron en el programa de Carmen un espacio para hacer su denuncia, para decir su verdad, para exigir justicia, equidad e igualdad de género, y derechos para los indígenas, migrantes y campesinos. Lo que resulta también lamentable, con este incidente, es que cualquier atisbo de un nuevo PRI se ha desdibujado totalmente.

El tiempo dirá si detrás de todo esto no sólo hubo presión política, lo que parece ser evidente, sino corrupción. ¿A cambio de qué MVS mató a su gallina de los huevos de oro?

Se hacen oídos sordos al grito del poeta Javier Sicilia cuando dice que ¡estamos hasta la madre! Se minimiza y critica a González Iñárritu que tuvo el coraje de hablar en público durante la entrega del Óscar y decir: Ruego para que podamos encontrar y tener el gobierno que nos merecemos. Se desatiende al aviso de la prensa extranjera de que no entienden que no entienden que el país ya ha cambiado.

Ciertamente Carmen Aristegui no ofrecía el lado amable de la noticia, como otros programas radiofónicos. El suyo era sistemáticamente crítico, machaconamente fustigador, empedernidamente justiciero. Pero conocía, manejaba y respetaba los límites que impone el poder. Vivía en una zona de riesgo, pero los asumía de manera prudente y consciente. Sus investigaciones eran profesionales, con todos los pelos de la burra en la mano, como ella misma dijera en una entrevista. Creía que la noticia veraz y descarnada podía ser su mejor defensa.

No fue así. En un país que tiene un récord ominoso en cuanto a periodistas asesinados, el mensaje que se da desde el poder y los poderes fácticos es claro: no hay que pasarse de la raya. Las amenazas de muerte que ha recibido la doctora Rossana Reguillo, del ITESO, por sus denuncias en Twitter por el caso de Ayotzinapa, son un ejemplo más en esta campaña de intimidación que se esconde en el anonimato. Las amenazas que recibe la maestra Rocío Moreno por defender las tierras de su comunidad de los urbanizadores turísticos en Mezcala, Jalisco, es otro ejemplo.

Y uno se pregunta, ¿dónde está la raya?