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Kubrick en Marco
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onterrey, NL. Confieso que el encontrarme mirando a 20 centímetros de distancia el modelo original del Starchild (el Niño-Estrella, el embrión de la nueva raza cósmica, el germen del Übermensch u Hombre Superior) que aparece en la última escena del filme 2001: Odisea del espacio ha sido una experiencia potentemente evocadora. ¿Dónde, cómo, por qué? En el Museo de Arte Contemporáneo (Marco) de Monterrey, donde hace unos días se inauguró una soberbia exposición titulada sencillamente Stanley Kubrick, dedicada a la vida y la obra de este indispensable cineasta contemporáneo. Tuve la suerte de ser convocado por el Marco a conducir una charla, previa a la inauguración de la exposición, con Jan Harlan, cuñado de Kubrick y su productor a partir de Barry Lyndon (1975). La charla, presenciada por casi un millar de cinéfilos ávidos, sobre todo jóvenes, resultó muy grata e ilustrativa. Bajo la experta curaduría de Hans-Peter Reichmann y Tim Heptner, la exposición presenta un muy completo panorama del desarrollo profesional de Kubrick, desde una amplia colección de sus primeros trabajos como fotógrafo de la revista Look y sus primeros cortos documentales, hasta la versión final de su controvertida última película, Ojos bien cerrados (1999), incluyendo numerosos objetos y detallada información sobre los tres proyectos que nunca llegó a concretar: Napoleón, Los papeles arios e Inteligencia artificial, ésta última realizada por Steven Spielberg en el emblemático año 2001 sobre los cimientos puestos por Kubrick.

Además de una buena colección de papelería de producción (hojas de llamado, listas de casting, planes de trabajo, desgloses de producción, guiones literarios y técnicos, storyboards, cuadernos de notas), el cinéfilo admirador de Kubrick (somos legión, aunque usted no lo crea) encontrará aquí el tablero favorito de ajedrez del director, su silla de rodaje, algunas pizarras de sus producciones, el León de Oro que obtuvo en Venecia, el disfraz original de Moonwatcher, el líder de los simios en 2001, algunos de los lentes usados por Kubrick, mobiliario del posmoderno y siniestro Korova Milkbar de Naranja mecánica, stills y fotos de producción, algunas de las cartas censoras enderezadas contra su filme Lolita, transparencias de Sue Lyon (Lolita, claro) en bikini, el casco original del soldado Joker de Full Metal Jacket y un sinnúmero más de objetos relativos al trabajo de este visionario cineasta.

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Una de las obras incluidas en la exposición Stanley Kubrick montada en el Museo Arte Contemporáneo en la capital de Nuevo LeónFoto Juan Arturo Brennan

Uno de los grandes aciertos de esta Expo-Kubrick es la Sala de Música, en la que se exhibe un breve pero muy ilustrativo filme de Bernd Schultheis sobre el inteligente y refinado trabajo musical que el realizador desarrolló a lo largo de su filmografía, no sólo con los ya emblemáticos trozos de música de concierto prexistente, sino también a través de una buena cantidad de música original en géneros como el pop, el rock y el jazz.

Como colofón, consigno cuatro datos relevantes que aprendí durante mis conversaciones con Jan Harlan en Monterrey:

1. Que en 1952, antes de filmar su primer largometraje, Kubrick trabajó de director de segunda unidad en un ignoto filme titulado Mr. Lincoln, dirigido por Norman Lloyd.

2. Que Harlan está de acuerdo con los deseos de Kubrick de que su primer largometraje, Miedo y deseo (Fear and desire, 1953) no sea exhibido ni se distribuya. (Mi dilema ético: respetar a Kubrick o conocer toda su obra. El devedé de Miedo y deseo ya circula comercialmente).

3. Que fue Harlan quien originalmente sugirió a Kubrick utilizar la portentosa introducción del poema sinfónico Así hablaba Zaratustra de Richard Strauss como leitmotiv musical y conceptual del filme 2001: Odisea del espacio.

4. Y lo más interesante: que durante el proceso final de posproducción de Ojos bien cerrados, Kubrick estaba considerando la idea de adaptar la novela Eric Brighteyes, de H. Rider Haggard, un enfoque moderno sobre los arquetipos de una añeja saga nórdica, como materia prima para su siguiente filme. ¡Fascinante!

Sobra decir que el viaje a Monterrey para ver esta exposición kubrickiana en el Marco debe ser peregrinaje obligado para cualquier cinéfilo de hueso colorado, o de cualquier otro color.