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A la mitad del foro

Las almas muertas

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Mientras jornaleros del valle de San Quintín se movilizaban en Baja California, integrantes de la Asociación César Chávez –icono de trabajadores agrícolas en Estados Unidos– marcharon en Calexico, California, en solidaridad con sus demandasFoto Roberto Armocida
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os rarámuris explotados, esclavizados en los cultivos agrícolas de la rica región de Los Cabos, Baja California Sur, fueron rescatados por el secretario del Trabajo del Ejecutivo federal y devueltos a sus altas tierras de la miseria Tarahumara. Al norte, en las fértiles tierras de los valles de Ensenada, alzaron la voz y se rebelaron los miles de jornaleros agrícolas traídos del sur, mixtecos la mayor parte de ellos; más de medio siglo de servidumbre, paga miserable y ausencia de derechos. Pero bloquearon la carretera transpeninsular y negocian con los patrones con la carga adicional de los líderes sindicales.

No aceptaron los aumentos ofrecidos por los agricultores de la modernidad exportadora. Los dirigentes de la otrora revolucionaria CNC han sido invitados de piedra, desplazados finalmente por la CTM y el reformismo salinista. En la capital de la República, a un lado del Monumento a la Revolución, el último de la gerontocracia cetemista, Joaquín Gamboa Pascoe, sonríe y goza al pie de la estatua que él mandó erigir en su honor. Así dice el lugar común. Y nada más común que un líder obrero enriquecido que se sobrevive a sí mismo y posa para su selfie. Los mixtecos de Baja California han decidido ya no ser como las Almas muertas de Gogol.

En Colima hubo conflicto, brotes de la terca realidad y de la esclavitud que llegó al tercer milenio: “Los mixtecos tienen sus tierras allá –dijo una traductora–, pero no tienen con qué trabajarlas”. Será por eso. O por la terquedad de los tecnócratas que durante ya más de 30 años decidieron obedecer el dogma neoconservador: el rigor fiscal y la austeridad, la insistente disminución del Estado, hasta que desaparezca todo rastro de rectoría posible y nada regule el libérrimo tráfico financiero. Y la consecuente acumulación del Capital, con C mayúscula, en cada vez menos manos, más llenas, más rentistas y más poderosas. Dígalo Paul Krugman, o los mozos de estribo de los dueños del dinero: La gente ya se cansó de esperar el milagro mexicano; la gran liberalización ya tiene 30 años y claramente eso por sí mismo no bastó.

Dicho en la Convención Anual de la Canacintra, la que fue alguna vez llamada cámara empresarial nacionalista. Krugman sabe que la vecindad con el mayor mercado del mundo es una gran ventaja. Pensaron que la apertura de los años 80 reduciría la desigualdad, porque se exportarían muchos productos y tendrían mucha demanda de manos de obra, pero sucedió todo lo contrario y hubo más desigualdad. El comercio no necesariamente es una buena herramienta para abatirla. Hubo reconocimiento a lo logrado en la ingente tarea de reducir la desigualdad, capacitar más a la mano de obra y lograr un aumento significativo en el gasto social. Casi les dio el remedio y el trapito. Pero al tiempo, ante una consulta directa, respondió el Premio Nobel: Yo soy economista y si ustedes son el sector privado deberían saber lo que están haciendo. Difícilmente puedo darles consejos.

A menos que estuviéramos ante un vuelco portentoso y los del sector público escucharan a quienes saben que la política debe regir la economía y no al revés. O, como solía bromear B. Jack Copeland, pionero de la era de la información, matemático inglés que descifró el formidable código enigma de la maquinaria nazi de guerra: ¿Por qué en el espejo vemos invertidos el lado izquierdo y el derecho del rostro, y no de arriba y abajo? De pronto, el cono sur de la América nuestra se veía a la izquierda. Y nos informa en primera plana El País, del sábado 28 de marzo de 2015: “El ministro de Economía argentino, Axel Kicillof, justificó ayer que el gobierno de la presidenta Cristina Fernández haya dejado de medir el porcentaje de pobres en la población por considerar que es un dato ‘estigmatizante’”.

Si no mides cuántos son pobres y cuántos están en la pobreza extrema, al filo de la hambruna, nadie dirá que subestimas el problema, como dijeron del gobierno argentino por la cifras publicadas entre 2007 y 2013. Los jornaleros mixtecos esclavizados en Colima tienen sus parcelas en su tierra. Y los modernos agricultores de Baja California, como los de Sinaloa y Sonora, siembran en tierras ejidales y comunales, además de las de propiedad privada, porque a ellos sí les dan créditos, avío, semillas y asistencia agropecuaria. Con las reformas salinistas al 27 constitucional vendrían inversiones del exterior y sociedades con capitalistas nacionales: no llegó ni un dólar.

Nadie iba a invertir en los páramos de temporal de los que salen los miserables jornaleros, nómadas en su propia tierra. Donde hay buenas tierras, con riego rodado y cultivos de exportación, ya hacía muchos años que se habían asociado los agricultores de la burguesía rural con los ejidatarios y comuneros que la economía rectora de la política había dejado en el abandono y habían dejado de contar en las cifras del Ejecutivo. Cansados de esperar el milagro mexicano, dice Krugman. Cansados del recuento de pobres que se confunde con el de las víctimas de la violencia, con el caos anarquizante que se desató con el crimen de Ayotzinapa y la ausencia de sensibilidad política, la inconcebible lentitud del Ejecutivo federal para reaccionar y detener a los autores intelectuales y materiales.

Tanto que la desconfianza es el estigma del poder constituido. Y el sistema plural de partidos se refugia en combates imaginarios, despreciado y envilecido, sin ideas, sin ideología alguna. En pleno proceso electoral ningún dirigente de los 10 partidos contendientes ha reaccionado a la inesperada toma de posición del presidente Enrique Peña Nieto, del rechazo al desprecio de los neoliberales por la adopción de una política industrial específica para apoyar distintos sectores de la economía. Una política industrial, decía Ernesto Zedillo, señala ganadores y perdedores de antemano. Como si el mercado no lo hiciera o fuera realmente libre. Los voceros de Los Pinos, en lugar de realzar ese discurso, dieron vuelo a declaraciones de banqueta, a súbitas evasiones del poder constituido: no actuar para que le pongan medallitas...

Voceros o heraldos, no han logrado disolver la desconfianza y la incredulidad ciudadana, ni consolidar una auténtica política de comunicación social. A pesar de todo, llevan ventaja en los augurios; 12 años bastaron para levantar una carpa cirquera en la que marchan los de Madero en sentido contrario a los de Calderón. Rumbo a la derrota, pero el PRD se hunde y los que se salvan de los despropósitos de Carlos Navarrete reciben golpes directos de López Obrador y sus desconsolados fieles. La pluralidad partidista como el Rosario de Amozoc.

Con el riesgo de volar sobre el pantano en el que se ensuciaron las alas quienes pasaron al servicio del Pan que no se come; engordaron a la sombra de Elba Esther Gordillo y con el favor de gobernadores dispuestos a cambiar de chaqueta al grito de ¡viva el que vence! Dicen los lectores de nubes que por eso hay norte en el golfo. Que de Tampico a Coatzacoalcos truena y relampaguea por la reaparición de Carlos Olmos, experto en cuidar honras ajenas, la imagen de gobernadores víctimas de la desmemoria.

Nadie traía a cuento la deuda de cientos de millones desaparecidos en el cambio sexenal; ni las cartas marcadas a dúo por Carlos Olmos y Alejandra Sota en la campaña presidencial. De ahí a comunicador del Senado, pero viejos y nuevos escándalos hicieron que Emilio Gamboa pidiera baraja nueva y se deshiciera de quien supo hacer amigos al andar por las veredas.

Parece que va a llover. Pero en el golfo ven la tempestad y no se hincan.