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El PT de Brasil, hundido en el caos sistémico
L

a crisis y el caos sistémicos operan como una máquina depredadora que no deja nada en su lugar; destruye, devasta, aniquila lo que encuentra en su camino. Avasalla los modos de vida de los dominados y de los dominadores, aunque unos y otros tienen medios distintos para enfrentar la nueva situación. Los de arriba intentan sacar tajada del caos para seguir estando arriba. Los de abajo enfrentan desafíos mayores, toda vez que su sobrevivencia está en peligro. Sólo pueden salir airosos en movimiento y en comunidad, luchando con otros y otras a quienes el desorden les impone hermanarse.

El caos sistémico tiende a destruir (neutralizar y transformar sus identidades) a todos los actores colectivos, empezando por los más frágiles y menos resistentes. Las izquierdas dejan de ser izquierdas no porque tengan pocos apoyos, pueden tener incluso millones de votos, sino porque echaron por la borda la ética para estar arriba, trenzadas con el poder y los poderosos. Lo sucedido con el Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil es un buen ejemplo.

Vale la pena leer una reciente entrevista a Frei Betto realizada el 30 de marzo por O Estado de São Paulo (http://goo.gl/OYzcf0). Durante la dictadura militar trabajó en las comunidades eclesiales de base contribuyendo a la fundación del PT. Integró el primer gobierno de Lula (de 2003 a 2005) como coordinador del programa Hambre Cero. Luego de dos años lo abandonó, cuando se divulgó el escándalo de corrupción sobre las mensualidades que pasaba el partido a los diputados opositores para que votaran sus proyectos, y escribió Mosca azul, una reflexión sobre el PT en el poder.

Estamos asistiendo al comienzo del fin del PT, reflexiona Betto. “¿Dónde están los líderes del PT que los fines de semana regresan a las favelas y las periferias? ¿Dónde están los líderes del PT que no tuvieron un asombroso aumento de su patrimonio familiar durante estos años, al punto de que no se sienten cómodos en una asamblea de sin techo, en una aldea indígena, entre comunidades quilombolas (negras)?”. Asegura que existen, pero son excepciones.

El PT se convirtió apenas en un proyecto de poder, sigue Betto. Un partido creado por los movimientos sociales, al llegar al Palacio de Planalto eligió asegurar su gobernabilidad con el mercado y con el Congreso. Está convencido de que la única salida es buscar la gobernabilidad estrechando sus relaciones con los movimientos sociales. De lo contrario, es el comienzo del fin. Sabe que eso no va a suceder, porque la cultura política que se hizo fuerte en el PT sólo puede pensar en términos de poder.

Véase que para Frei Betto la clave está en la ética. Después, sólo después, viene la línea política, la orientación del partido. Fruto de la opción ética realizada es que en 12 años de gobierno “no tuvimos ninguna reforma de estructura (…) ni la agraria, ni la tributaria, ni la política”. Ni urbana ni educativa. Es cierto, dice Betto, que 36 millones salieron de la pobreza y hoy tienen televisión, lavadora, celulares y hasta coches. “Pero esa familia sigue en la favela, sin saneamiento, en un empleo precario, sin acceso a salud, educación, transporte público y seguridad de calidad”.

Lo trascendente de su análisis es que Betto creyó que el gobierno del PT sería diferente, se comprometió con ese gobierno, hasta que comprendió –por experiencia directa– que ese no es el camino. El gobierno consiste, apenas, en un paquete de propuestas puntuales que llevaron a la desaparición del horizonte histórico.

Como decía Fernand Braudel, el momento del naufragio es el más significativo. Porque aparecen los defectos en la construcción, los puntos de fricción, de los que nacen averías y deterioros, invisibles al principio, pero que se revelan fatales con el tiempo. La crisis del PT, irreversible desde el punto de vista emancipatorio, deja un conjunto de aprendizajes que pueden resultar importantes para las fuerzas antisistémicas en un periodo de turbulencias.

La primera es la centralidad de la ética. Que no permite ganar elecciones ni atraer multitudes. Más aún, en ciertos periodos es garantía de soledad. Pero nada sólido se puede construir sin ética, porque si las personas que se nos acercan lo hacen por mezquinos intereses, el resultado será la desconfianza y la lucha por tajadas de poder, que destruyen cualquier organización. La solidez de una construcción se hace visible en las grandes crisis.

Lo segundo es que una vez que se dilapida o extravía, no hay retorno. Las personas saben quiénes son los corruptos. Pueden transar en el corto plazo por conveniencia, pero no se fían de ellos. Los corruptos de Petrobras (no sólo miembros del PT) desviaron la friolera de 4 mil millones de dólares de la empresa estatal.

Tercero, la crisis del PT es el espejo en el que deben mirarse los partidos y fuerzas progresistas de la región. Todos sabemos de algunos gobiernos carcomidos hasta los huesos por la corrupción, que se tapa culpando al imperialismo y las derechas. Que esas fuerzas operan para socavar procesos, nadie debería dudarlo. Pero es la corrupción una de las mayores fuentes de su debilidad. En Brasil, la derecha moviliza hoy mucha más gente que la izquierda. La culpa no es, sólo, de los grandes medios de comunicación.

Cuatro, en el periodo actual del capitalismo (acumulación por despojo/cuarta guerra mundial) los márgenes de negociación con el capital son cada vez más estrechos y serán menores en el futuro. En suma, no hay otro camino que el combate, que prepararse para el conflicto, bajo sus más diversas formas. Es en este sentido que postulo que los gobiernos progresistas llegaron a su fin. Como gobiernos que produjeron algunos cambios progresivos sin realizar reformas estructurales.

Las reformas que millones reclaman implican resistencias de los de arriba, intensificación de los conflictos. Es, otra vez, la hora de los movimientos. Porque sólo los de abajo organizados son capaces de enfrentarlos y derrotarlos.