Opinión
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Semana Santa: estado de ánimo
L

a Semana Santa mexicana se volvió un estado de ánimo, cilindro periférico, negro sobre luz de playa en cielo despajarado y sin nubes, olor a ozono y plomo. Formas prohibidas que transparentan caderas naranja limón piel de huellas bugambilias que arden, tatuaje impenetrable que pasa como la noche, sin que nadie la posea. Imposible es y no es, como la palabra inatrapable e inasible, que se pierde. Ausencia oculta y negra.

Semana Santa esperada que toca con roce suave, sin detenerse. Vitrina de pupilas, sueño lariano de nácar que se aburre de negrura en la tarde, pie de la cuesta moreno cristal de rostro, alucinante comarca que vierte gotas de perfume disueltas, fluir de aromas, cargados de piel despellejada voluptuosamente después de lucha titánica desesperada, desembarazada de formas y colores, espasmos sexuales, muslos frenéticos inasibles e inatrapables.

Semana Santa que ciega con fuego espacial e impide alcanzarla. Imposibilidad de reducirla a algo simple, definible, utilizable y por tanto manejable. La busco en zona en que juegan el sol y la sombra y el sol sombra. Perdidas en algún lugar del espacio azteca. Renovado sueño de encontrarla en dimensión diferente, sumergida en profundidad que es, pero, está fuera de alcance. Deseo desbordado que atrae cual diosa voluptuosa que, desgaja y despelleja, levanta hacia el espacio negro, negro terciopelo que envuelve bruscamente, placer de muerte, delicado, tenue, irreprimible, orgástico.

Deseo Semana Santa sentimiento de desguanzo, picores, manos heladas y desmadejamiento convaleciente en piernas y mente. Desenroscadora pinza de jirones imaginarios, recuerdo, caricias, deseos de poseer, incluidos secretos del pasado indígena hoy en pobreza extrema, antes que desgravitarme y no encontrarla. No se diga el cuerpo, ni siquiera la mano ganchuda verdimorena, que resaltaba como mandarina sobre el asfalto.

La sigo, la siento, pero no la veo, la escucho pero la voz está desconectada del cuerpo, dejándome sin brillo, desconchado, ridículo, polvoriento, enfisematoso, acechado por remordimientos de la vieja Semana Santa e inquietudes que adormecen, soportables por la fuerza de la delirante fantasía despellejada. Amante inasible como todos los amasiatos, objeto de deseo inatrapable que lentamente mata, deja imaginación ¿memoria? carente de formas definidas, sólo alucinaciones en movimiento, cada vez más negras, melancólicas, diabólicas, atractivas, negadoras de la realidad.