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Música contra el cataclismo
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Periódico La Jornada
Sábado 4 de abril de 2015, p. a16

Voz vegetal, clamor de agua. La música de Fatoumata Diaware (Bambara, Malí, 1982) reúne el sonido de la especie, el misterio sonoro, canto y encanto de la cultura Wasoulou, la reivindicación femenina, el brote de una gota de rocío y toda la frescura que conlleva un amanecer. Gineceo magnífico.

La presencia en México de esta actriz (está en cartelera, en los cines de la capital mexicana, por cierto, una obra maestra fílmica: Timbuktú, donde ella participa), compositora, guitarrista, cantante, bailarina, luchadora social, poeta maliense, pone el reflector sobre su único pero potente disco: Fatou, que es su apócope, diminutivo, nombre de cariño: Fatu.

El disco se consigue en el portal de la disquera independiente CoraSón, descargable con calidad de sonido en su página electrónica: corason.com .

La música de Fatu en vivo se consigue la tardenoche de este sábado (19 horas) en el Teatro de la Ciudad, mismo sitio para el recital de la tardetarde (18 horas, con nuevo horario del progreso) de mañana domingo.

Fatu vive en París, luego de un periplo de destierro. “Si me hubiese quedado en Malí –dice sonriendo– me hubieran casado a los 12 años con mi primo y estuviera llena de hijos y sometida, como muchas mujeres wasoulou. Es por eso que canto, para propiciar la emancipación de las mujeres wasoulou”.

A los males se sumó hace poco tiempo un cataclismo: hermanos de sangre poseídos por el fanatismo religioso y armados hasta los dientes siembran el terror en Malí. Prohibieron la música, que es como prohibir a un humano que respire.

Fatu entonces regresó a su tierra, reunió a los 40 mejores músicos de la región y realizó un acto de protesta, encabezó una batalla cruenta por efectiva y noble: juntos cantaron y grabaron un video que da vueltas al planeta, con la canción Mali-ko, en cuyos siete minutos suenan proclamas de paz, sensatez, resguardo y defensa de la herencia cultural maliense. Ese video puede catarse en Youtube.

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En su disco Fatou, Fatu canta las maravillas de la vida y también protesta: contra la mutilación genital femenina en África, contra el abandono de los niños, contra el sometimiento de la mujer, en favor de la emancipación, la alegría, la vida.

Y canta de manera edénica, hada de las mesetas y llanuras arenosas malienses y baila y sonríe y uno escucha aquel paisaje transportado a Europa, América, Doquier. Es más: si uno escucha desprevenido, dirá: ¡qué sonido tan peculiar tiene esa kora, qué rotundos los tambores africanos, cuántas muchas voces femeninas en el coro! Pero pamplinas: la dotación instrumental con la que Fatu hace su labor de elfo no es otra que la misma de una banda de rock o de jazz: guitarra eléctrica, igual fuente de energía, mástil y sonoridad del bajo, batería convencional y una corista, una sola. Bueno, con la voz de Fatu suman mil.

La cantilación sutil, la dulzura de las melodías, la capacidad de ternura, hondura y clímax característica de la música de Malí, la inocencia edénica de las atmósferas imbuidas, cantiladas, destiladas en un sistema hidráulico poblado de diamantes, las burbujas transparentes que rebotan, la danza, el canto y el encanto. Todo eso hace de la música de Fatu algo imperdible.

Hoy están a la mano el disco, en el portal de corason.com, y el concierto en vivo, en el Teatro de la Ciudad.

Aiquir.

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