Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 5 de abril de 2015 Num: 1048

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Philippe Jaccottet:
la hora de un poeta

José María Espinasa

Transiciones: del
papel a la red

Juan Carlos Miranda

Knausgard: escribir
para matar al padre

Carlos Miguélez Monroy

Tortuga
Luis Girarte Martínez

La espiral oceánica
Norma Ávila Jiménez

Arte para la gente
Blanca Villeda entrevista
con Elizabeth Catlett

La miseria de
Stephen King

Edgar Aguilar

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Columnas:
Galería
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
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La Jornada Semanal

 


Foto: streetmatt/ flickr.com

Juan Carlos Miranda

El recurso a las nuevas tecnologías no es suficientemente aprovechado por los medios informativos impresos

El problema de la transición de los medios impresos a internet no es nuevo y, a estas alturas, está claro que la supervivencia de aquéllos depende de su capacidad para adaptarse a los cambios que impuso la tecnología.

No obstante, el proceso que implica la adaptación al parecer es entendido de manera muy superficial, como si bastara copiar los textos de la versión impresa y pegarlos en el soporte digital y en las redes sociales. Limitar la transición a esas acciones mecánicas es desaprovechar las enormes posibilidades que ofrece internet.

Aparte de adecuarse a la inmediatez que imponen las nuevas tecnologías, es fundamental que los medios se ocupen en desarrollar contenidos pensados específicamente para cada plataforma (texto, audio, video o imagen).

La única manera de llevar a cabo ese proceso de manera eficiente es revisar y replantear las dinámicas de trabajo con las que opera el medio para adaptarlas a las nuevas necesidades. Un buen ejemplo de las inercias operativas que arrastran los medios tradicionales ocurrió la semana pasada, cuando un semanario de Yucatán publicó una reseña del concierto que Luis Miguel daría en el Auditorio Coliseo de esa entidad el sábado 7 de febrero.

La nota venía acompañada de tres fotografías y relataba que el espectáculo había sido un éxito, pese a que al inicio el cantante debió sortear algunos problemas con el sonido, al tiempo que detallaba que Luis Miguel mostraba algunos kilos de más y lucía excesivamente bronceado. Sin embargo, el concierto fue cancelado de último minuto y nunca se realizó.

¿Por qué el medio lo publicó como si efectivamente hubiera ocurrido? La versión impresa del semanario (cuyo nombre es El Peninsular) aparece los lunes. Es probable que los editores hayan enviado el material a la imprenta desde el viernes (un día antes del concierto) para descansar sábado y domingo, tenerlo listo el lunes y comenzar el reparto ese día.

Más allá de la metida de pata, este hecho resulta curioso en plena era digital (en la que priva la inmediatez) porque refleja que muchos medios tradicionales continúan operando bajo la lógica del periódico que va a salir hasta el día siguiente.

El mismo medio que cometió la pifia tiene una página en internet bastante presentable, diariamente actualizada, y también posee una cuenta de Facebook muy activa.

Pareciera que los dueños de El Peninsular comprendieron que era obligatorio tener una buena página en internet y presencia en redes, pero no modificaron mucho sus dinámicas internas de trabajo para adecuarlas a la realidad de las nuevas tecnologías.

En el caso de los diarios, si antes la información se podía enviar a determinada hora de la tarde para que los editores la revisaran entrada la noche, hoy día es necesario tomar en cuenta que la información se publica casi en tiempo real, lo cual incrementa el riesgo de cometer errores.

Una manera de corregir ese defecto es crear grupos de trabajo, como lo hacen las agencias informativas, que envían a un periodista al lugar de los hechos mientras en la redacción permanece otro reportero experimentado que conoce la fuente y tiene a su disposición una base de datos para contextualizar la información.

Este procedimiento resultaría muy costoso para una empresa, pues tendría que disponer de mucho personal, pero podría realizarse sólo en coberturas de mucho interés. También es indispensable crear contenidos específicos para cada plataforma.

En el caso de los textos, por ejemplo, los editores de periódicos han luchado desde siempre (y lo siguen haciendo) con el problema del espacio, el cual se ve limitado por el costo del papel y, en buena medida, por esta razón casi se han abandonado géneros como el reportaje y la crónica.

Pero aunque internet permite publicar textos de cualquier extensión completamente gratis, casi ningún medio aprovecha esa ventaja para ofrecer en el impreso versiones resumidas de los trabajos y el resto, el extenso y detallado, acompañado del soporte documental, en la red.

Tampoco parece haber interés por explorar la posibilidad de acompañar textos largos con videos, galerías fotográficas e infografías, no sólo para hacer más atractiva la información, sino también más comprensible para un mayor número de lectores.

En el caso del video y el audio prevalece la idea de que producir ese tipo de contenidos es difícil y costoso, cuando la realidad actual muestra que basta un teléfono celular para crear videos que, en cuestión de segundos, están al alcance de millones de personas.

Dichos contenidos, si se producen con un mínimo de imaginación y sentido común, son plenamente capaces de competir con lo que elaboran las televisoras en México, calificados por muchos especialistas como “basura”.

Las posibilidades de generar productos en audio tampoco han sido aquilatadas en su justa dimensión.

La mayoría de las personas enciende la radio por la mañana para escuchar las noticias mientras se arregla, desayuna o se traslada de un sitio a otro.

Hoy la tecnología permite insertar fácilmente audios breves en formatos ligeros (como mp3) en las páginas de internet, los cuales podrían aparecer en notas, columnas o artículos para ofrecer una alternativa a quienes no pueden leer la información, y estos contenidos podrían ser escuchados desde el mismo celular.

Aprovechar estas innovaciones es perfectamente realizable y sencillo, pero exige un rediseño desde arriba de las dinámicas productivas. Asimilar las nuevas tecnologías va mucho más allá de la simple actualización constante de la página de internet o de enviar la información del impreso a redes sociales. Tiene que ver con revisar el proceso completo de producción del diario, con romper inercias productivas, como la del ejemplo del semanario de Yucatán, y asimilar las nuevas tecnologías. Sólo los medios que logren hacerlo tendrán viabilidad a largo plazo.