Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 5 de abril de 2015 Num: 1048

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Philippe Jaccottet:
la hora de un poeta

José María Espinasa

Transiciones: del
papel a la red

Juan Carlos Miranda

Knausgard: escribir
para matar al padre

Carlos Miguélez Monroy

Tortuga
Luis Girarte Martínez

La espiral oceánica
Norma Ávila Jiménez

Arte para la gente
Blanca Villeda entrevista
con Elizabeth Catlett

La miseria de
Stephen King

Edgar Aguilar

Leer

Columnas:
Galería
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Luis Tovar
Twitter: @luistovars

Apuntes para un spleen

…ahora los segundos están fuerte y solemnemente acentuados, y cada uno, al brotar del péndulo, dice: “Yo soy la vida, la insoportable, la implacable vida.
Charles Baudelaire, “La estancia doble”

Y da la impresión de que es para volverla siquiera un poco soportable que se hace aquello que se hace en lugar de no hacer absolutamente nada, aunque haya ocasiones en las que más bien es al contrario y a la inmovilidad casi completa se le encomienda la tarea de llevar sobre los hombros el hastío de cada tarde, la carga tan pesada de lo que se deja para ese después que viene siendo nunca o casi nunca, instalada la existencia misma en la quietud interrumpida sólo muy de cuando en cuando por el gesto vago de pensar las cosas en silencio, mientras los objetos y la luz entablan su cotidiano diálogo de tacto mudo de tan tenue.

Por eso tal vez es que se dice, como de la inacción inane, que a veces uno hace lo que hace nada más para matar el tiempo, y siendo así la cosa y puesto que todo da lo mismo, ya que entre el acto y la potencia no media sino la mitad de un parpadeo, bien puedes jugar a ser idéntico a ese globo hinchado de agua que desde la azotea arrojas al vacío nada más para ver lo que sucede o, mejor dicho, para que suceda algo en vez de nada: por ejemplo, que te veas obligado a salir corriendo, que no te aguanten más, que te manden a vivir a otro lado para ver si así haces otra cosa que no sea perder el tiempo, aunque al final descubras que por perdido que se encuentre, o por mucho que según tú lo hayas matado el tiempo sigue ahí, más implacable que la vida.


Güeros, Alonso Ruizpalacios, 2014

Se llama miedo y él lo sabe, pero es mejor decirle de otro modo para que su asechanza sea más llevadera, y eso nada más cuando se aleja un poco porque cuando lo tiene ahí a su lado, respirándole la nuca y exacerbándole la angustia, decir tigre es igual a decir sudor helado y huesos que vacilan, contracción de escroto y pupilas dilatadas, temblor de extremidades, balbuceo y quietud pero, ahora, ésta involuntaria porque más vale quedarse quietecito para que se aleje el tigre, la felpa de sus pasos en la habitación a oscuras que no han sido capaces de ahuyentar ni las continuas mañanas de resaca ni el desayuno, sea continental o americano, tampoco los mediodías caniculares, menos las noches cuando otra vez la bestia lizaldeana, elástico relámpago que gira, sabe encontrarlo donde esté y sin que importe que también se haya cambiado el nombre en el afán de despistarlo y todos lo conozcan como Sombra.

¿Hasta qué punto será verdad eso que, plenos de convencimiento, de seguro piensan quienes han pospuesto al individuo en aras del ente colectivo? ¿Qué tanto es el afán genuino de participar, grano de arena, en decisiones que afectan antes al grupo que a sus integrantes, o qué tanto puede ser quizá sólo una válvula para desinflar el tedio de siempre estar con una misma? ¿Y qué hay con esas partes del todo, juntas pero postergadas? ¿Dejan de serlo por completo, de a ratos solamente, nunca? ¿Es con total sinceridad que Ana sostiene que su familia es ese montón de compas desparramados en salones y cubículos, y que esos recintos universitarios ahora son su casa? ¿Encuentra en eso lo que ahora necesita, o aquello que siempre le ha hecho falta? ¿Se dará cuenta de la suerte de suicidio emocional que resulta al darle de comer excepcionalidades al presente, a sabiendas de que los eventos no son sinónimo de continuidad? ¿Qué pasará entonces cuando la huelga estudiantil acabe? ¿Será cosa de seguir viviendo como si siempre estuviera en marcha o asamblea?

Que hablen mejor la noche y el trayecto citadino, que por cierto hablan mejor de lo que son capaces los demás: un solo escenario que se multiplica en estaciones como de viacrucis postnihilista postmoderno postapocalíptico posterior al desencanto de las décadas, la presente y las pasadas hasta topar con aquella otra donde otros seres tan diferentes pero tan como ellos recorrieron igualmente la noche urbana para ver si se encontraban a sí mismos en alguna esquina, algún barrio perdido o alguna pulquería, o si al menos daban con el único asidero imaginable con el origen, siempre escurridizo, de tanta melancolía vuelta costumbre, a la que no hay de otra que oponerle un segundo tras otro pero esta vez ahítos de palabras, de música en los oídos, pasos en la calle y reivindicaciones de-a-deveras, es decir de las que involucran al todo sin olvidar a cada parte, como aquella que pregunta protestando, tan mexicanamente, “¿a quién le dices güero?”