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La nueva América Latina
E

n realidad, no es de extrañar que los países latinoamericanos, hoy en su mayoría, difieran en una serie de aspectos centrales respecto de Estados Unidos, y así quedará claro durante la próxima semana cuando tenga lugar en Panamá la séptima Cumbre de las Américas. Ya días antes surgen las diferencias, notablemente sobre el caso de las sanciones impuestas por la Casa Blanca a Venezuela, respecto a lo cual una mayoría de nuestros países ha mostrado su desacuerdo.

Lo que resulta lamentable es que, prácticamente de inmediato, el Departamento de Estado, por voz de su subsecretaria Roberta Jacobson, haya manifestado su decepción por esta mayoría latinoamericana en contra de las sanciones estadunidenses, pero sobre todo por el hecho de que un país con los flujos informativos con que cuenta mostrara tal extrañeza, lo cual confirma una vez más la ceguera del gran país del norte respecto de las transformaciones de América Latina en los últimos tiempos, y de la decisión de nuestros pueblos, de su gran mayoría, de escapar a lo que han sido inveteradamente, desde hace siglos, los mandatos de la gran potencia del norte. En la mayoría de comentarios se apunta en el mismo sentido, sin incluir en el ánimo de independencia a importantes países como México, Colombia y Perú, que seguirían más atados a la Casa Blanca que el resto de los países continentales. Por nuestra parte, lamentamos que esto en efecto sea así, porque simplemente refleja la tendencia regresiva de un país como el nuestro que, en otros tiempos, ha sido punta de lanza para demostrar su independencia y afirmar su soberanía respecto de Estados Unidos.

Pero así son las cosas, lo cual refleja el carácter regresivo de la política internacional del actual régimen que, por otro lado, junta los extremos con una política económica neoliberal, también ampliamente regresiva y que es la causa clara de las grandes desigualdades internas y de nuestra incapacidad para abrir la brecha a un desarrollo económico más dinámico e igualitario. Política externa regresiva, pero además, una política económica sometida al Consenso de Washington, que es la fórmula de la sumisión a los grandes intereses transnacionales y globalizados, que hoy son precisamente la marca de los dominios imperiales que aún se imponen en el mundo y que nosotros, otra vez en el extremo regresivo, aceptamos como destino y fórmula de nuestra condición de explotados y sometidos.

Todo esto en nuestro país cuando otros, por ejemplo en Europa, marcadamente Grecia con el nuevo partido mayoritario, Syriza, y muy probablemente España con Podemos, emprenden un gran esfuerzo emancipatorio que podrá llevarlos a nuevos niveles de desarrollo, industrialización, empleo y democracia, Y, desde luego, mencionando en primer lugar la decisión latinoamericana, a través de un buen número de países que han establecido un conjunto de organismos como la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la alianza de gobiernos izquierdistas (Alba), el Banco del Sur, el Mercosur, la Aladi y otros más, que en primer lugar ofrecen, seguramente por vez primera en nuestra historia, un panorama de autonomía e independencia que no se había visto.

Vemos también que muy distinguidos intelectuales estadunidenses, como Noam Chomsky, coinciden ampliamente con el nue­vo curso latinoamericano, sin que tal cosa signifique su adhesión incondicional a todas las medidas, y que no consideren los grandes esfuerzos y dificultades que deberán aun cumplirse para lograr mayor desarrollo y democracia. Chomsky sostiene que ahora Bolivia junto con buena parte de la región, desde Venezuela hasta Argentina, ha resurgido. La conquista y su eco de dominio imperial de Estados Unidos están cediendo el paso a la independencia y a la interdependencia que marcan una nueva dinámica en las relaciones entre el norte y el sur continentales. Y todo esto con el telón de fondo de las dificultades económicas en Estados Unidos y en el mundo. Durante la pasada década, América Latina se ha convertido en la región más progresista del mundo. Las iniciativas a través del subcontinente han tenido un impacto significativo en distintos países y en la lenta emergencia de originales instituciones en la región.

En la misma América Latina, un intelectual de la talla de Atilio Borón ha declarado que los países de nuestro continente han sido sometidos por el poder imperial a la exclusión y a la invisibilidad a la que se les pretende condenar, de allí que su lucha actual sea autoafirmativa y procure en primer lugar mostrar su voz y existencia frente a toda la sociedad, que procuren hacerse visibles destacando aquello que constituye su personalidad y cultura.

En la gran mayoría de los movimientos sociales latinoamericanos está presente la afirmación de la autoorganización y la autonomía, que en algunos casos más avanzados se formula como democracia directa o radical. Por debajo de estas ideas hay la intención clara de afirmarse como organizaciones descentralizadas que logran acuerdos por consenso, y en definitiva por la toma de decisiones a través de asambleas democráticas y con la asignación de tareas rotativas con cargos revocables. (Uno de los ejemplos más notables es la formación de los caracoles en Chiapas y sus correspondientes juntas de buen gobierno, en que debe privar el autogobierno y la resistencia de los territorios rebeldes respectivos.) Naturalmente, queda planteado como problema agudo el de la democracia y la horizontalidad de los movimientos, que traen consigo también problemas de eficacia.

Otra de las características en estos movimientos sociales es la impugnación que llevan a cabo de los mecanismos tradicionales de representación y mediación entre la sociedad civil y el Estado, especialmente a través de los partidos políticos y los sindicatos. En los movimientos sociales que por definición son autoorganizados se rechazan por principio las representaciones y mediaciones externas, principalmente aquellas expresadas en los partidos políticos. Para ciertos críticos algunas de estas cuestiones están en la raíz de la relativa desmovilización actual en América Latina de los movimientos sociales: logrados sus objetivos primordiales, las aguas tienden a tomar su nivel.

Vemos, pues, cuáles han sido en los años recientes algunas de las más importantes transformaciones latinoamericanas…, mientras el gobierno mexicano ¡sigue aferrado al neoliberalismo y al control ­unipartidista!