Opinión
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La Muestra

La tirisia

T

irisia, enfermedad del alma. En La tirisia (2014), su segundo largometraje, Jorge Pérez Lozano (Espiral, 2008), egresado del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), elige realizar una película sobre la tristeza, y a través del registro paralelo de las experiencias de dos mujeres campesinas en la región de la mixteca poblana, que viven solas una maternidad conflictiva y la separación de sus parejas, aborda la situación de abandono y desolación que priva en el campo mexicano.

La apuesta del realizador parece ser concentrar en pocos personajes (la comunidad local está relativamente ausente) el estado anímico de toda una sociedad rural, sumida en el desánimo y la pasividad por la falta de oportunidades y el profundo desdén que hacia su suerte manifiestan las autoridades.

Después de pocos años de ausencia de Carmelo (Alfredo Hererra), trabajador inmigrante en Estados Unidos, su esposa Cheba (Adriana Paz) se ha arrejuntado con Silvestre (Gustavo Sánchez Parra), de quien ha quedado embarazada. Ante el inminente regreso del primero, la joven debe separarse del recién nacido y este hecho, sin solución a la vista, la sume en una depresión profunda. La suerte paralela de Ángeles (Gabriela Cartón), una adolescente soltera que vive su reciente maternidad como una desgracia irreparable, abona también a este clima de desesperanza.

La tirisia se apodera entonces de las jóvenes, en especial de Cheba, y se manifiesta como una postración anímica incomprensible, desánimo total, falta de voluntad, con silencios prolongados, que los hombres presencian impotentes, cuando no con desdén o impaciencia.

A la manera de los soldados que son figuras omnipresentes en el campo, incapaces de brindar alivio alguno a las poblaciones, o un poder eclesiástico siempre a distancia también de un apoyo efectivo, Silvestre y Carmelo son emblemas de una autoridad patriarcal tan vociferante como inútil, frente a la cual las dos mujeres quedan inermes y desprotegidas, sumidas en la tirisia.

Sólo un personaje masculino destaca por su humanidad y empatía, también por situarse como mediador y conciencia razonable, el campesino homosexual Canelita (soberbio Noé Hernández –narco en Miss bala, sardo en El infierno), hombre de humorismo fresco, alejado de estereotipos y victimismos anacrónicos y, sobre todo, de cualquier posible noción de culpa. Con una fotografía que es notable ambientación de atmósferas de abandono y un sólido guión que consigue lo impensable, sugerir alivio espiritual en medio de tanta desesperanza, La tirisia es una de las propuestas más valiosas del cine actual mexicano.

Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional. 15:30 y 20:30 horas.

Twitter: @Carlos.Bonfil1