jornada
letraese

Número 225
Jueves 9 de Abril del 2015


Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus



pruebate


 

¿A pelo y sin riesgos?
Bareback y prevención

Socialmente cuestionado y condenado, el bareback, una práctica sexual entre hombres, quienes de manera deliberada no utilizan condones, también representa un dilema para la ciencia, la salud e incluso la bioética. La disponibilidad de los medicamentos, la necesidad de transgresión o la búsqueda primordial del placer son factores que han alimentado esta práctica alrededor del mundo. Los textos aquí presentados ofrecen dos perspectivas; la nacional y la global, que abonan a la discusión sobre un tema imposible de ignorar, por muy incómodo que parezca.

Leonardo Bastida Aguilar

"Te lleno el culo de leche”, “méteme hasta el webo”, son algunas de las frases inscritas en diferentes espacios virtuales de contacto entre hombres que practican el bareback, un fenómeno asociado al creciente uso del Internet, sobre todo de las redes sociales donde las invitaciones para asistir a algún encuentro donde haya sexo sin protección entre hombres son cuantiosas.

La aseveración no es difícil de verificar. Con sólo poner en cualquier buscador de Internet los componentes de origen anglo “bare” y “back”, el despliegue de sitios web por visitar rebasa cualquier posibilidad humana de revisar siquiera el uno por ciento de los más de 19 millones 400 mil resultados obtenidos sobre esta práctica sexual, la cual consiste en el sexo anal consentido entre dos hombres sin uso de condón de manera deliberada.

El ornamento de la mayoría de estos espacios virtuales son fotos y videos de hombres teniendo relaciones sexuales durante un tiempo prolongado, mostrando de manera clara que ninguno de los participantes usa condón, por el contrario, la relación sexual es al natural o “a pelo”.

Tener sexo bajo riesgo a sabiendas de una posible infección de VIH, o siendo más radicales, incluso buscándola al relacionarse con un compañero seropositivo (bug chasing), conlleva a plantear un sinfín de preguntas sobre dicha conducta.

Sexo de a de veras
Las causas por las que una persona decide tener prácticas sexuales de riesgo son muchas, señala en su artículo ¿Quién está fallando, quién?, Ford Hickson, investigador de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, especializado en conductas de los hombres que tienen sexo con otros hombres (HSH). El autor describe que algunas de las razones que alientan dicho comportamiento son: el poder del placer sexual (“si no entiendes el riesgo sexual es, probablemente, porque no aprecias el deseo sexual”), la rápida expansión de la escena gay en “un amplio sector de negocios que ofrece servicios de contacto sexual y lugares para practicar sexo”, la continua denigración de la homosexualidad en la sociedad y el aislamiento emocional que conlleva, la automedicación con alcohol y drogas, la creencia generalizada de que el “sexo real” es el sexo anal, el fetichismo y la consideración del sexo anal sin protección como un comportamiento transgresor, las normas culturales individualistas que rechazan las nociones de responsabilidad y el sesgo optimista de decirse a sí mismo que los riesgos son menores de lo que son.

Por su parte, en su texto La epidemia del VIH entre hombres que tienen sexo con hombres en México: el caso del bareback, Ricardo Baruch, maestro en salud pública, refiere que la práctica es deliberadamente más común en los hombres gays, aunque no se podría descartar al sector de los HSH, y considera que además de lo estipulado por Hickson, factores como la “fatiga de la prevención”, la disminución de la percepción de la gravedad y la susceptibilidad a una infección de VIH y el conocimiento de la existencia de medicamentos antirretrovirales más eficientes ha provocado que algunas personas no consideren al VIH
como un padecimiento severo.

En entrevista con Letra S, el investigador agrega la pornografía a las causales, pues la evidencia científica ha mostrado que los hombres gays que ven porno bareback pueden ser hasta dos veces más propensos a tener sexo desprotegido intencionalmente.

En Estados Unidos y otros países, comentó Baruch, existen métodos como el sero-sorting (escoger a parejas que tienen el mismo estatus de VIH) o el sero-positioning (buscar ser activo con parejas de quienes se sospecha o se sabe que viven con VIH). Sin embargo, aclaró, en México, debido al estigma y la discriminación, es sumamente complicado que las personas que viven con VIH admitan tener el virus, lo cual hace difícil o imposible implementar estas prácticas que podrían considerarse reductoras del daño.

Tratar o no tratar
La propuesta científica para prevenir nuevas infecciones en este sector de la población radica en el tratamiento profiláctico pre exposición (PrEP), es decir, la toma de medicamentos antirretrovirales antes de un encuentro sexual de riesgo a fin de evitar una infección de VIH.

Mediciones realizadas en sistemas de salud como el de Nueva York, específicamente en HSH y personas transexuales, mostró que 55.4 por ciento de los sujetos de estudio estaría de acuerdo con tomar la PrEP. Otra investigación, aplicada en Francia a 443 HSH, algunos de los cuales reconocieron la práctica deliberada de sexo anal sin protección, reveló que 40 por ciento de los integrantes de este sector aceptaría el tratamiento.

Si bien no aplicados sólo a “barebackeros”, aunque no podría descartarse la presencia de alguno de ellos en las cohortes de investigación, dos estudios, uno realizado en Francia y otro en Inglaterra en hombres con prácticas homosexuales de riesgo que tomaron PrEP, mostraron una reducción de nuevas infecciones de 86 por ciento con respecto a grupos similares de personas que no ingirieron fármacos. Tales resultados fueron presentados en la más reciente Conferencia sobre Retrovirus e Infecciones Oportunistas.

Sin embargo, otros estudios, como el presentado por el Centro Australiano de Investigación en Sexo de la Universidad La Trobe de Melbourne, en la pasada Conferencia Internacional de Sida (2014), en el cual se realizó ciberetnografìa entre más de 500 usuarios de un foro virtual de personas que se definen como HSH, la mayoría americanos, se apreció que muchos de los integrantes de este sector conciben a la PrEP como una herramienta que ofrece protección contra el VIH pero que también permite tomar más riesgos sexuales, además de no eliminar totalmente el riesgo de infecciones y no ser tan accesible como el condón.

Para Baruch, la situación es clara: “está comprobado que la PrEP es costo-efectiva (es decir, que es más barato y efectivo brindar PrEP a personas seronegativas que tratamiento a personas positivas)”. Sin embargo, es difícil que con un sistema de salud como el mexicano se llegue a implementar una estrategia de prevención que podría resultar costosa. Por el momento, afirma, si una persona quiere adquirirlo en el sector privado, podría tener que desembolsar hasta 10 mil pesos al mes, a menos que tenga un buen seguro de gastos médicos mayores.

Una intimidad sin barreras

Carlos Bonfil

El sexo desprotegido –rechazo admitido o no del uso del condón en cada contacto sexual– ha dejado de ser un episodio ocasional, un tropiezo o accidente. En algunos casos, se ha vuelto una práctica deliberada, incluso organizada, que ha generado una subcultura específica, la de aquellas personas que tienen sexo sin la barrera protectora del condón, una práctica que en los países anglosajones se conoce como barebacking (sexo a pelo).

Unlimited intimacy: reflections on the subculture of barebacking (University of Chicago Press, 2009), del investigador estadunidense Tim Dean, propone una aproximación novedosa, ciertamente provocadora, a una problemática cuya relevancia muchos estudiosos y no pocos militantes gays prefieren a menudo ignorar o subestimar cautelosamente. Se trata, en efecto, de un asunto incómodo en tiempos de lucha por el reconocimiento del matrimonio gay y la adopción. Cuando se llega a abordar el tema, se prefiere circunscribir la práctica al terreno de la patología, pues analizarla más a fondo podría sugerir una apología indirecta de dicho comportamiento.

El profesor Dean señala que antes de la llegada de los antirretrovirales de alta eficacia, en 1996, el término de bareback era prácticamente desconocido, aun cuando la práctica existiera. La disminución de un riesgo de muerte a corto plazo por consecuencias del sida hizo, sin embargo, que proliferara la práctica del sexo sin condón, y que dicha práctica abandonara el terreno de la estricta intimidad para socializarse y crear una subcultura específica, con una comunidad claramente identificada y formas de comunicación a través de internet y puntos de encuentro comunitario.

La investigación Unlimited intimacy propone una exploración del nacimiento y auge de esa socialización del bareback y de la consolidación de su subcultura, a partir de tres fuentes: a) la observación informal participativa (el autor se introduce en la comunidad y participa en ella), b) el registro de la pornografía procedente de esa subcultura (aspectos distintivos), y c) el estudio del funcionamiento de los sitios web relacionados con ella. Explora el autor también el mundo del ligue en línea contrastándolo con formas de contacto casual, en ambientes urbanos, muy comunes en épocas pasadas (parques, baños, bares, etc).

La metodología empleada evita, por principio, la demonización del tema, o la denuncia incluso de evidentes fallas en la educación sexual o en las políticas de prevención del sida. Lo que interesa a Dean es una aproximación desprejuiciada a una práctica de bareback que desafía los lineamientos de la moral social y compromete la aceptación pública de la homosexualidad, legitimando de paso la discriminación y afectando también el financiamiento de campañas de prevención del VIH.

¿Qué descubre Dean en su estudio? Primeramente, que el barebacker rechaza la normatividad impuesta y asume la transgresión, de paso también el riesgo de enfermedades, al tiempo que construye una subcultura que es a la vez identidad y conducta. Reivindica también la fantasía, denunciando que el discurso profiláctico médico tiene como misión cancelar toda consideración sobre las fantasías, la intimidad e incluso el placer.

El asunto es delicado, pero el autor lo estudia sin reservas. Observa que existen básicamente tres tipos de barebackers: a) el que no desea transmitir el virus, b) aquél a quien le resulta indiferente hacerlo, y c) el que opta por transmitirlo deliberadamente, constituyendo este último, estadísticamente, una minoría que por lo demás no se esconde. Señala también Dean que por lo general existe en el barebacking una seguridad negociada cuando en una pareja ambos son seronegativos y asumen el compromiso de la fidelidad; o un acuerdo tácito de compartir el riesgo en lo que llama serosorting, cuando los dos miembros de la pareja son seropositivos, y también un posicionamiento estratégico frente al riesgo cuando la pareja es serodiscordante (uno VIH positivo, el otro negativo). En los dos últimos casos existe un cálculo de reducción de posibles daños.

En una relación sexual de riesgo, sin intención deliberada de transmitir el virus, impera, sin embargo, una lógica de auto engaño compartido: el seropositivo razona: si mi compañero no me pide que use condón es que debe ser seropositivo como yo; el seronegativo, por su parte, concluye: si él acepta penetrarme sin condón es que debe ser seronegativo como yo. En realidad, sugiere Dean, la conducta no es tan anómala o infrecuente como pudiera pensarse, pues la gran mayoría de la población practica el bareback al no sentirse realmente en riesgo epidemiológico, y dicha práctica sólo se estigmatiza cuando surge en una comunidad gay considerada de alto riesgo. Añade el autor: “Casi nadie imagina hoy que la vieja máxima del sexo seguro (‘Use condón en cada ocasión’) deba aplicarse en su caso personal, y sí para toda aquella persona cuyo placer parezca menos significativo o legítimo que el propio. El sexo sin condón se ve así a menudo como un privilegio de los normativamente emparejados en esta era del sida. El derecho al bareback parece sólo acompañarse de la monogamia”. El estudio que hace Tim Dean en su libro es, sin duda, polémico, pero parte de la premisa que evitar una discusión desprejuiciada de estos temas equivale siempre a favorecer las mismas prácticas de sexo no seguro que se busca combatir. El viejo lema de Act-Up sigue siendo así pertinente: silencio=muerte.


S U B I R

 

 

 

]