Opinión
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Penultimátum

Legado de Lauren Bacall

J

unto con la de India, la industria cinematográfica de Estados Unidos es la más poderosa en términos monetarios y de producción, capaz de invertir decenas de millones de dólares en películas que dejan también elevadas ganancias. Además, controla una parte decisiva de los circuitos de exhibición en el mundo.

Sin embargo, no ha mostrado interés en conservar como un todo el legado material de algunas de sus figuras estelares. Es el negocio de las subastas el que ha impuesto su ley, como ya ocurrió con lo que dejaron Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor, John Wayne, Spencer Tracy, Betty Davis, Rita Hayworth, Clark Gable, Audrey Hepburn, James Dean, Olivia de Havilland, John Huston y Orson Welles.

Ahora tocó el turno a los valiosos objetos que en vida reunió Lauren Bacall, así como parte de lo que también hizo feliz a quien fue su primer marido, Humphrey Bogart. Nacida en Nueva York en 1924, a los 20 años Lauren tuvo el privilegio de ser la actriz principal de una exitosa película: Tener y no tener. Posteriormente rodaría otras igualmente célebres, algunas compartiendo el estelar con Bogart. Todavía se dio el lujo de participar en 2003 en Dogville, del cineasta danés Lars von Trier, junto a Nicole Kidman, con quien volvería a trabajar un año después en Birth, del realizador británico Jonathan Glazer. También fueron sonados sus triunfos en los teatros de Broadway.

Lauren Bacall murió el año pasado y la casa de remates Bonhams recientemente subastó lo que ella atesoró durante 60 años en su departamento-museo del edifico Dakota, en Nueva York. El mismo donde vivía John Lennon con Yoko Ono. Obras de creadores famosos (Hockney, Moore, Picasso, Calder, Miró), joyas, vestidos, documentos, guiones de películas, cartas (hasta de ex presidentes, como William Clinton), fotografías, muebles, vajillas, arte de África y objetos diversos. Los bienes que disfrutó una de las leyendas de la época dorada del cine estadunidense, se dispersaron por decisión y en beneficio de sus tres hijos. Económicamente, un éxito mayor del  previsto por la casa Bonhams. Se vendió, y a muy buen precio, hasta la mesa de ajedrez que diseñó y luego mandó elaborar Bogart.

Los medios y las redes sociales aprovecharon la subasta para insistir en la necesidad de que las muy prósperas productoras de cine estadunidense construyan en Los Ángeles y Nueva York los museos destinados a conservar y exhibir, cuando la ocasión lo amerite, el legado de las grandes figuras de su cinematografía. Pueden inspirarse para ello en dos ejemplos exitosos: la Cinemateca Francesa y la nueva sede parisina (diseñada por Renzo Piano) de la Fundación Jérôme Seydoux-Pathé, dedicada a preservar el invaluable patrimonio de esa importante y legendaria empresa cinematográfica.