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En riesgo el desarrollo por desconfianza
U

na de las enseñanzas del filósofo chino Confucio fue sobre la definición de un buen gobierno, el cual destaca la importancia de proveer a los gobernados lo suficiente para comer, en tener soldados para guardar el Estado y en saber ganar la confianza del pueblo. Y si una debiera sacrificarse, ¿cuál sería? –los soldados–. Y si uno de los dos restantes debiera sacrificarse, ¿cuál sería? –la comida–. Ya que desde el principio de los tiempos los hombres han tenido que morir, pero sin la confianza del pueblo, ningún gobierno puede sostenerse en el poder.

Al finalizar su 99 asamblea plenaria el pasado jueves 16 de abril, los obispos de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) dieron a conocer un mensaje titulado ¡Sin confianza y participación no se avanza!, en el cual expresaron que para salir de la crisis actual, lo que se necesita es precisamente la confianza, la cual brota en la seguridad de saber que se está buscando el bien de todos, no sólo de algunos (http://bit.ly/1bwbOnY).

En ese texto los obispos aseguran que lo que el pueblo mexicano necesita es saber que sus instituciones y autoridades trabajan por el bien común. Los mexicanos no podemos tolerar a quienes buscan el poder sólo para favorecer sus intereses, indican. Esta creciente pérdida de confianza por la ciudadanía también ha sido advertida por los partidos políticos y el propio Instituto Nacional Electoral (INE), que señalaron, en su reunión del pasado 20 de abril, el gran reto que representa para la legitimidad del proceso electoral y sus resultados (http://bit.ly/1JnlxaN).

Incluso esta crisis de confianza fue reconocida por el propio presidente Enrique Peña Nieto, en entrevista con el diario británico Financial Times, a principios de marzo pasado, en la cual aseguró que no es exclusiva de la administración federal, ya que engloba a la mayoría de los gobiernos e instituciones del país.

Asimismo, dos semanas antes de las declaraciones del presidente Peña Nieto, en entrevista con el mismo diario, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso, sostuvo que para que la expansión económica sostenida sea una realidad, no solamente deben efectuarse reformas constitucionales, sino que igualmente deben instaurarse instituciones creíbles que posibiliten la generación de justicia y transparencia que abonen a reconstruir la confianza pública.

De acuerdo con las encuestas realizadas por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública de la Cámara de Diputados, buena parte de los mexicanos confía poco o nada en algunas de las instituciones de la República, como las instancias policiales, los gobiernos de los estados y las presidencias municipales; en tanto que el mayor nivel de desconfianza lo alcanzan los partidos políticos, los medios de comunicación y los sindicatos (http://bit.ly/1BJqQAo).

También el denominado Informe país (2013), realizado por el INE, reveló que la confianza de los ciudadanos en las instituciones no supera 50 por ciento; incluso el mismo organismo bajó en confiabilidad, al ubicarse en octavo lugar (34 por ciento), por debajo del gobierno federal (36), muy lejos del 59 por ciento que gozaba en 2010, año en que se realizó la última medición (http://bit.ly/1LBaKtu).

Como podemos observar, la crisis no es exclusiva de una institución, gobierno o partido político, de hecho, la desconfianza llega a todas las instituciones públicas, privadas y religiosas. De igual forma, los informes dejan ver que el problema no es nuevo, lleva años alimentándose del desencanto de la ciudadanía hacia la democracia; la desconfianza hoy día hace metástasis hacia lo que se percibe como político.

¿Cómo explicar las alarmantes caídas en la confianza ciudadana en las instituciones?

Para Michael Delli Carpini, decano de la Annenberg School for Communication de la Universidad de Pensilvania, esta caída es, hasta cierto punto, racional. Tiene que ver más con el gobierno que con los ciudadanos y estaría relacionada con la incapacidad del mismo para resolver los asuntos que en verdad importan a la población. El descontento ciudadano con la democracia, por tanto, no se cuestiona por la legitimidad de su origen, sino por su desempeño, afirmó.

El problema de fondo parece ser la imparable corrupción que ha contaminado gran parte del sistema en México, aunado a la percepción de la ciudadanía de que las acciones realizadas por las autoridades y gobiernos no están dando resultados en materia económica, de seguridad o de impartición de justicia, entre otros muchos.

Los arzobispos y obispos de México han asegurado querer ser parte de la reconstrucción de la confianza ciudadana, la cual, indican, solamente podrá ser obtenida con honestidad, hablando con la verdad, cumpliendo los compromisos, construyendo la justicia y respetando la vida. Pero esta labor debe ser de los mexicanos en conjunto, no sólo del gobierno, en todos debe adoptarse el propósito de predicar con el ejemplo. Cumplamos entonces con nuestras responsabilidades civiles y de valores para contribuir a reconstruir un mejor país.

*Analista en temas de seguridad, educación y justicia

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