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Testimonios de la pandemia de influenza de 2009
E

l pasado abril se cumplieron seis años de que se reconoció oficialmente que un virus, en ese momento desconocido, era el causante de un tipo de influenza atípica (pues se presentaba fuera de la temporada invernal, afectando principalmente a la población joven), la cual se propagaba rápidamente por el territorio nacional provocando un número no bien determinado de enfermos y fallecimientos, pero los suficientes como para hacer sonar todas las señales de alarma. Las autoridades tomaron medidas drásticas y nunca vistas, como la suspensión de diversas actividades, incluidas las escolares y algunas económicas, con un alto costo –no sólo en términos monetarios, sino además políticos–, intentando reducir el número de contagios. En los momentos más complicados hubo pánico; las calles lucían vacías, encuentros de futbol sin público, restaurantes sin comensales o de plano cerrados y las instituciones de salud trabajando al máximo de sus capacidades.

El aniversario de estos acontecimientos fue el contexto de la presentación, el pasado jueves, de un libro sui géneris, cuyo título es La influenza mexicana y la pandemia que viene, publicado por la editorial Siglo XXI. Digo sui géneris en primer lugar porque, de acuerdo con la portada, parecería que se trata de una obra de varios autores, una especie de antología, pero desde el principio de la lectura uno descubre –gratamente, por cierto– que hay una sola pluma, la de Mauricio Ortiz.

Otra de las singularidades de este libro es la forma en que está construido; en mi opinión, se trata de una combinación de estilos, o mejor sería decir, un estilo que se configura con elementos periodísticos, literarios y científicos. La parte medular está formada por los testimonios o entrevistas con el grupo de funcionarios que encabezaron el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) durante los primeros días de la crisis sanitaria provocada por el virus AH1N1, entre ellos Daniel Karam, quien fue el director de ese instituto en aquel momento, y su círculo más cercano de colaboradores: Roberto Albiztegui, Santiago Echevarría, Juan Lozano y José Luis Romo.

Salvo Echevarría, que es médico, el equipo del ex director del IMSS, especialista en administración pública, estaba formado por expertos en economía, ingeniería de comunicaciones, derecho y comunicación. Se trata esencialmente de un puñado de jóvenes políticos egresados de instituciones de prestigio nacional e internacional que trabajaron durante la administración del licenciado Felipe Calderón, lo cual explica los enfoques desde los cuales enfrentaron la contingencia sanitaria, con gran éxito, según se desprende de la lectura de sus propios testimonios.

Pero, a pesar de lo árido que pudieran parecer algunos de los temas contenidos en estos testimonios o entrevistas, con las cadenas de mando, la construcción de protocolos, las estrategias de comunicación, las de adquisiciones de insumos, etcétera, Mauricio Ortiz logra crear una pieza narrativa que lleva al lector incluso a momentos de gran tensión, como cuando los funcionarios tienen el apremio del presidente de presentar los datos sobre número de enfermos hospitalizados, fallecimientos, casos sospechosos, etcétera, y, a punto de sucumbir, logran resolverlo. El redactor muestra su talento para sacar agua de las piedras y logra un resultado francamente admirable.

Las carencias que pudieran existir en los aspectos médicos son subsanadas, además de las aportaciones de Santiago Echeverría, por testimonios de expertos en salud pública, como Pablo Kuri, y de personajes situados en la línea de batalla, como Efraín Arizmendi, quien coordinaba las clínicas y hospitales del IMSS de la delegación Distrito Federal Norte, o Jaime Zaldívar, quien se desempeñaba en ese tiempo como director del Centro Médico La Raza. Otros huecos en materia científica son cubiertos por el autor gracias a su propia experiencia como médico e investigador científico, para explicar aspectos indispensables en un libro sobre este tema, por ejemplo, qué es un virus y cuáles las características del AH1N1.

La obra está salpicada en distintos momentos por toques literarios que resultan sorprendentes, como cuando, al referirse al hospital de La Raza, se detiene en el monumento del mismo nombre y descubre entre las figuras escultóricas a una madre de pechos grandes con el brazo en el rostro… realizando el estornudo de etiqueta.

Finalmente, además de recomendar ampliamente la lectura de este libro, el cual contiene datos muy útiles que permiten entender mejor la pandemia de 2009, es importante dejar claro que se trata de la visión de una parte del sistema de salud, muy importante como el IMSS, pero esta sola característica indica que hay otras historias que todavía están por contarse.