Qué quieren decir con
“habla bien de México”

Peña Nieto expresamente reforzó la campaña calderonista “Hablen bien de México”, y ha soltado a operadoras y operadores que a todos niveles y colados en las redes sociales inundan los medios para revertir “cualquier percepción negativa” de México. Todo vale. Las 23 mil personas desaparecidas del informe de la ONU “no son desaparecidas, son no localizadas”, dijo Monte Alejandro Rubido, de la Comisión Nacional de Seguridad.

RAMÓN VERA HERRERA

Al igual que el Lyubov Orlova, el barco fantasma ruso que pobló hace unos meses las páginas de los diarios y los muros de las redes sociales en todo el planeta, el Estado mexicano parece abandonado y a la deriva, atrapado entre intereses más que oscuros sin responder realmente a nadie, mientras ahí dentro las últimas ratas se matan unas a otras.

Las imágenes de horror y secretos celosamente guardados embonan a la perfección con un Estado que chifla pa’rriba ante matanzas como San Fernando, Tlatlaya, Iguala y Apatzingán. Las desapariciones suman millares y las muertes por asesinato cientos de miles. Hay evidencias contundentes de tortura sistemática y cotidiana. Más de 266 mil 900 personas viven en esclavitud: México tiene el primer lugar en esclavismo en América Latina (con su lógica de tráfico y utilización sin miramientos de personas encerradas), y el número 18 a nivel mundial, según datos de la organización Walk Free. México es el segundo país más impune del mundo según el Índice Global de Impunidad 2015, de Naciones Unidas.

La guerra permanente es hoy el promovido mecanismo de convivencia en tantísimas regiones del país. Las corporaciones y [su] el gobierno emprenden el acaparamiento de los territorios indígenas impulsados por reformas energéticas a las que estorba que más o menos la mitad del territorio nacional siga siendo propiedad social (ejidal o comunal) y que de esa mitad, un 60 por ciento sean bosques, según nos cuenta Ana de Ita.

La violencia de policías, ejército, marina y narco-paramilitares contra la población civil, en particular la juventud, se vuelve insoportable.

Se perpetra una invasión de los territorios de comercio independiente con alimentos procesados (literalmente basura que la gente termina consumiendo porque es lo único disponible). Las corporaciones se empeñan en controlar, esquina a esquina, el punto de venta mediante sus “tiendas de conveniencia” que desploman la rentabilidad de las tienditas tradicionales. Oxxo, por ejemplo, inaugura un mini-súper cada ocho horas y por cada uno que se inaugura, por lo menos cinco tienditas salen del negocio.


Pelota mixteca, Oaxaca. Foto: Francisco Palma

Ahí lo que se vende son “piensos” para humanos con empaques llamativos cuyos ingredientes se homologan en todo el planeta (maíz, soya, canola, empleados como edulcorantes, emulsificantes, almidones, aditivos). De acuerdo a GRAIN, su nocividad y la disponibilidad controlada impuesta por las “tiendas de conveniencia” golpean a una población atrapada en una desnutrición que mucho es obesidad y diabetes. Gracias al “libre comercio” México es una de las diez potencias productoras de alimentos procesados a nivel mundial: 28 mil millones de dólares ganaron en 2012, según datos de Roberto Morales en El Economista. Claro, no es México. Son las corporaciones que aquí operan, como Pepsico y Nestlé, tan comprometidas con la desacreditada Cruzada contra el Hambre.

La enormidad del horror de todo lo que va ocurriendo en México es tan vasta que hoy hay un celo especial por proyectar la imagen de México. Así nace la “Marca México”, ¡oooh!, y se les llena la boca al pronunciarla.

Ya con Felipe Calderón, el gobierno mexicano gastó millones de pesos en lo que se conoce en el mundo como Relaciones Públicas o PR, por sus siglas en inglés. Según El Universal, tan sólo en los últimos tres años calderonistas se gastaron 900 millones de pesos en trabajar la imagen que el mundo tiene de México. Las empresas beneficiadas entonces fueron Ogilvy Public Relations World Wide y J. Walter Thompson, pertenecientes a WPP, una de las compañías de PR más grandes del mundo. Desde entonces se comenzó a promover lo que los expertos le llaman “la marca-país”, en este caso la Marca México.

Y desde entonces, el fideicomiso paraestatal ProMéxico ha trabajado en relaciones públicas para que se “hable bien de México”. A principios de marzo de 2015, ahí estaban “hablando bien”, los directores de Volkswagen, y de Nestlé en América; el vicepresidente de Bombardier Aerospace, y hasta Servitje del grupo Bimbo. Destacan las declaraciones de Michael MacAdoo, de Bombardier. Las recoge el medio hilodirecto.com.mx: “Necesitábamos un lugar que pudiera ofrecernos alta calidad, puntualidad y un costo aceptable: México cumple con esos tres criterios [...] Cualitativamente vimos que, a lo largo de tres administraciones presidenciales de dos partidos políticos distintos, había un compromiso a largo plazo a niveles estatal y federal con la industria aeroespacial”.

Parece cualquier cosa. La industria aeroespacial. Pero para Estados Unidos y su geopolítica continental es crucial que México asuma ese papel de maquila de la aeronáutica, lo que lo mete a la prospección de minerales metálicos y no metálicos, acaparamiento del agua, reformas energéticas, todo lo necesario para las ventajas comparativas.

La andanada crece. Según Hilo Directo, Peña Nieto expresamente reforzó la campaña calderonista “Hablen bien de México”, y ha soltado a operadoras y operadores que a todos niveles y colados en las redes sociales inundan los medios para revertir “cualquier percepción negativa” de México. Todo vale. Las 23 mil personas desaparecidas del informe de la ONU “no son desaparecidas, son no localizadas”, dijo Monte Alejandro Rubido, de la Comisión Nacional de Seguridad, a El Mundo. Pero hasta la Universidad de Pittsburg sale a cuestionar a Rubido. Eso no les importa, dicen los que con glamour “hablan bien de México”. México, dicen, “ocupa el lugar 14 entre los países más felices del mundo”, según un estudio que “considera que la satisfacción y el bienestar son indicadores críticos del desarrollo social y económico de una nación”.

La percepción promovida es ahistorica y posmoderna. “No todo está mal, habla bien de México”. Todo se vale, “todas son identidades, manito”. Así, en la cinta Hecho en México, es lo mismo una peregrinación a Wirikuta que las vicisitudes de un tren como La Bestia, una balacera entre narcos que una tocada en Neza, el mercado de Sonora y su abigarrado universo de magia que la lucha contra el maíz transgénico. Y Gloria Trevi puede lucirse defensora de la justicia de género. Todo es identidad, todo es pertenencia, todos son “estilos de vida”, “tú estás bien, mi buen, yo también”.

Imagínense qué buena onda, en unas cápsulas fulgurantes, plenas de imágenes muy cinematográficas, México es uno de los 10 destinos turísticos más importantes del mundo, es el segundo productor de autos de América Latina, tiene la mayor cantidad de hoteles “eco turísticos”, su producción de hortaliza es orgullo en el mundo (aunque la población jornalera viva en la mierda). Éste es uno de los cinco países con menor deuda pública, “es líder en América Latina en el rubro [sic] de lugares distinguidos como Patrimonio Mundial por parte de la UNESCO”. Y la más importante: “El Paseo de la Reforma compite con las avenidas más bellas del mundo”. Ante esto, realmente somos unos desagradecidos las mexicanas y mexicanos con un gobierno tan cumplidor.

Hoy, pintar una raya entre el pueblo de México y el Estado mexicano es un acto de conciencia política indispensable. Quienes nos piden “habla bien de México”, quieren hacernos creer que pueblo y Estado son lo mismo: nos conminan a que pasemos por alto las canalladas que tenemos que denunciar e impugnar bien fuerte.