Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 10 de mayo de 2015 Num: 1053

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Kilómetros
Miguel Santos

De la carta enviada por
Funes el Memorioso a
don Lorenzo de Miranda

Juan Manuel Roca

Desierto amor
Diana Bracho

Viaje a Indochina:
un periplo por el
sudeste asiático

Xabier F. Coronado

Vietnam, el nuevo
tigre de Asia

Kyra Núñez

Fuga de cerebros
Fabrizio Lorusso

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Jaime Muñoz Vargas
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Alonso Arreola
Twitter: @LabAlonso

El Cruce: Formosa y Asunción

El arpista toca pegadito a una máquina de rayos X mal ubicada en el centro de la sala. Ambos conforman un cuadro surrealista, extrañamente agradable al momento de la espera. Dos niñas bailan alrededor con sendas sonrisas, inconscientes de su ahogo en el complejo mar de tresillos y síncopas que segundo a segundo teje el dios sentado frente a ellas. Sí. Visto a la distancia el arpista es una deidad o un charlatán (casi la misma cosa) cuyas manos engañan a la lógica. Invisibles a los ojos distantes, las cuerdas de su instrumento dejan el mundo material para derramarse en el tiempo, brincan de una dimensión a otra como si crearan un agujero flotando en el espacio. ¿Quién lo diría? Fue hasta el último momento, minutos antes de subirnos al avión, cuando pudimos escuchar el corazón sonoroso de este territorio, el objeto del que tantos compositores e intérpretes notables se han enamorado. ¿Adivina la lectora, el lector, por dónde andamos?

Estamos en el aeropuerto de Asunción, en Paraguay, saliendo a Buenos Aires. Hemos participado en un par de encuentros que nos han hecho pensar y sentir muchas cosas; que nos dan algo de esperanza pero también tristeza frente a una labor que parece imposible: la unión, el acercamiento entre pueblos originarios de Latinoamérica separados por la distancia geográfica, por el abismo lingüístico. El primero ocurrió en Formosa, en el lado argentino de esta curiosa y caótica frontera que pocos pasan si la comparamos, verbigracia, con las bocas monstruosas que unen a México y Estados Unidos vía terrestre. Se llamó “El Cruce. Ancestral & contemporáneo. Sabores, sonidos, saberes”. Fue una pequeña y breve conjunción entre seis lenguas (contando al castellano, aunque muchos puristas nos corrijan la plana) y tres países. Nos referimos al guaraní paraguayo, a los mapuche, qom y wichi argentinos, y al náhuatl mexicano.


El Cruce, con participación de artistas de
México, Paraguay y Argentina

Sucedido en el Galpón C de la Costanera, una estructura para usos múltiples a la vera del río Paraguay, extensión del Paraná; este cruce mezcló no sólo palabras sino músicas y recetas de cocina como las del Laboratorio Experimental de Chipa, ese pan de queso en forma de aro por el que transita el paladar de toda la zona, muy independientemente de la división geopolítica. Allí conocimos la sensibilidad y el talento del cantautor Víctor Riveros, quien hace honor a la suavidad del guaraní. También escuchamos un poco de la rara propuesta de Fabio Inalef y la muy bella exhibición de Ema Cuañeri y Mirna Paulo, quienes combinaron dos lenguas distintas (qom y wichi, respectivamente) en torno a la imaginería de un percusionista argentino con influencias brasileiras.

Con todos ellos –exceptuando a Inalef– partimos luego a Asunción. Allí, en el marco de la Feria del Libro de Paraguay, compartimos nuevos sonidos y palabras en el Festival de Música en Lenguas Originarias Latinoamericanas. Producido con poco presupuesto, éste coincidió con el de Formosa, cuya falta de experiencia, producción y difusión se equilibró con esfuerzo y originalidad, con la claridad y el interés ante un tema urgente que finalmente parece cobrar fuerza en distintas naciones. Desde el creador de la experiencia completa, Marcos Ramírez, hasta la hospitalaria embajadora de Argentina en Paraguay, Ana María Corradi, pasando por todos los involucrados, percibimos un intento honesto por aprovechar las rutas que los apoyos culturales de Mercosur, Arpa (Argentina-Paraguay) e Ibermúsicas están abriendo en esta parte del continente. Es así como, pese a la inevitable inercia de la Guerra de la Triple Alianza hace doscientos años, tuvimos el privilegio de atestiguar una vez más aquello en lo que creemos y que también deseamos para México: por conducto del conocimiento y la valoración de la cultura ajena, de una educación integradora y respetuosa, podremos transformar la sensibilidad general frente al mundo indígena, tan sobajado a lo largo y ancho de América Latina.

Algo de ese espíritu intentaremos llevar a la Feria del Libro de Buenos Aires (FILBA), a donde nos dirigimos.

Acá nos han tratado bien. Muy bien. Acá se asustan de lo poco que saben y entienden sobre los 43 de Ayotzinapa, sobre las asesinadas de Ciudad Juárez.

Colofón. Estamos en Buenos Aires. Nina, que ha ido al aeropuerto por nosotros, trabaja en la FLBA. Es cantante, bailarina de tango y actriz. Al ver nuestro entusiasmo dispara “mi Buenos Aires queridoooo”. El sol saca sus tijeras y recorta sombras a nuestro alrededor mientras el frío se queda dormido en casa. Todo promete. Lástima que vengamos a descomponer las cosas en una feria dedicada a Ciudad de México, a decirles que lo nuestro va re mal, que el robo y la violencia y la corrupción parecen no tener fin. Pero lo entenderán. Su pasado (y presente) los hace empáticos y fuertes. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.