Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 10 de mayo de 2015 Num: 1053

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Kilómetros
Miguel Santos

De la carta enviada por
Funes el Memorioso a
don Lorenzo de Miranda

Juan Manuel Roca

Desierto amor
Diana Bracho

Viaje a Indochina:
un periplo por el
sudeste asiático

Xabier F. Coronado

Vietnam, el nuevo
tigre de Asia

Kyra Núñez

Fuga de cerebros
Fabrizio Lorusso

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Jaime Muñoz Vargas
Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 

Panorámica nocturna de la ciudad de Ho Chi Minh

Kyra Núñez

A cuatro décadas del triunfo en la Guerra americana, “la más brutal de todas las guerras” La Victoria de la Primavera y sus secuelas.

A cuatro décadas de la repudiada Guerra americana, Vietnam ha emergido como el nuevo tigre de Asia. Ni los más dramáticos bombardeos de B52 sobre Hanoi ni los letales exfoliantes rociados sobre los pueblos vietnamitas del centro y sur, impidieron que el ejército del Viet Minh y la guerrilla del Viet Cong, en la magistral estrategia “Campaña Ho Chi Minh” en abril de 1975 liberaran, una tras otra, Quang Ngai, Bienh Phuoc, Hué, Danang prosiguiendo su marcha hasta tomar Saigón el día 14; el mundo festejó la bandera que ondeó en el palacio presidencial anunciando, el 30 de abril, la reunificación nacional y la victoria militar contra los estadunidenses.

La “más brutal de las guerras” había terminado. La pionera de las revoluciones de primavera le costó al país no menos de 5 millones de muertes, la secuela genética del napalm con el Agente Naranja en otros 3 millones de vietnamitas, el éxodo de un millón de personas al extranjero y el desplazamiento de millares.

¿Qué es lo interesante de este cuadragésimo aniversario de la liberación del sur? Para mí, la postura “políticamente correcta” con que se trata a Estados Unidos. La normalización de las relaciones diplomáticas entre Hanoi y Washington en 1995 le dio otro giro a la historia nacional. Recuerdo sorprendida que, en un libro de historia, a la guerra contra América fue explicada en una frase de doce líneas. En el Vietnam de hoy pocos dicen directamente “derrotamos al ejército estadunidense”, la fórmula es: celebremos la reunificación.

A cuarenta años de la victoria, Vietnam es el ave Fénix que además es el centro más floreciente del progreso a todo vapor. Un crecimiento económico que no para; este primer trimestre de 2015 se situó en 6.5 por ciento y a final de año espera superar la cifra de 7 mil millones 874 mil 312 dólares obtenidos del turismo el año anterior.

La Victoria de la Primavera

En tiempo real, el rítmico sonido de los motores del avión de Vietnam Airlines que se prepara para aterrizar en Ciudad Ho Chi Minh me pone a pensar en la irreprimible marcha del pueblo vietnamita que hoy se presenta como virtual tarjeta postal en el 40 aniversario de la Reunificación Nacional.

En el vuelo de París a Ciudad Ho Chi Minh no hay asiento libre; mi compañera de viaje es una jovencita de Saigón vestida a la última moda, incluyendo cuatro aretes en su oreja izquierda, pestañas postizas y piel de porcelana, que agradece modesta los elogios; alrededor nuestro, la mayoría de los pasajeros somos extranjeros, según confirmo al aterrizar porque son pocos quienes entran como nacionales.

Puerta de la ciudadela de Hue Imperial City, Vietnam, en 1968 y 2012

En la vida actual vietnamita, la de iPhone, tabletas y laptops, que mecánicamente usa casi todo mundo, sobre todo en las zonas urbanas, sorprende aún, como a fines de los años setenta sorprendía escuchar en altavoces colocados en las intersecciones de tráfico los programas de noticias y de música revolucionaria, aunque la atención dure el tiempo del semáforo en rojo que detiene el tráfico infernal de vehículos –ôto, xedap, xe clo, xe tai, y millones de xe gan may: motocicletas. Como hace cuatro décadas, los altavoces trasmiten lo que el partido comunista o los líderes de la nación quieren decirle al pueblo vietnamita.

Este mes de abril de 2015 lo que se está escuchando es celebratorio: cuarenta años del triunfo de la guerra contra los estadunidenses. Cuarenta años de la reunificación del país. Setenta años de la independencia nacional luego de la derrota a los franceses.

Vietnam entró el 1 de abril en modo festivo. El rojo abunda tanto como las consignas en grandes espectaculares que incitan al progreso nacional, a la paz. Películas, documentales televisivos con sobrevivientes de la guerra, programas musicales como el de los veteranos de la guerra de Vietnam, y hasta el Thang Long, Teatro de las Marionetas de Agua, recordarán la hazaña de 1975, hecho histórico aunque los jóvenes tengan otros objetivos en mente; los graduados universitarios en visita al Templo de la Literatura, en Hanoi, considerada la primera universidad nacional, quieren un buen trabajo, dinero para comprarse un carro, viajar… y por eso las ofrendas budistas de las chicas con blancos Ao Dai en sedas satinadas que vuelan con la brisa matinal y los chicos de toga, sudorosos en este clima tropical.

De nombres harto impronunciables hoy se dicen Juan por Hoang, Ignacio por Nguyen, Poncho por Phuong… y de Lucía, Alicia y Kelly ¡hay un montón! Ciertamente, dice Hoa, la Guerra americana impactó a todos, pero lo que se requiere ahora, en todas partes, es abocarse a los estándares internacionales de respeto a los pueblos y a las soberanías de las naciones. Hoan, por su parte, añade que el aniversario del triunfo contra los estadunidenses es bueno porque estimula el orgullo del país y espera que los turistas comprendan su cultura y porque quieren a su nación. Tam añade que él desea que todo vaya mejor, no solamente para él sino para todo el pueblo vietnamita. “Ah, sí –interpela la primera–, mis abuelos sufrieron mucho, por eso es bueno que el país sea rico.” Los jóvenes no se anclan en la Guerra americana, como Trinh en la Feria del Libro de Hanoi, donde compra uno de Donald Trump, de quien admira sus habilidades financieras.

Viejos o jóvenes han sabido sacarle provecho al sufrimiento. Los bombazos de hoy son del turismo, con su derrama económica constante, y también de las inversiones extranjeras que el año pasado pusieron al país como el primer receptor de Inversiones Extranjeras Directas (FDI por sus siglas en inglés), que alcanzaron 3 mil millones de dólares en 2014.

Saigón se muestra a propios y extraños al desnudo; es decir, sus túneles como el de Cu Chi, las casas cuyos subsuelos abrían hacia el laberinto de refugios, el mismo Palacio Presidencial de donde partieron en acelerado repliegue los helicópteros llevando a funcionarios del régimen depuesto, pero también el Hotel Rex, donde soldados del ejército estadunidense y los corresponsales de guerra se animaban con el disfrute de mujeres bellas, muchas resultaron militantes del Ejército de Cabellos Largos, parte de la guerrilla del Viet Cong.

Cuatro décadas diferentes

No es la primera vez que regreso a Vietnam, donde viví los tres últimos años de la década de los setenta (mi primer hogar fue en el hotel Thong Nhat en Hanoi, cuyo refugio antiaéreo fue probado por pacifistas como Joan Baez y otros solidarios del Viet Cong y opositores a la cruenta guerra; hoy es hotel de cinco estrellas, el Metropole, y su refugio es un museo). Fueron años de carestías, se vivía con abastos de cupones, y el único supermercado, frente al lago Hoa Kiem, no tenía sino estantes semivacíos, algunos productos soviéticos, pero tenía mucha propaganda cívica (hoy es la Plaza Trang Tien donde, frente a los ventanales de Dior, los novios se toman la foto de su enlace matrimonial). En los años ochenta no se vio mucho progreso y no era para menos; recién salido el país de una guerra atroz donde los sobrevivientes emergieron de verdaderas pesadillas y tuvieron que enfrentar la reintegración a una sociedad en paz con las secuelas, físicas y psicológicas del sufrimiento, cuando la amenaza de la invasión china se sintió real, cuando sus países vecinos, Laos y Kampuchea, vivían guerras civiles, y cuando el gobierno nacional no tenía ni un dong (moneda nacional) para programas de desarrollo económico, la situación era comprensible.

En la Feria del Libro de Hanoi

Complejo comercial situado en el suroeste de Hanoi, en el distrito de Metri-Tu Liem

A principios de los noventa, Vietnam salió de su aislamiento internacional gracias a los primeros resultados de la decisión radical del Congreso Comunista de 1986, innovadora por tratarse de un país socialista: el programa nacional Doi Moi (Renovación), la apertura económica al mundo que vivía al ritmo de la globalización. Aprendieron de lecciones externas, como la mexicana. Hoan Bich Son, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Asamblea Nacional, en una entrevista en 1994 aseguró que, examinando bien la política económica mexicana y el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica con el resultado de la guerra del Movimiento Zapatista de Liberación Nacional, Vietnam había optado por la inclusión popular a la economía. No le pasaría lo mismo que al régimen de Carlos Salinas de Gortari –me dijo. El Doi Moi se rigió por el fundamento de darle al pueblo la oportunidad de beneficiarse directamente de los programas económicos globalizadores.

Para el nuevo milenio, Vietnam ya es una economía emergente con crecimiento de doble dígito y un ingreso per capita de mil 998 dólares mensuales. De la noche a la mañana las inversiones se dispararon, algunas incluso provenientes de los vietnamitas que huyeron durante la guerra y de los que se expatriaron por el temor, me dijeron en 1997, a que los comunistas los aniquilaran en centros de re-educación; la cuestión es que las grandes ciudades de Hanoi, Saigón, Danang, Hai Phong y Can Tho comenzaron una fabulosa transformación urbana, y con ésta y los programas de empleo extensivos a las cincuenta y ocho provincias, se embarcaron en la propuesta de Vietnam como destino de capitales y de turismo porque se abrieron al ingreso del empresariado, sobre todo en el ramo de las telecomunicaciones, de la maquila y del rubro hotelero de lujo, aprovechando así tanto la mano de obra accesible como los incontables recursos naturales. Sus numerosos acuerdos de libre comercio engordan al nuevo tigre económico.

Hoy, el vietnamita es un pueblo que progresa a un ritmo endiablado, como se observa en Hanoi y en Ciudad Ho Chi Minh. A pesar de ello, si el avance es notable, aún existen vendedoras agrícolas en las calles ofreciendo productos del diario, como vegetales y frutas recogidos en las madrugadas en sus parcelas, para completar el ingreso familiar que permita enviar a sus hijos a la universidad, y todavía es posible darse el lujo de un corte de pelo en plena banqueta. Estas son ciudades donde la gente se occidentaliza en una evolución desenfrenada incluso en la apertura religiosa: el Domingo de Ramos, la catedral San José estuvo repleta de fieles y la procesión de los chiquillos del catequismo fue la más larga; comunistas, el ochenta por ciento de la gente no profesa religión, pero se mantiene el budismo con 9.3 por ciento y el catolicismo ha subido a 6.7 por ciento de la población.

Vietnam es un caldero de actividad comercial donde la inventiva individual para la mejoría cotidiana personal y familiar no tiene límites –a lo mejor se debe a la tasa de alfabetismo de 93.2 por ciento de la población. La política del Doi Moi disparó el empleo informal… en Hanoi como en Ciudad Ho Chi Minh no hay casa cuyo frente no sea una tiendita, sobre todo en los viejos centros urbanos, pues en los alrededores lo que priva son los grandes malls y galerías con productos ad infinitum.

Los héroes de ayer y de hoy

Vietnam tiene récord bélico. De la larga guerra de independencia que acabó con la Cochinchina de Francia, pasando por Japón, y la cruenta guerra de Estados Unidos (¿quién puede olvidar la masacre de My Lai?), bien puede decirse que dos tercios de la historia nacional reciente ha sido empapada en sangre y se dice que por ello en cada corazón vietnamita hay un insaciable amor a la paz y a la felicidad. Parece que hoy día a eso se dedican. Es una sociedad hiperactiva de jóvenes que empuja a la nación hacia el futuro. El pasado… pasado es. No se dedican a echarle leña al fuego para alimentar resentimientos contra invasores aún frescos en la memoria colectiva de los padres y abuelos sobrevivientes y vencedores de las guerras del siglo anterior, sino que prestos adoptan lo que Occidente les trae, ya sea en materia de educación o hábitos de consumo.

Aspecto de la ciudad de Saigón

Por eso y más es atrayente regresar al país del Tío Ho, el Presidente Ho Chi Minh, respetuosamente visitado en su Mausoleo en la Plaza de la Paz, donde ondean majestuosas las banderas rojas con la estrella amarilla del país socialista y la comunista de la hoz y el martillo; donde no muy lejos permanece la colosal estatua de Vi Le-Nin (Vladimir Ilich Lenin) en su parque epónimo.

Imposible no traer al recuerdo a otros héroes inmortales. Las hermanas Trang, que repelieron la invasión china; luego en el modernismo, el General Vo Nguyen Giap, el estratega del triunfo de Dien Bien Phu contra los franceses y jefe militar de la guerrilla del Viet Cong (murió de 102 años en 2013); a la generala Nguyen Thi Dinh, la diplomática de los Acuerdos de París de 1954, el Ejército de los Cabellos Largos, el Primer Ministro Pham Van Dong que culminó el Mapa de la Determinación que hizo posible el triunfo de abril de 1975, hoy llamada Victoria de la Primavera.

Eran, hace cuatro décadas, soldados y soldaderas, del ejército y de la guerrilla, de cuerpos de viento, de sandalias de plástico, de armas caseras y rusas, de ropa color obscuro para camuflaje en la naturaleza, quienes se enfrentaron al conocido como el más poderoso de los ejércitos del mundo moderno, el estadunidense, el de los hombres enormes, de botas de cuero, de uniformes con diseños de hojas, de cascos protectores, de armas sofisticadas como el napalm y el Agente Naranja… la llamada Guerra americana es etiquetada como “la más brutal de todas las guerras” y la ganaron los vietnamitas en un esfuerzo epopéyico.

Hay también artefactos heroicos que en el Museo de Historia Militar atizan la imaginación: el MIG 21 F96-5121 que, piloteado por Pham Tuan, de la fuerza aérea comunista, derribó nada menos que un “castillo flotante” como se conocía a los B52 de la fuerza aérea estadunidense, en las navidades de 1972 en cruel ataque contra Hanoi; o el tanque T54B de la brigada 843, el mismísimo que llegó al Palacio Presidencial de Saigón el 14 de abril de 1975 y acabó con la última guarida del régimen de Diem.

Concurridos igualmente son los mercados de pulgas que venden remanentes de la Guerra americana, desde un radio portátil hasta encendedores Zippo, con los que prendían fuego a los cultivos y bosques para hacer salir a los guerrilleros de sus escondites, y tanto más. En Café Cong (Café Comunista) la juventud se reúne para mostrarse con las novedades electrónicas mientras beben, ya no el té verde de antaño, sino café a la moda; por algo el país es el mayor productor y exportador del grano negro en el sudeste asiático; lo curioso es el servicio en tazas, platos y cubiertos de metal, exactamente como lo usaba hace cuarenta años el ejército comunista.

Atractivo mundial que México no aprovecha

¿Cómo no sorprenderse de que en este país socialista de partido único, el comunista, las grandes marcas acaparen el sueño de muchos consumidores? ¿Cómo cuestionar el interés por el idioma inglés, cuando es el lenguaje sin pasaporte del mundo de los jóvenes, o cuestionar la decisión de una madre de enviar a sus hijos a universidades europeas?

Lo cierto es que se trata de un país que debiera ser atrayente para México, con quien abrió relaciones diplomáticas precisamente hace cuarenta años, en mayo de 1975. Esta es una ocasión que sirve para el examen de los pendientes en las agendas mutuas, explica Martín Muñoz Ledo, jefe de Cancillería en la embajada mexicana, sin embajador designado.

La balanza comercial está a favor de Vietnam porque éste se vende bien, mientras que a los inversionistas mexicanos como que les falta audacia para promocionar, por ejemplo, la experiencia en ingeniería de construcción carretera, o intensificar la agenda cultural para abrir el abanico de ofertas que México tiene en los rubros de la economía y el comercio.

Para el diplomático, ambos países podrían asumir lecciones mutuas, aprender de temas que les son familiares y complementarse, pues si los vietnamitas atraen por su esfuerzo, por su lucha por alcanzar sus objetivos hasta triunfar, los mexicanos poseen muchas cosas pragmáticas en el campo de la salud, de las ciencias, de la educación. Queda mucho por hacer para resolver este déficit de México frente a Vietnam, por lo que Muñoz Ledo considera que sería bienvenida la presencia mexicana, no solamente del gobierno sino de individuos, de industriales, empresarios, desarrolladores de cultura y promotores educativos.

Lo que nos queda de este regreso a Vietnam es la realidad de que, por ejemplo, en 1993 la pobreza en una población de casi 70 millones fue de sesenta y cuatro por ciento, mientras que en 2008, con 85 millones de habitantes, cayó al 17 por ciento (Banco Mundial). El bienestar se presume general porque es evidente la mejoría en la calidad de la vida, incluso la rural y artesanal, además; la gente siempre está afanosa.

¿País ideal? Vietnam aún tiene guerras por ganar. La elevada contaminación ambiental en las grandes ciudades que ensombrece el desarrollo urbano con una capa de polución que oculta los rascacielos de los grandes corporativos asiáticos; el aumento en el tráfico sexual de mujeres y niñas y en la violencia doméstica; el apego a las legislaciones universales en materia de derechos humanos y al disfrute de las garantías individuales y no solamente la promoción comercial; el ciberterrorismo y apertura total a la informática, escasez de agua, alcoholismo, el aumento de accidentes de tránsito, la falta de estructuras jurídicas fuertes en materia laboral, la libre sindicalización y muchas instituciones débiles, la igualdad de género y, sobre todo, ganar la guerra contra la corrupción rampante de la que tanto se habla.

En palabras de Kellie: “El significado de este cuadragésimo aniversario va dirigido especialmente a mi generación de jóvenes. No hay más guerra. Tenemos las mejores oportunidades para estudiar y desarrollar nuestro país. Con un país más grande, pienso que seremos más fuertes que cuando había, como hace cuarenta años, dos países, dos gobiernos. Sin embargo también vemos el lado obscuro. Un espacio más grande, más y diferentes grupos, otras formas de pensar, este es el reto de nuestro gobierno actual: equilibrio para todo y encontrar el modelo más efectivo para desarrollar nuestro Vietnam.”

Por ahora su ejemplo, el de vivir en paz, el de construir para la paz, es un derecho alcanzado.


Souvenirs vietnamitas