Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 10 de mayo de 2015 Num: 1053

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Kilómetros
Miguel Santos

De la carta enviada por
Funes el Memorioso a
don Lorenzo de Miranda

Juan Manuel Roca

Desierto amor
Diana Bracho

Viaje a Indochina:
un periplo por el
sudeste asiático

Xabier F. Coronado

Vietnam, el nuevo
tigre de Asia

Kyra Núñez

Fuga de cerebros
Fabrizio Lorusso

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Jaime Muñoz Vargas
Cinexcusas
Luis Tovar


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Luis Tovar
Twitter: @luistovars

Simples brevedades largas

LuTo (México, 2013) es el nombre del filme de ficción –de una hora y dos minutos, parece largometraje breve aunque más bien sea mediometraje extenso– dirigido por Katia Medina Mora, a partir de un guión escrito por ella misma, que además fungió como coproductora en compañía de Edwin Jaquez, quien a su vez hizo labores de cinefotógrafo. A juzgar por los créditos, Medina Mora y Jaquez no contaron con apoyos estatales, ni siquiera los que pueden obtenerse por medio de Eficine.

Los protagonistas son Patricia Garza y Juan Pablo Almeida y, al igual que de la propia Medina Mora, no es mucho lo que se sabe, o al menos lo que este ponepuntos pudo averiguar, de sus respectivas trayectorias profesionales. Quede como especulación, pero este pareciera ser el primer ejercicio cinematográfico de la autora con apellidos de magistrado de la Suprema Corte recién ungido. Lo mismo puede quizá decirse de Almeida, mientras que de Garza debe mencionarse un par de papeles secundarios en sendas producciones, así como uno coprotagónico en un filme titulado Sobre ella, también de 2013. Lo que Garza sí tiene es un extenso currículum televisivo.

Vayan los anteriores datos, o tal vez mejor dicho la ausencia de los mismos, en abono a la comprensión de la naturaleza del filme, que produce la rara sensación de hallarse frente a una elementalidad, bisoñería o simpleza que, en un primer momento, pueden dar la apariencia de ser voluntarias, conscientes y perfectamente asumidas, pero que muy pronto en el pietaje acusan síntomas de yerro por la vía, bastante transitada por cierto, de creer que se está haciendo algo complejo o profundo: no bien arranca la segunda secuencia, es claro que LuTo no está apelando a ninguna economía de recursos que, poéticamente hablando, le haga decir más con menos, ni tampoco está obteniendo –a saber si está buscando, aunque de a ratos pareciera que sí– concreción a partir de la síntesis y la condensación. Más antes que después, la deseable o –deseada– economía recursiva se delata enteramente como lo que es, pobreza de recursos, mientras la quizá igualmente pretendida condensación se muestra, y tan luego como antes de que concluya el primer tercio de la cinta, sólo como escasez concentrada.


Escena de LuTo (México 2013)

En otros términos: de principio a fin, LuTo recurre a la yuxtaposición secuencial de un presente diegético y un pasado reciente, cuyo propósito es exponer las claras diferencias entre el ahora y el antes en la vida de la pareja protagonista. El problema no es ese, por supuesto, ya que como bien se sabe hay diez mil cintas o más estructuradas de igual modo; el asunto es que las mencionadas diferencias quedan perfectamente establecidas desde el primer juego de oposición cronológica, sin embargo de lo cual el filme insiste en dicho recurso narrativo bastante más allá de que lo ha agotado. De hecho, LuTo no consiste en nada más que en dicho juego de tiempo presente salteado con numerosos flashbacks y, para su infortunio, prácticamente no hay ningún elemento en el diseño de arte que le dé elocuencia a las transiciones cronológicas salvo la vestimenta de los personajes, y esto aun deficientemente, porque la relativa brevedad del tiempo transcurrido entre pasado y presente –deducción personal esta última, pues la cinta no ofrece asideros de ningún tipo al respecto– hace imposible apreciar diferencias notables en tal sentido.

Acerca de la trama puede mencionarse algo como lo que se dijo antes sobre la estructura: incontables películas abordan el tema, de cualquier modo jamás agotado, del raising and fall amoroso. Pero por eso mismo, y debido a causas más que obvias, el interés no puede consistir en la improbable presentación de novedad alguna sino en la particularidad, la singularidad, de la historia en cuestión; además, claro, dicho interés también debería ser suscitado en virtud de la eficiencia narrativa y la tensión dramática que un autor sea capaz de imprimirle a su propuesta, máxime cuando se trata de un tema así de recurrente. Sobre la narratividad de LuTo ya se dijo lo que sucede, mientras que la tensión dramática –y a pesar de que se cuenta con un cuerpo de diálogos no luminosos pero sí más que pertinentes– es afectada de raíz por la solvencia, mediana o menos que eso, de la pareja protagonista, cuyo desempeño histriónico deja bastante que desear y obliga a pensar en inexperiencias o, quizá peor, en deformaciones televisivas, más evidentes en tanto son ellos solos quienes llevan el peso total de la historia que se cuenta.

Podría decirse que LuTo es como su duración: para lo que parecía buscar le faltó y para lo que a fin de cuentas exhibe le sobró.