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Nosotros ya no somos los mismos

Los entusiasmos pubertos de panistas en el Superbowl y los agasajos anglosajones a Felipe de Jesús

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“Los primeros días de febrero contemplé en los diarios la carita alborozada del senador Ernesto Cordero que, entusiasmado, disfrutaba la emoción del Superbowl. De entrada, la noticia me fue chocante: funcionarios públicos con mentalidad de pubertos, dándose lujos propios de misreyes y, el colmo: alardeando de su poderío, de su privilegio frente al mundo de la privación, de las carencias, de ese mundo que origina los bienes que ellos dilapidan, me enferma”Foto Imagen difundida en redes sociales
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e acuerdo con la bitácora de este viaje al pasado (38 años), hoy debería cronicar las reacciones que la iniciativa de reforma política provocó en las filas del Partido Revolucionario Institucional: su dirigencia nacional, las de los sectores que lo conforman, los gobernadores (en esos buenos tiempos del Señor, sólo había tricolores), las altas esferas de la administración pública y, sobre todo, en las bancadas priístas que imperaban en las dos cámaras del Congreso de la Unión.

Sin embargo, según el decir de una de mis abuelas reciclables, el hombre propone y Dios dispone. De inmediato retiro el adagio citado porque la verdad me resulta engreído y petulante. No me imagino a Diosito preocupado por los temas a tratar cada lunes en la columneta y disponiendo del orden de los mismos, con tal de echarme una mano para que la multitud (de lectores) se acrecentara. En este caso, yo solito fui el que propuso y dispuso se alterara el orden de los factores, simplemente porque no quería que se hicieran más añejos los relatos de los que voy a pasar a platicar. El primero trata de un dirigente comunista, al que su tradicional bonhomía y su sencillez habitual (hoy se dice low profile) le libraron de muchos años de encierro y malos tratos. A continuación, si me da tiempo, siguen los de dos senadores, ejemplo arquetípico el primero, del comportamiento que distingue a un parlamentario responsable y comprometido con la honrosa representación que le fue otorgada y, el segundo, de la mentalidad abierta, tolerante, libertaria (y muy cristiana) que caracteriza a una organización política de la modernidad, que como le consta al país entero, es el PAN.

Creo haberla leído hace tiempo en un texto de Christopher Domínguez Michael, en Letras Libres, o en el blog de Fred. L. Álvarez. No creo que la precisión del dato sea importante porque la anécdota es ampliamente conocida. La semana pasada, sin pregunta previa se la oí a don Jorge Alcocer. Eran los turbulentos días del año negro del 68. La múltiple jauría estaba desatada. Levantones, allanamientos, secuestros, golpizas y encarcelamientos estaban a la orden del día (y también de las noches y las madrugadas, por supuesto). Se habían tardado ya, cuando irrumpieron en la casa de la calle de Tonalá, en la colonia Roma, que albergaba las oficinas del Partido Comunista. (En la versión de Jaime Avilés la casa estaba en La Condesa). Si me preguntan si llevaban la autorización judicial imprescindible para penetrar a un domicilio particular y una orden de aprehensión girada por autoridad pertinente y que si se identificaron a satisfacción entenderé que, o están haciendo mofa de la columneta o tengo lectores alienígenas. En pocos minutos las hordas policiacas destruyeron el local y apañaron con violencia extrema a los allí reunidos. Una patada fue suficiente para echar abajo la endeble puerta de un cuartucho tan pobretón como el resto del local. Allí, el polizonte sorprendió a un individuo que recogía del suelo un montón de hojas regadas por todos lados. Con la furia desbordada con la que se enfrenta a un enemigo de toda la vida, lo interrogó en medio de soeces insultos: ¿Y tú quien eres, hijo de la chingada? Se irguió el otro, miró imperturbable a su agresor y con la serenidad de quien ya sabe el final de esa película de horror, contestó: “yo soy el secretario…” ¿Secretario? Pues sácate a la chingada. Los gatos valen madre. El polizonte ya no alcanzó a oír la voz que serena, sin aspavientos, pero sin pretender ocultar nada, agregaba: ...general del comité central del partido. ¿Han oído eso de que la verdad los hará libres? Bueno pues aquí fue cierto: Arnoldo no ocultó quién era, pero diciendo su verdad quedó libre. Gracias no sólo a las calidades intelectuales que lo distinguían y que le permitieron entender a cabalidad el momento histórico que el país vivía, sino también a prendas poco comunes de carácter ético, emocional, anímico, Arnaldo Martínez Verdugo contribuyó, decididamente, al aggiornamento de la izquierda mexicana. De la clandestinidad, la cárcel, el exilio, en 1988 obtiene para su partido, junto con otras organizaciones, su registro legal (condicionado). Así, en las elecciones de 1979, la izquierda consigue 18 curules en la Cámara de Diputados. La reforma electoral de 1977, rendía sus frutos.

Allá por los primeros días de febrero contemplé en los diarios la carita alborozada del senador Ernesto Cordero que, entusiasmado, disfrutaba la emoción del Superbowl. De entrada la noticia me fue chocante: funcionarios públicos con mentalidad de pubertos, dándose lujos propios de misreyes y, el colmo: alardeando de su poderío, de su privilegio frente al mundo de la privación, de las carencias, de ese mundo que origina los bienes que ellos dilapidan, me enferma. Mi molestia se volvió furia cuando vi la foto siguiente: Felipe de Jesús y su señora esposa, Margarita Zavala. Mal llamada durante seis años primera dama y, en obvio de malos entendidos, aclaro: this is not personal thing. Mal llamada ella, y todas sus antecesoras, a quienes la cursilería y el desbocado palerismo oficial y privado, les otorgaban título tan insostenible: ¿Se llega al primer lugar del rancking, de damas, por el sólo hecho de ser cónyuge de un ciudadano que a veces ostenta y otras detenta, el cargo de titular del Poder Ejecutivo? Según datos de 2014, en el país había 61 millones 277 mil 304 personas del sexo femenino. Rásquele al Edipo en que cada mexicano en estado larvario se refugia, y veremos cuantas primeras damas conviven en el país. Pero dejemos ese detallito y encontremos los verdaderos motivos para la vergüenza ajena y la propia. ¿Por qué alguien, a quien en algún momento se le llamó primer dignatario, se exhibe tan descarada y ufanamente con quienes todos sabemos han sido sus mandantes y declara, además, tan paladinamente, ser objeto de regalos y prebendas? Allí estaba el ex dignatario mexicano (¿lo fue alguna vez?) hecho unas pascuas, apapachando a Mrs. Indra Noogi, CEO (acrónimo de chief executive officer, o séase, persona con la más alta responsabilidad en una corporación anglosajona) de Pepsico, a quien Felipe de Jesús agradeció públicamente los costos del agasajo. Estos librotes que definen el significado de las palabras nos dicen que, dignatario es: la persona que desempeña una dignidad aunque no tenga mando. Ojalá alguien de la multitud me diga: ¿cómo se le llama a la que tuvo mando, pero eso de la dignidad nunca se le ha dado? Protesta anticipada: Díceme una amiguita: Ortiz, intrigoso, aunque dices que las atenciones otorgadas a don Felipe de Jesús por Pepsico son superiores a las que la ley permite recibir a un funcionario público, te recuerdo que él ya no lo es. Contesto: ¿Puedes pedirle al doctor Cartens que te explique qué son los pagos a futuro? Por decoro, por recato, esas exhibiciones rasguñan, innecesariamente, lo que alguna vez fue la dignidad de la institución presidencial. He llegado a una hipótesis. Para estos individuos el placer íntimo, el de a deveras, no consiste (aunque sí les altere la bilirrubina), ni siquiera en ver a esos garrudos, musculosos mocetones luchar por un balón (ovoide, le dicen los académicos de la televisión). En el fondo lo que los trastorna no son las rudísimas entradas por línea, ni las impredecibles reversibles. No. Ellos no van a ver, a participar en el ridículo jolgorio del que están excluidos de entrada (aunque sus entradas sean preferentes). La satisfacción que llena su alma está en la posibilidad de existir, de ser, aunque sea momentáneamente, entre los poseedores. No importa que ocupen los mejores lugares, allá serán siempre la escoria. Aquí también. Lo que los realiza es que redes sociales muestren su arribo a la cumbre. Que el infelizaje que los patrocina se sienta satisfecho, que vea que no lo defraudamos: levantamos nuestro hot dog a su salud.

Me costó meses de tiempo/burocracia conseguir datos para mostrar y demostrar que el senadorcito Cordero intercambia su piel de ídem con la de lobito feroz, a conveniencia. Mostraré documentos oficiales suficientes, aunque no exentos de sospechosismo, en la próxima edición.

Me quise reservar unos renglones para expresar mi condolencia por el fallecimiento del maestro Fausto Vega, último miembro del grupo Hiperión. Seguramente la conjunción de los mexicanos más lúcidos, sabios, productivos, comprometidos con el proyecto de nación que, pese a todo, aún nos congrega. Sirvió a su país en la universidad, la Secretaría de Educación y el Colegio Nacional. De manera infame Margarita López Portillo, era su costumbre, se sirvió de su talento. Afortunadamente, Fausto estuvo por encima de su locura y salió casi indemne.

Terminaremos con el senadorcito y continuaremos con la gran reforma. Nos falta el PRI.

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