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Monjas pajilleras y otras formas de caridad sexual

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so y un vaso de agua no se le niega a nadie, dice el piadoso refrán. Una amiga oriunda de Veracruz me contó que en su tierra no es infrecuente que algunas mujeres encaren el mal humor de alguna amiga con la frase te voy a prestar a mi marido, aunque no queda claro si sólo con intención sarcástica o con verdadera voluntad de cumplir el ofrecimiento. Una buena fábula del sexo por compasión es la historia de las Monjas Pajilleras que circula desde hace años por Internet. Tomo una de sus muchas variantes:

“En diciembre de 1840 se autorizaba la creación (merced a una especialísima dispensa del obispo de Andalucía) del Cuerpo de Pajilleras del Hospicio de San Juan de Dios, de Málaga. Las pajilleras de caridad (como se les empezó a denominar en toda la península) eran mujeres que, sin importar su aspecto físico o edad, prestaban consuelo con maniobras de masturbación a los numerosos soldados heridos en las batallas de la reciente guerra carlista española. La autora de tan peculiar idea había sido sor Ethel Sifuentes, una religiosa de 45 años que cumplía funciones de enfermera en el ya mencionado hospicio. Sor Ethel había notado el mal talante, la ansiedad y la atmósfera saturada de testosterona en el pabellón de heridos del hospital. Decidió entonces poner manos a la obra y comenzó junto a algunas hermanas a ‘pajillear’ a los robustos y viriles soldados sin hacer distingos de grado. Desde entonces, tanto a soldados como a oficiales, les tocaba su ‘pajilla’ diaria. Los resultados fueron inmediatos. El clima emocional cambió radicalmente en el pabellón y los temperamentales hombres de armas volvieron a departir cortésmente entre sí, aun cuando en muchos casos hubiesen militado en bandos opuestos.” (http://is.gd/bGPJOQ)

Lo anterior es una de las historias más desmentidas de la red, y mientras más se empeñan algunos en reproducirla, más se esfuerzan otros en señalar que no existió nunca en Málaga un Hospicio de San Juan de Dios, que no hay ni hubo tal cargo de obispo de Andalucía y que Ethel no era un nombre que se usara en la España del siglo antepasado. Por lo que he averiguado, el hospicio sí existe, el obispado, no, y en cuanto al apelativo, no sé. El tal Cuerpo de Pajilleras suena a chunga, en efecto, y pudo ser inspirado por la infatigable picaresca que se genera en torno a la sexualidad clandestina de las monjas desde Arentino, Boccaccio o, en España, Félix María de Samaniego, quien plasmó en su poema El panadizo la disposición cándida y generosa de una religiosa que, agradecida con un fraile capuchino que le dio una receta un tanto singular para curarse un absceso en el dedo, no tuvo empacho en seguir el mismo procedimiento para aliviarle una dolencia análoga:

“Sea, hermana, para bien y norabuena;

mas sepa que yo sufro de igual pena

pues tengo un panadizo pernicioso

en el miembro colgante y pegajoso

que no uso –¡Dios me guarde!–en otros fines

que el de dar rienda suelta a los orines,

y no encuentro, ¡ay de mí!, para ablandarle, sitio donde meterle y ablandarle.

–Por eso, padre mío no se apure

–ella le dice–; pues, porque se cure,

a pesar del rubor, yo mi agujero

prestarle agradecida al punto quiero.”

(http://is.gd/UbTgGE)

A mediados del siglo XX, el anticlerical Georges Brassens incluyó un homenaje a la monja caritativa en Don Juan, una de sus canciones más políticamente incorrectas –y vaya que las tenía:

Gloire à la bonne soeur qui, par temps pas très chaud

Dégela dans sa main le pénis du manchot

(Gloria a la buena monja que en tiempos de frío / descongeló en su mano el pene del manco) (http://is.gd/I1MPxZ)

Otro enfoque del asunto es el que se presenta en la película Sexo por compasión, de Laura Mañá , que se rodó en 2000 en México y en la que se narra la historia de Dolores, una mujer madura abandonada por su marido que decidió consagrar su vida a aliviar las urgencias carnales de otros hombres y que llevó, con ello, paz y felicidad al pueblo en el que vivía (http://is.gd/S6rwCn).

En la generalidad de los casos, como puede verse, son las mujeres, monjas o laicas, las que se avienen a satisfacer el deseo de los hombres, y no al revés, acaso por la consideración errónea y sexista de que para ellos el impulso genital es más acuciante que para ellas. La excepción es Brassens, quien ve a Don Juan no como un seductor consuetudinario y compulsivo, sino como un héroe incomprendido que se llevaba a la cama a las despreciadas y a las desatendidas.

Sin embargo, fuera de la lírica algunos médicos, inventores y empresarios consideraron (¡en plena era victoriana!) que era legítima la satisfacción del impulso sexual de mujeres e iniciaron la fabricación en serie y la venta masiva de vibradores terapéuticos, a fin de aliviar el paroxismo histérico, los dolores de cabeza, la incomodidad emocional, la melancolía, la pesadez abdominal, los dolores musculares y otras dolencias asociadas al ayuno sexual (http://is.gd/r4d8ry). un artefacto que data de cuando menos hace 30 mil años, según indica el hallazgo de un consolador paleolítico en el valle del río Ach, Alemania (http://is.gd/ZmKBPi).

De tres o cuatro lustros a la fecha la compasión sexual ha adoptado una forma inesperada: en Suiza, Holanda, Alemania, Dinamarca y Suecia, entre otros países europeos, existen servicios de asistencia sexual para discapacitados y para ancianos de ambos sexos, pagados en muchos casos por el Estado o por seguros médicos, y que han ido normalizándose poco a poco. Aunque la sexualidad de los discapacitados suele ser tabú, tienen las mismas necesidades de los otros y los mismos derechos de realizar sus sueños y fantasías, dice Aiha Zemp, sicoterapeuta y responsable del Centro Incapacidad y Sexualidad de Basilea. Actualmente esa institución cuenta con una nómina de 10 asistentes de ambos sexos: son “enfermeras, masajistas, terapeutas o artistas, tienen entre 35 y 55 años de edad y adquirieron una formación para responder a las necesidades sexuales de personas con alguna discapacidad.

Catherine Agthe Diserens, directora de Sexualidad y Discapacidad Pluriels (SEHP), en la región francófona de Suiza, explica que no existe un catálogo de servicios y que la situación de cada usuario es evaluada de manera individual. Masajes eróticos, caricias, desnudo o masturbación, el abanico de propuestas es amplio y responde a la necesidad de una intimidad frecuentemente negada o estigmatizada. A veces se trata simplemente de descubrir el placer o de encontrar una función perdida a causa de un accidente, mientras que en otras ocasiones se trata de contactos orales o penetración (http://is.gd/oMIdMw ).

El tema de la asistencia sexual para personas con discapacidad fue visibilizado por la película Las sesiones, dirigida por Ben Lewin y estrenada en 2012. En ella se cuenta la historia de un periodista discapacitado que decidió estrenarse sexualmente con ayuda de una asistente sexual (http://is.gd/LBcu9Y).

Catherine Agthe Diserens cree que la sexualidad de los discapacitados es un derecho que debe ser respetado y salvaguardado con extrema ternura. O sea que tal vez las monjas pajilleras se adelantaron a su época en materia de principios éticos y civilizatorios e hicieron lo correcto, y en ese caso lo de menos es que no hayan existido nunca.