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Economía Moral

Longevidad socialmente eterna de la utopía, del soñar en un mundo mejor

Conferencia excepcional de Luis Arizmendi: Bloch y el sueño desiderativo

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Ernst Bloch, autor de El Principio Esperanza
E

n su conferencia Ernst Bloch: el Principio Esperanza en el relanzamiento del pensamiento crítico-utópico en el siglo XX, impartida el miércoles 13 de mayo en El Colegio de México, Luis Arizmendi (director de la revista de pensamiento crítico Mundo Siglo XXI) empezó con estas importantes ideas (cito extractos):

Lo que existe no puede ser verdad–esta contundente formulación filosófica con la que Bloch resumió lo que sería El Principio Esperanza1– constituye una expresión que, redefiniendo el apotegma de Hegel la verdad es el todo, frente y contra el Holocausto y la barbarie nazi, se traza para rechazar con radicalidad que la era de la oscuridad sea un fatum [destino] indetenible e ineluctable2. Escrito durante su exilio en EU, entre 1938 y 1947, este magnum opus de Bloch se niega combativamente a que sigamos sumidos en la noche más profunda de la historia. Indaga las más diversas aventuras del sueño desiderativo, es decir, de los sueños que tienen como [parte de] su contenido el deseo de un mundo mejor y florecientemente humanizado… Asumiendo que la tarea planetaria en nuestra era no podía ser otra que salir del nihilismo, cuestiona tanto los encantamientos funcionales al poder totalitario como los desencantamientos que falsifican el futuro para cerrarle el paso a toda liberación, a partir de demostrar que el novum [lo bueno nuevo] esperado no podrá ser tal más que como eclosión de un deseo esperanzador, cuya fuerza más íntima proviene de que, en verdad, atraviesa prácticamente toda la historia de la civilización. Para propugnar que otro futuro es posible reconceptualiza el pasado para hacer emerger su importancia trascendental demostrando, a partir de arrebatárselo al positivismo que siempre lo reduce a ser la narración de lo que fue, que en él late la fuerza contenida, pero profunda que convoca a otro porvenir. Así, introduciendo un giro en la conceptualización de la temporalidad de la historia civilizatoria, para Bloch el discurso crítico sólo le puede imprimir firmeza a su mirada del porvenir si mira al pasado descubriendo en él que lo bueno nuevo nunca es totalmente nuevo: que la utopía de un futuro mejor tiene cabida, justo y ante todo, porque el anhelo de su mundanización, de su vuelta mundo, ha estado presente durante siglos. Es desde esa reconceptualización crítico-programática del pasado como fundamento del porvenir que Bloch desmenuza, de modo fascinante y vitalizador, las aventuras del principio esperanza no sólo en las utopías políticas o sociales de la Antigüedad, el Medievo y la Modernidad, sino también en las utopías médicas, técnicas, arquitectónicas, geográficas, artísticas y hasta religiosas.

Ante la incapacidad de transmitir en una única entrega el sentido pleno de lo dicho por Arizmendi, retomo sólo una idea y la vinculo con Lenin y Pisarev. El conferencista explicó que en el Libro 1 de Principio Esperanza (PE), Bloch explora el contenido utópico de esos pequeños sueños que se sueñan despierto en la vida cotidiana. Siguiendo otro texto de Levitas (Capítulo 2 de The Concept of Utopia, denominado Castillos en el aire: Marx, Engels y el socialismo utópico) asocio esto con la visión de los sueños diurnos de V I Lenin (difícilmente calificable como utopista), que se apoyó en Písarev. En ¿Qué hacer? Lenin dice:

Y si realmente lográsemos que todos o una gran mayoría de los comités, grupos y círculos locales emprendiesen activamente la labor común, en un futuro no lejano estaríamos en condiciones de publicar un semanario que se difundiese regularmente en decenas de millares de ejemplares por toda Rusia. Este periódico sería una partícula de un enorme fuelle de fragua que avivase cada chispa de la lucha de clases y de la indignación del pueblo, convirtiéndola en un gran incendio… ¡En esto es en lo que hay que soñar! ¡Hay que soñar! He escrito estas palabras y me he asustado. Me he imaginado sentado en el Congreso de unificación frente a los redactores y colaboradores de Rabócheie Dielo. Y he aquí que se pone en pie el camarada Martínov y se encara a mí con tono amenazador: Permítame que les pregunte: ¿tiene aún la redacción autónoma derecho a soñar sin consultar antes a los comités del partido? Tras él se yergue el camarada Krichevski y prosigue en tono más amenazador aún: “Yo voy más lejos, si no olvida que, según Marx, la humanidad siempre se plantea tareas realizables…” Sólo de pensar en estas preguntas amenazadoras me dan escalofríos y miro dónde podría esconderme. Intentaré hacerlo tras Písarev. “Hay disparidades y disparidades, escribía Písarev a propósito de la existente entre los sueños y la realidad. Mis sueños pueden adelantarse al curso natural de los acontecimientos o bien desviarse hacia donde el curso natural de los acontecimientos no puede llegar jamás. En el primer caso, los sueños no producen ningún daño, incluso pueden sostener y reforzar las energías del trabajador… En sueños de esta índole no hay nada que deforme o paralice la fuerza de trabajo. Todo lo contrario. Si el hombre estuviese privado por completo de la capacidad de soñar así, si no pudiese adelantarse y contemplar con su imaginación el cuadro enteramente acabado de la obra que empieza a perfilarse por su mano, no podría figurarme de ningún modo qué móviles lo obligarían a emprender y llevar a cabo vastas y penosas empresas en el terreno de las artes, de las ciencias y de la vida práctica… La disparidad entre los sueños y la realidad no produce daño alguno, siempre que el soñador crea seriamente en su sueño, se fije atentamente en la vida, compare sus observaciones con sus castillos en el aire y, en general, trabaje a conciencia por que se cumplan sus fantasías. Cuando existe algún contacto entre los sueños y la vida, todo va bien” [Dmitri Písarev, Errores del pensamiento inmaduro]. Pues bien, los sueños de esta naturaleza, por desgracia, son rarísimos en nuestro movimiento. Y la culpa la tienen, sobre todo, los representantes de la crítica legal y del seguidismo ilegal que presumen de su sensatez, de su proximidad a lo concreto. (Capítulo V).

El hombre que encabezó una de las revoluciones más importantes de la historia de la humanidad consideraba muy valioso, como se ve, el soñar despierto. Según Wikipedia, la esposa de Lenin escribió que Lenin fue de aquella generación que creció bajo la influencia de Písarev. Notable frase referida a un pensador que murió (en 1868) a los 27 años de edad. Su frase que he marcado en cursivas se vincula con el siguiente texto de El Capital de Marx:

Concebimos el trabajo bajo una forma en la cual pertenece exclusivamente al hombre. Una araña ejecuta operaciones que recuerdan las del tejedor, y una abeja avergonzaría, por la construcción de las celdillas de su panal, a más de un maestro albañil. Pero lo que distingue ventajosamente al peor maestro albañil de la mejor abeja es que el primero ha modelado la celdilla en su cabeza antes de construirla en la cera. Al consumarse el proceso de trabajo surge un resultado que antes del comienzo de aquél ya existía en la imaginación del obrero, o sea idealmente. (Tomo I, Volumen .I, Siglo XXI, p.216)

La frase que da título a esta entrega, longevidad socialmente eterna de la utopía, es de la conferencia de Arizmendi. En ella, al igual que, cuando dice que el deseo esperanzador que se refleja en la utopía atraviesa prácticamente toda la historia de la civilización, se asoma la universalidad del sueño despierto en un mundo mejor, que se expresa maravillosamente en Lenin, quien después de expresar su sueño dice En esto hay que soñar. En Písarev y en El Capital se aprecia que la imaginación (otro término para los sueños diurnos) es parte de aquello que hace al ser humano ser humano, tanto en la obra del trabajo humano como en las obras políticas como la que encabezó Lenin. Arizmendi entiende esto, correctamente, como praxis, y reseña el análisis que Bloch hizo de las tesis sobre Feuerbach.

1. Publicada en español por editorial Trotta, Madrid, en tres gruesos volúmenes: el Uno (515 pp.) en 2004; el Dos (533 pp.) en 2006; y el Tercero (541 pp.) en 2007. La obra completa fue editada por Francisco Serra (quien también escribe un prólogo en el vol. uno, titulado La actualidad de Ernst Bloch) y traducida del alemán por Felipe González Vicén. En términos de contenido, Bloch dividió su obra en cinco partes o libros.

2. Ernst Bloch concibe, en la mejor tradición del pensamiento dialéctico marxista, el mundo material, incluida la vida humana, como algo inacabado y, por tanto, el futuro como indeterminado. Arizmendi explicó en su conferencia el concepto del noch-nicht (el todavía no) de Bloch que expresa que la potencialidad no se ha realizado todavía y tiene una dimensión subjetiva (el todavía-no-conciente) y una objetiva (el todavía-no-llega-a-ser). Ruth Levitas, en un texto publicado por Mundo Siglo XXI (N° 12, primavera 2008: Ernst Bloch y el reclamo del futuro), explica que el noch-nicht expresa simultáneamente las ideas de carencia y esperanza; ausencia y presencia potencial; anhelo y satisfacción potencial. Es decir, la conciencia anticipadora.

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