16 de mayo de 2015     Número 92

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Comer maguey y beber tunas

CURADOS

Curado de avena
1/2 taza de avena
300 gramos de azúcar
2 rajas de canela
4 yemas de huevo
2 litros de pulque blanco
4 pimientas negras

Deje reposar la avena en el pulque. Agregue las especias molidas y cuele en una manta de cielo húmeda. Agregue las yemas de huevo batidas con el azúcar y deje reposar por una hora.

Curado de fresa
1 litro de pulque
15 fresas
2/3 taza de azúcar
1 rajita de canela
1/4 de cucharadita de nuez moscada

Muela las fresas con el azúcar y especias, mezcle con el pulque y deje reposar una hora antes de tomarlo. Puede dejarse enfriar en el refrigerador antes de servirlo.

Curado de almendras
2 litros de pulque blanco
300 gramos de almendras
6 naranjas

Muela las almendras con el jugo de naranja. Mezcle esto con el pulque y cuele en una manta de cielo húmeda. Endulce y deje reposar por tres horas.

Curado de tuna
1 litro de pulque de primera
8 tunas rojas
1 naranja
Azúcar al gusto

Las tunas se mondan, se machacan lo más que se pueda, se mezclan con el pulque, el azúcar y el jugo de naranja. Se mete al refrigerador unas dos o dos y media horas; se pasa por un colador fino y se sirve. (Cuidado, que emborracha)

Curado de guayaba y plátano
10 litros de pulque
1 kilo de guayaba
40 gramos de canela
1kilo de plátano
Media mancuerna de piloncillo
1 pimienta
1 clavo

En un recipiente se remoja el piloncillo con un poco de pulque. En un metate se muelen la canela y los condimentos. Después se procede a moler la guayaba. Una vez molida, se mezcla todo junto en un recipiente con pulque, se cuela con manta de cielo, de tal manera que el pulque sea de consistencia fina. Se mezcla con el piloncillo y se le agrega más pulque hasta donde den los diez litros.

Curado de cacahuate
1 litro de pulque
250 gramos de cacahuate pelado
Leche Carnation Clavel

Vierta el pulque en una licuadora, agregue los cacahuates y leche Clavel en la cantidad que se desee, dependiendo el gusto por el dulce.

Carmen Mendoza Cámara  [email protected]


FOTO: Hernán García Crespo

Afuera comienza a caer la noche, corre el viento frío, bajan dos hombres por distintos senderos del camino, cada uno jala un burro que lleva dos contenedores de plástico a sus costados; pero los burros transportan contenidos diferentes. Uno carga leche, su dueño fue a ordeñar vacas. Producirá queso, mantequilla o simplemente venderá su leche. El otro hombre regresó de haber ido a recolectar aguamiel, se puede decir, metafóricamente, que él también fue a “ordeñar a sus magueyes”.

Los vasos comunicantes que existen entre estos hombres son curiosos, por ambos corre un alimento líquido, pero cada producto tendrá una historia completamente distinta. De hecho, una vaca no puede ser comparada con un maguey, éste pertenece al reino vegetal y la vaca al animal, sin embargo, permítanme seguir con esto. El maguey produce una de las bebidas mexicanas más antiguas y a la vez tan olvidada: el pulque. Si la vaca cuenta con suerte, tendrá un dueño que cuidará que no se la roben y llamará al veterinario para desparasitarla, vacunarla y cuando sea necesario la venderá; él sabrá muy bien el valor de su vaca, pero… ¿sabremos nosotros el valor del maguey?, ¿cuánto tarda para producir pulque y para qué otras cosas más sirve?

El maguey es un agave. La palabra agave viene del griego y significa admirable. No en balde los antiguos mexicanos trataban estas plantas como si fueran una deidad; pues da casa, alimento, forraje, vestido, medicina y bebida. Hay un total aproximado de 288 especies en el mundo y 74 por ciento de éstas crecen en el país. Los agaves que producen aguamiel son principalmente el agave salmiana, atrovirens y el agave mapisaga. Para empezar a producir pulque tarda de cinco a ocho años. Se tiene que deshojar el meyolote o el corazón del maguey, hasta dejar una oquedad en el centro, de la cual, con el tiempo, se irá produciendo savia dulce de las pencas con el raspado continuo de las paredes de esta planta. Brotará un líquido blanquecino, transparente y dulce, llamado aguamiel. Este aguamiel recién sacado se deposita en otro contenedor que ya tiene aguamiel de días pasados, más fermentado, llamado también “semilla”. Dos veces al día hay que ir a recoger el aguamiel y continuar el raspado del maguey. De tres a seis meses produce este líquido; después la planta muere.

Cuando el escritor Fernando Benítez lo llamó “el Señor Maguey”, en verdad sabía por qué lo hacía. En toda su estructura es una planta noble y dadivosa. Mencionando solamente su uso alimentario, sus pencas se emplean de cama para cocinar la barbacoa dándole un sazón único; su cutícula tersa y resistente sirve como contenedor para cocinar los mixiotes y envolver cualquier tipo de carnes. Cuando su centro no es cortado, crece un quiote o tronco muy alto, que, de hecho, es de los tallos más altos que se conocen y en la punta tiene flores comestibles, en idioma otomí se conocen como gualumbos. Las mujeres del Valle del Mezquital son expertas en las distintas maneras de guisarlos. El tallo tierno de estas inflorescencias se cocina en un hoyo entre piedras calientes y también se come. Ese mismo tallo, si se seca, sirve para hacer vigas para construir casas o se le puede utilizar como una trompeta vegetal con un sonido grave. En los murales de Bonampak se encuentran estos instrumentos, también llamados trompetas mayas.

Volviendo a la comida, en las pencas se pueden alojar larvas de una mariposa (Aegiale hesperiaris); ahí crecen los gusanos blancos conocidos como meocuiles; de metl, maguey, y ocuilin, gusano. Son recolectados con suma paciencia, pues son muy escasos, aparecen sólo en temporada de marzo a junio, razón por la cual son un manjar. En la base de sus raíces también reside otro insecto comestible: el gusano rojo(Cossus redtenbachi) o chinicuil: de chichiltic, rojo, y ocuilin, gusano. Este gusano es más abundante y con él se hace una salsa deliciosa.

El aguamiel es un alimento lleno de vitaminas e hidratos de carbono que se le puede dar a los niños y los enfermos, es la “sangre vegetal”. Incluso, con el aguamiel se pueden preparar atoles muy ricos que no emborrachan. Con los asientos del pulque maduro se prepara un aromático pan hecho con levadura natural que con su peculiar aroma y sabor despabilará nuestros sentidos. Las carnes cocinadas con él toman otra sazón. El “Santo bailando” es un guisado en olla de barro con distintas carnes y chiles cocidos en pulque. Como el famoso “bote” del estado de Jalisco. Las llamadas “salsas borrachas” son indispensables en cualquier barbacoa de carnero. Y qué decir de utilizar pulque para diluir la pasta de mole; es algo que pocas personas saben y se guardan el secreto; hagan la prueba y verán que el sabor mejora indiscutiblemente. También se pueden cocinar chiles y verduras en escabeche con vinagre de pulque.


FOTO: Miguel Ángel Alemán Torres

Mucho se habla de maridajes perfectos entre comida y bebidas. Nada mejor como el néctar de los magueyes para acompañar la barbacoa. Para quien le guste disfrazar el sabor natural del pulque existen los “curados”, que son licuados de la bebida con distintas frutas, verduras o frutos secos. Los más comunes: de piña, mango, nuez, avena, apio, jitomate, guayaba y piñón.

Otra planta sagrada y generosa que se incluye en la gastronomía del maguey y el pulque es el nopal y sus tunas. En el escudo nacional reposa un águila precisamente en un nopal de tunas rojas, las cuales, según las interpretaciones, simbolizan los corazones de los mexicanos y el nopal la inmortalidad, debido a que sus hojas tienen una capacidad de reproducción y crecimiento continuo. Incluso el escudo de la Ciudad de México está enmarcado por nopales.

Con las tunas que son muy jugosas, se hace colonche, principalmente en San Luis Potosí y en algunos lugares del norte del país. El colonche es otra bebida fermentada prehispánica, tan antigua como el pulque. El origen de la palabra es desconocido, pero entre los nahoas era conocido como nochoctli; su etimología es nochtli, que significa tuna, y octli, vino, es decir: vino de tuna. Se hace principalmente de una tuna color carmesí, la tuna Cardona y tuna amarilla, propias de los estados de San Luis Potosí, Querétaro, Zacatecas, Guanajuato e Hidalgo. El pulque es el ingrediente para que comience a actuar el fermento. Éste se agrega a la pulpa de la tuna y se pone a asolear. Al cabo de un día se cuela y se extrae una bebida de un hermoso color rubí.

El colonche es un jugo fermentado tan delicioso como poco conocido, casi al borde de la extinción. Y como el fruto es de temporada, sólo puede consumirse de agosto a octubre, esto lo hace más marginal. A pesar de ser una fuente de hidratación en un lugar agreste y una forma adicional de ganarse dinero extra entre los campesinos, cada año se vuelve más difícil encontrarlo a la venta debido a su nula promoción.

La intención de estas letras es incitar a buscar y consumir productos regionales de un mismo paisaje, que juntos forman parte de nuestra identidad cultural, como lo son el maguey y el nopal. Que no quede recordarlos sólo en la nostalgia melancólica.

El maguey y el pulque como
sistema de producción cultural

El Acocote
Artículos, ensayos, anécdotas, poemas, cuentos, fotografías, noticias, sopas de letra, crucigramas, saludos y más encuentran espacio en el fanzine El Acocote, publicación periódica que vio la luz primera en noviembre de 2014, y que es editada por El Tinacal, colectivo que nació en mayo de 2010 y que reúne a personas con el interés común de difundir, preservar e investigar en torno al pulque y las pulquerías de la capital mexicana. El fanzine se distribuye en pulquerías entre  clientes, dueños y encargados y personas interesadas. El Tinacal también publicó en 2012 el libro Los recuerdos del porvenir, las pulquerías de la Ciudad de México.

La Hija de la Palanca

En 1993 comenzó a circular el tlachicón cultural La Hija de la Palanca. Se mantuvo vivo hasta 2006 y sumó 32 ediciones de periodicidad ”menstrual, se adelanta o se atrasa, malo cuando no sale” (según advertía la publicación en su portada). De acuerdo con Rafael López Castillo, miembro del consejo editorial y uno de los fundadores, esta revista, que contenía poemas y cuentos de ambiente pulquero, recibió apoyos del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), pero éstos fueron frenados luego de que Martha Sahagún, la esposa del ex presidente Vicente Fox, recibió de parte de los editores una colección. En uno de los números se caricaturizaba al padre pederasta Marcial Maciel. ”Mario López Rivero, editor y caricaturista, dibujó a Maciel con condones y con alusiones a los abusos que éste hacía de los chavos. Entonces no sabíamos que Maciel era consejero espiritual de Martha; creemos que nos censuraron”. En 1997 La Hija de la Palanca recibió el premio Edmundo Valadez a revistas independientes.

Raúl Guerrero Bustamante


FOTOS: Javier Gómez Marín

Parte de la reivindicación que el maguey y el pulque están viviendo en este siglo tiene que ver con el reconocimiento dentro del México profundo de que no se trata de una bebida más del amplio panorama de la cultura gastronómica mexicana. Maguey y pulque son un binomio que ha forjado por muchos años todo un sistema de producción cultural que afortunadamente no ha caducado y ha prevalecido en medio de una buena resistencia de la cual los jóvenes mexicanos han sido protagonistas. Igual que el nuevo gusto por el pulque, va emergiendo un sinnúmero de expresiones culturales nuevas y resurgen otras que creíamos extintas.

Si bien lo analizamos, en el mundo prehispánico de Mesoamérica el maguey era planta sagrada y de un indispensable uso agrícola, de una gran resistencia a las condiciones adversas de clima, desde entonces se sembraban meteplantles (hileras de maguey) que circundaban las parcelas o separaban las milpas, un uso más antiguo que la afamada chinampa. En el México prehispánico existía el pulque (octli o poliquiu), la bebida de dioses (teoctli), indispensable en diferentes rituales sagrados y algunos juegos; con dichas prácticas se forjó un sistema de creencias en donde intervenían muchos dioses, desde luego la deidad más conocida es Mayahuel, la diosa del maguey, a quien como a todo dios, los antiguos habitantes de Anáhuac cantaban, rezaban, danzaban y hacían ofrendas. Otro de los dioses era Tezcanzontécatl, pareja de Mayahuel y dios de la borrachera; el antiguo nombre de lo que hoy se conoce como Plaza Garibaldi, en la Ciudad de México, era Tezcatzongo. Ya desde esos tiempos, en los tianguis se vendían fibras, mecates, troncos del quiote, xité para lavar (sustancia saponante sacada de las pencas de maguey), jarabe, licor, flores y hongos para comer, entre otros subproductos. Es notable en la actualidad cuántos vocablos náhuatl y otomí prevalecen en el habla coloquial de México en todo lo relacionado al aprovechamiento del maguey.

Los descubridores y luego conquistadores, desde su llegada al Caribe conocieron esta planta y se quedaron admirados, luego los misioneros como Fray Bernardino de Sahagún y José de Acosta se asombraron de tantos usos y ritualidad, además de una sabia y rica tradición oral vista en tantas leyendas y plasmada en los códices. Llegaron nuevos tiempos y el maguey no dejó de existir, grandes praderas de Anáhuac solamente daban esta planta y para los novohispanos fue un cultivo rentable por todos sus derivados y desde luego el consumo de pulque, bebida indispensable ante la escasez de proteínas alimenticias y agua para beber.

Surgieron las haciendas novohispanos con una historia que siguió hasta el porfiriato, en donde el gran negocio que era el pulque legó construcciones de gran riqueza arquitectónica y un paisaje cultural único en un mundo lleno de agaves en zonas en donde no era posible sembrar otra cosa.

Esta historia de las haciendas hace cien años finalizó pero demuestra que México tuvo una gran potencia económica que ninguna otra nación pudo arrancar; no se puede ignorar la explotación del hombre pero a fin de cuentas hubo algo de riqueza para repartir. Esta industria estimuló el ferrocarril y también creó tecnología y desarrolló variados oficios, lo cual dio pie al aprovechamiento del agave en bebidas destiladas.

Las culturas indígenas del México profundo resisten también en su defensa del maguey; hasta la fecha los otomíes-hñahñú del Mezquital, los mazahuas, matlazincas, purépechas y nahuas, entre otras culturas, tienen danzas que siguen siendo agradecimientos a los dioses del maguey. A aún existe la música que se hace con esas cornetas hechas de quiote hueco, algo así como lo que vemos en los murales de los templos de Bonampak. Igualmente prevalecen danzas de xitás en Querétaro, Hidalgo y el Estado de México, en donde las máscaras se elaboran de penca o de corazón de maguey y fibras de ixtle. En la gastronomía no podemos soslayar que la auténtica barbacoa debe estar cocida en horno de tierra, a fuego lento y con un sabor muy especial: el de las pencas de maguey, método prehispánico y ritual de fiesta que aún gozan los paladares exigentes de los mexicanos. También comemos gualumbos, gusanos blancos de maguey, chinicuiles y escamoles.

Hoy en día en las pulquerías, cultura viva urbana que se niegan a morir, se ofrecen cientos de sabores de curados de fresa, de piña, de apio, de piñón…, pero además no se pierde la cábula, el jolgorio, el juego de mesa, la rayuela, el albur de cartas y el de esgrima verbal, lugar en donde inician tradiciones como la quema de Judas y el palo ensebado o se popularizan juegos de cartas como el rentoy. En las pulquerías hay una conexión indispensable con el arte popular, la vemos en los murales del interior y el exterior, en los nombres típicos; en los mostradores y mesas hay jarros, jícaras, vasos de vidrio, cajetes de madera, cientos de recipientes de distintas formas y hechuras artesanales procedentes de todo el país, aunque cada vez menos los encontramos. En las pulquerías también se canta y de ahí salen canciones que el imaginario popular goza. No falta en el cancionero nacional un número relevante de melodías que se dedican a la borrachera, al desengaño y al humor que proviene del maguey y el pulque: José Alfredo Jiménez; Los Xochimilcas con Pulque para dos o Caldo de oso; Chava Flores con Los pulques de Apan, y hasta Francisco Gabilondo Soler, Cri-Crí, con su Jicote aguamielero, nos refieren muy bien estos aspectos.

No hay que olvidarnos de los tlachiqueros, los sabios, el capital humano del maguey: esos artesanos que en el campo no sólo raspan el aguamiel y lo sacan con el acocote, también son los responsables del cuidado de la planta, de sembrarla, de preparar el pulque. En su noble labor, son los que dialogan con la naturaleza, los que conocen todas las especies de la planta, los que además rezan el Alabado, canto religioso que viene de la tradición franciscana de la conquista espiritual pero que también se correlaciona con el canto prehispánico a Tezcatlipoca, canto que lamentablemente cada vez menos se expresa pero que en los tinacales era indispensable para agradecer por la virtud de la naturaleza que nos da el aguamiel para el pulque y para pedir que el pulque salga bueno. El maguey y el pulque forjaron ideas en el arte mexicano; al ser el maguey elemento indispensable en el paisaje y con una proporción aurea muy especial, está presente en la obra de Siqueiros o de Diego Rivera, sin olvidarnos del Taller de la Gráfica Popular o de los artistas contemporáneos como Joel Rendón, José Luís Romo o Enrique Garnica.

De lo mucho que nos ofrecen el maguey y el pulque se desprenden y fortalecen disciplinas, saberes, tradiciones, historias y gustos. Los nuevos aprecios nos llevan a buscar conocer esos lugares otrora olvidados en donde se siembra, se prepara, se degusta o se visualizan los paisajes del maguey. Esta cultura en resistencia es uno de los más colmados sistemas de producción cultural que México no quiere dejar morir y que heroicamente ya lo resistió todo; así como el maguey se niega a morir, así como no deja de dar sus frutos, así es su cultura; un centro jugoso, múltiples pencas e inagotables virtudes y espíritus.

 
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