Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 17 de mayo de 2015 Num: 1054

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Del Libro de las horas
Rainer Maria Rilke

La llamada del abismo
Carlos Martín Briceño

El plan B
Javier Bustillos Zamorano

Edward Bunker
la judicatura

Ricardo Guzmán Wolffer

Borges e Islandia
Ánxela Romero-Astvaldsson

La desaparición
de lo invisible

Fabrizio Andreella

Poetas y escritores en
torno a López Velarde

Marco Antonio Campos

Leer

Columnas:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Jorge Moch
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Twitter: @JorgeMoch

Ése que te sonríe

En estos días puedes ver donde quiera que desvíes la mirada a ése que te sonríe. Fíjate el esfuerzo que hace para aparentar que es tu amigo, que le importas, que por ti se dejaría cortar una mano en su escritorio de presidente municipal o el pellejo en la curul defendiendo tu nivel de vida, tu salud, tu seguridad y tu trabajo. Aún a pesar de su jeta de ratero, fíjate cómo fuerza los músculos de la cara para que la sonrisa refleje la sinceridad y la empatía que jamás ha experimentado en su vida. Anda, sé misericordioso, reconoce al menos que ha hecho su mejor esfuerzo con todo y sus elocuentes ojillos de reptil, de politicastro logrero, de yúnior del sistema o de simple vividor, chacal, parásito. Mira cómo todo eso busca disimularlo el celofán de su sonrisa.

Ése que te sonríe desde el panel trasero del camión urbano, fíjate cómo le resplandece la dentadura a pesar de los humos del diesel que vomita el escape, mira cómo esa sonrisa triunfa, llevando su mensaje de aparente concordia por encima del tráfago infernal de la ciudad, de la acrimonia de los conductores y del smog y el ruido. Ese que te sonríe está allí, contigo, para ti. Por ahora.

También, cada que puede, ése que te sonríe te va a hablar, te va a saludar, campechano, como tu cuate, como tu vecino, como un primo buena onda o un tío bonachón. Allí en la tele, en la radio, hasta en internet si te asomas: siempre rondándote, siempre sonriente, míralo en carteles, afiches, mantas gigantescas y anuncios espectaculares; allí en grandes inserciones en las páginas de periódicos y revistas y hasta en la pantalla del cine, antes de que empiece la película.

Ése que te sonríe lo hace también desde una camiseta, una taza, la portada de un cuaderno que te fueron obsequiados aunque no milites en el partido que lo patrocina e incluso si te desagradan su sonrisa o las siglas que lo cobijan. En realidad no te conoce y probablemente le importas un carajo, pero por ahora te sonríe, míralo, todo el tiempo, amiguero y jovial: apuesto que si ahora mismo entraras a su despacho, te recibiría con esa sonrisa diáfana y todo oídos, atento a tus señalamientos de lo que va mal en tu comunidad; receptivo (pero de modo consecuente, paternalista, “está bien, usted no se me preocupe, le vamos a ayudar con la hospitalización de su niño, le vamos a agilizar el trámite, le vamos a conseguir el trabajo, las medicinas, las láminas para su techo, su despensa…”) a tus peticiones. Ése que te sonríe jura que le importa tu miedo, aunque sea parte de la violencia que lo causa. Ése que te sonríe asegura que le importa tu familia, aunque más de una vez haya recibido dinero de las mafias de la trata, el narcotráfico, la extorsión y el secuestro (y eso concediendo generosamente que él mismo no forme parte de ellas), pero eso por ahora ha quedado atrás. Ahora mismo y en los pocos días que faltan para que vayas a tratar de ejercer tu derecho a elegir, lo que importa es su sonrisa, el paquete de promesas, la súbita rabia con que, mira, él también señala como tú todo lo que va mal en tu comunidad. Aunque se trate, precisamente, de los problemas que él mismo causó o simplemente pasó por alto si alguna vez ya estuvo, como suele pasar, enquistado en un puesto de gobierno, mamando del presupuesto, viviendo a todo tren, mandándote a la mierda cuando apareciste con un reclamo o gritando una exigencia afuera de sus oficinas. Hoy todo aquello queda en la bruma de los malos recuerdos y te reitera, sonriente, que lo que importa es el futuro a la vuelta de la esquina, lo que viene en el calendario. Quiere que camines con él, quiere que caminemos juntos hacia un horizonte luminoso.

Como su sonrisa. Como sus promesas de campaña. Como las cuentas de la máquina registradora de los consorcios mediáticos que reproducen su estampa (lo adoran las televisoras, ¿sabes?) y como sus propias cuentas cada que cierra un negociazo desde el poder y a veces, si la sagacidad lo permite, usando prestanombres, parientes, amigos. Entre los que desde luego tú no te encuentras. Pero eso no importa, ¿ya viste qué padre su lema de campaña?: “Adelante. Contigo. Por ti.”

Bueno, no por ti; en realidad es por tu credencial de elector: Ése que te sonríe te necesita por tu voto. Nada más. Y pasadas las elecciones volverás a ser el enemigo, el obstáculo, la intransigencia. Y lidiará contigo por medio de policías, granaderos o soldados. Pero eso será después. Hoy no. Hoy es tu amigo, tu salvador, tu promesa con patas.

Míralo. Míralo cómo te sonríe.