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El poeta Revueltas
A

trozmente alegre sin una sola lágrima: así se describe en uno de sus 33 poemas. No hizo más. Desconocida o subestimada, la poesía de José Revueltas (1914-1976) asomó junta por primera vez en 1979 y pronto encontró sitio en Las cenizas, sus escritos póstumos. Y ahí estaba en algún tomo de las obras completas que Era perfeccionó para el centenario, apéndice de la caudalosa escritura revueltiana en su apartado testimonial. El propósito ciego (FCE y Era, 2014) le proporciona al fin un domicilio propio en otro ámbito, el de la poesía mexicana tal como se le mira en el siglo XXI.

Una treintena de poemas tirando a breves, escritos por alguien que vivió el doble de años y se la pasó escribiendo, parecerían una mirruña, una nota al pie de lo relevante. Piezas verbales las llama José Manuel Mateos, editor del poemario. Son cuerpos inquietos que sufren de su no coincidencia. Consisten en lejanías de la mujer amada, dislocaciones del sentido de la existencia, iluminaciones para alguien en especial. Escritos en hojas y tarjetas sueltas, u ocultos en cartas, fueron reunidos por sus devotos albaceas Andrea Revueltas y Phillipe Cheron. Para Mateos forman una respuesta dirigida ... a la práctica poética que le tocó atestiguar y recibir, y parafrasea al propio Revueltas para afirmas que sus poemas tienen un calor inesperado, una vivacidad palpitante y comunicativa.

En su escasez, resulta revelador que hayan sido escritos a lo largo de las décadas de su vida productiva, de 1934 a 1974. O sea, poco pero sin cesar. En él estaba el toque lírico, no siempre evidente en la crudeza existencialista de su narrativa. El cuidadoso amor al lenguaje. Su cultivo asiduo. Las fabulaciones de otros prosistas se han asumido como poesía. Julio Torri y Juan José Arreola llegan a las antologías poéticas con donaire. En alemán, por ejemplo, los antologadores oscilan entre considerar o no a Franz Kafka, en el entendido que sí es un poeta de la lengua. O bien Thomas Wolfe en inglés. A su modo, Revueltas pertenece a ese territorio fronterizo, al igual que Rulfo. En sus novelas y cuentos, cargados del intenso lenguaje apasionado tan suyo, uno va cruzándose con poesía sobrecogedora a la que se atreve sin temor y con la maestría de su alma rusa. Fáustico lo llamó José Joaquín Blanco.

Así que no debe extrañar la riqueza poética, nunca panfletaria, de El propósito ciego y su capacidad de transmitir los hallazgos tanto o más que mucha de la poesía-poesía con la cual dialoga. El viento invade todo lo que no tengo, se duele, perdido. (¿El autor va al verso como otros se refugian en un diario?). Para colmo las banderas pervierten el aire/ lo hacen tomar partido, lo cual suena irónico tratándose de alguien que nunca omitió tomar partido, con frecuencia pagándolo muy caro. La mente del narrador, las navajas del polemista intelectual y su modo de amar la vida tenían un núcleo en la poesía, lo cual puso al servicio del relato y la descripción de la sicología humana, abriendo paso a una tremenda tensión dramática: lo revueltiano cabrón.

Hoy que se editan antologías poéticas como directorios telefónicos, ciertamente cabe en alguna parte la poesía de Revueltas. Amerita acompañar a los jóvenes que hoy lean poesía, quienes bien harían en escucharla dentro de sí. Tras los 43 de Ayotzinapa, Discurso de un joven frente al cielo, de 1937 (él de 21 años), encierra el cuerpo asombroso de una revelación vigente. Sí, hay que confiar en los ríos de la lírica mexicana, aún ahora que prolifera sin centro, indecisa entre lo viejo admirado y lo nuevo inexplicable. Ni la cantidad, ni las inevitables medianías del conjunto, ni la dispersión del gusto la quitan de hervir con riquezas en tiempos que la palabra está tan envilecida y ahuecada; ya no es puta (Paz) ni putilla (Gorostiza), sino que se deshumaniza. Tan siquiera hay gente escudriñando y publicando poesía, aunque digan unos de otros: eso ya no es poesía (Pacheco).

Viene al caso un ejemplo de muchedumbre poética que por razones sentimentales al menos hubiese placido a José Revueltas. En inglés existe una antología de poetas rusos del siglo XX, preparada por el enfant terrible oficial del periodo soviético Evgeny Evtushenko; allí reúne 253 autores (Steel and Silver, Plata y acero, 1993; un título abarcador de lo que fue aquello). La versión original, según refirió a este comentarista el poeta y traductor del ruso Jorge Bustamante, titulada Las estrofas del siglo, recoge más de 800 autores. Así que no debe avergonzarnos la sobrepoblación: sucede en las mejores familias. Alguna vez Evtushenko declaró que si él llegara a ser recordado, quisiera serlo por esa antología, añadía Bustamante.

Volviendo a Revueltas, el detalle, la rendija de luz, poseen aliento universal y poético: No quiero estar tan cerca, no. Sólo en tus manos. Derribándome siempre. Sin vientos. Sin fronteras. Un poco sin ti. Al fin que el tiempo resbala de las manos sin tiempo de los hombres.