Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 24 de mayo de 2015 Num: 1055

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La boca
Aleyda Aguirre Rodríguez

Una gota de eternidad
Vilma Fuentes

Heinrich Böll y Hans
el payaso: conciencia
de una sociedad vacía

Alejandro Anaya Rosas

La sal de la tierra
José María Espinasa

Contra el Estado
totalitario, desde abajo

Renzo Dálessandro
entrevista con Javier Sicilia

Santa Teresa de Ávila:
la escritora y su amante

Esther Andradi

Diálogo con Carmelita
Hugo Gutiérrez Vega

Santa Teresa y la
religiosidad erótica

Mario Roberto Morales

El erotismo transgresor
de Daniel Lezama

Ingrid Suckaer

Lluvia en la noche
Yorgos Yeralis

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Miguel Ángel Quemain
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Twitter: @mquemain

Titerino Circus Trouppe, el festín de la longevidad

El trabajo de la Compañía Teatral La Trouppe, con treinta y cinco años sobre la escena, forma parte de nuestro patrimonio teatral dedicado a los niños. Tal vez todavía no podemos asegurar que ya se trata de una compañía teatral estable porque contradiría el paisaje de desastre económico que vive la cultura, donde nada posee estabilidad suficiente para garantizar largas temporadas en escena.

La historia de La Trouppe es edificante y ejemplar, porque es la aventura de un grupo de egresados de la Escuela Nacional de Arte Teatral del INBA que, para acreditar una materia, decidieron montar un espectáculo que se llamó Barrionetas.

En ese espacio creativo de investigación y difusión de las artes escénicas que sostiene con el nombre de Zonaescena, la periodista Maricruz Jiménez refiere, tras un encuentro con la Compañía para difundir estos primeros treinta y cinco años de trabajo, que en 1980, para terminar su carrera en la Escuela de Arte Teatral del INBA, Sylivia Guevara y Mauro Mendoza, los actuales directores de La Trouppe junto con Carmen Luna, se presentaron con su generación en el Segundo Festival Latino de Nueva York; participaron representando a México con Guadalupe Años Sin Cuenta, dirigidos por uno de los pilares de la creación colectiva colombiana: Santiago García.

Cuando regresaron al país, decidieron soñar despiertos y crearon una “compañía teatral independiente, de repertorio para toda la familia y con un elenco estable”. En los años sesenta Seki Sano –el gran renovador del teatro en México– ya lo había soñado y lo llamó “Conjuntos permanentes”, pero fue uno de esos sueños que no alcanzan a unirse con la vigilia, y menos la de los años sesenta.

Todo mundo intentó desanimarlos, tratando de convencerlos de que lo que hacían no interesaba porque se trataba de “artes menores”; sin embargo, los Trupos –especie híbrida nacida de las artes escénicas–“pulieron un pequeño montaje de títeres y payasos que ya funcionaba, y empezaron a rentar un local: así surgió la ‘Compañía Teatral La Trouppe’ el 8 de diciembre de 1980, día en que murió John Lennon y fecha en la que se celebra el Día del Payaso”.

Pocos alumnos universitarios tienen la fuerza y la confianza para enrutarse artísticamente con los trabajos escolares que, en muchas ocasiones, se hacen decididamente sólo para acreditar una materia. Las cadenas de la mediocridad estudiantil se vinculan con eslabones de profundo tedio y desilusión de orígenes múltiples y sobredeterminados. Unos tienen su origen en una familia que condena la elección vocacional. Otros, en la decepción provocada por el sistema escolar, fuente de frustración gracias al resentimiento de profesores que quedaron atrapados como moscas en la telaraña académica que odian y defienden al mismo tiempo.

Pero ese no es el caso de una compañía que terminó integrada por actores que no necesitaron formarse en la inexistente opción, en aquel entonces, de hacer un teatro infantil, pero respondían a una línea de exigencia internacional que prosperaba en otras latitudes e hizo de La Trouppe un grupo respetado por su creatividad y capacidad de realizar trabajos signados por la elocuencia del silencio, de ese mundo no verbal al que obligan la danza, el baile, el juego de objetos en la escena, los títeres, el teatro negro.

La Trouppe sostiene su fe no sólo en su capacidad de creer sino también en su voluntad de saber, su actitud y su vocación de estudio, de indagación técnica, actoral, musical, escénica y de investigación para sostener con rigor y coherencia los espectáculos que presentan. Hay algunos en los que su exhaustividad puede ser demasiado pedagógica. Trupus calacus es un ejemplo.

Hay obras cuyas referencias al México de hoy resultan lugares comunes; hay alguna función en la que incluso me ha tocado escuchar uno que otro albur, y me parece chocante esa forma de condescendencia hacia los padres de los niños. ¿Lo harán para que no se aburran mientras “esperan” a sus hijos? No lo sé, pero sí sé que no lo necesitan. La complejidad de sus espectáculos expresa más confianza en la capacidad comprensiva de los niños como espectadores que en la de sus padres.

La Trouppe aprendió a comunicarse mejor con el público infantil que con el adulto, si bien quienes se fascinan con el juego animado de la plástica, la música y la luz, encontrarán en sus trabajos un buen pretexto para divertirse.

Titerino Circus Trouppe estará a las 13 horas todos los domingos de mayo y hasta el 7 de junio en el Lunario del Auditorio Nacional.