Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 24 de mayo de 2015 Num: 1055

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La boca
Aleyda Aguirre Rodríguez

Una gota de eternidad
Vilma Fuentes

Heinrich Böll y Hans
el payaso: conciencia
de una sociedad vacía

Alejandro Anaya Rosas

La sal de la tierra
José María Espinasa

Contra el Estado
totalitario, desde abajo

Renzo Dálessandro
entrevista con Javier Sicilia

Santa Teresa de Ávila:
la escritora y su amante

Esther Andradi

Diálogo con Carmelita
Hugo Gutiérrez Vega

Santa Teresa y la
religiosidad erótica

Mario Roberto Morales

El erotismo transgresor
de Daniel Lezama

Ingrid Suckaer

Lluvia en la noche
Yorgos Yeralis

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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@JornadaSemanal
La Jornada Semanal

 

Rogelio Guedea
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El traductor incansable

Mi hijo siempre se pone nervioso cuando me hablan en inglés. Se adelanta, siempre, y me traduce, como ahora que un dependiente de Mitre 10 me explicaba el uso de una cadena. Es verdad que a veces me cuesta entenderle a los neozelandeses, pero esta vez el dependiente me hablaba en un inglés muy claro, y en un ritmo pausado. Pero mi hijo sufre. Por eso, mientras el dependiente me explicaba, mi hijo me traducía, en voz baja, frase por frase, velozmente. Y entonces ya me costaba entenderle al hombre porque la voz de mi hijo me distraía, y enternecía. Me sentí de pronto como esos ciegos ayudados a cruzar la calle por un transeúnte piadoso, que los deja en el otro extremo pero que quisiera en realidad llevarlos hasta su casa. Mi hijo es ese transeúnte piadoso traduciéndome en voz baja lo que me dicen mis interlocutores. En ocasiones, como hoy, ni siquiera le dije que entendí lo que se me explicaba. Mejor me di media vuelta y, susurrándole al oído, le dije: “qué haría sin ti, campeón”. Con los hijos hasta los que pierden, ganan.